Capítulo XXII

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—Princesa, ¿estás segura de que quieres ir a ese sitio?

La voz de Zen sonaba insegura, temerosa, como si quisiera convencerme de que mi decisión era peligrosa. Y quizás lo era, estaba plenamente consciente de aquello, pero necesitaba librarme de esa carga de una buena vez.

—Sí, quiero ir.

—¿Jumin sabe lo que planeas hacer?

—De momento, no. Probablemente el Sr. Kim y los g-guardaespaldas le informen, aunque demasiado tarde.

—Espero que ese niño rico no me odie por esto después —musitó.

—N-no te odiará, Zen —le dediqué una sonrisa y lo tomé del brazo—. ¿Vamos?

—¡Maldita sea, Sun! ¡Sabes que no podría negarme ante esa sonrisa! —finalmente cedió, aun con una expresión de preocupación bien marcada en el rostro—. Vamos.

Zen, un par de guardaespaldas y yo subimos al automóvil negro que era manejado por el Sr. Kim. Tras un ameno y silencioso viaje de unos treinta minutos, llegamos a nuestro destino: el hospital psiquiátrico en el que Rika estaba internada. Zen bajó primero y enseguida me tendió su mano para ayudarme a hacer lo mismo.

—Bueno, aquí estamos —dijo Zen—. Por cierto, vi a los guardaespaldas escribir algunos mensajes durante el trayecto. Seguramente Jumin...

Como si lo hubiese invocado con el pensamiento, el teléfono de Zen comenzó a sonar. Jumin estaba llamando.

—Lo sabía —volvió a hablar Zen, observando la pantalla del teléfono. La llamada se perdió, pero a los dos segundos ya estaba sonando nuevamente—. Ugh, qué insistente.

—Vamos, Zen —volví a tomarlo del brazo, empezando a caminar a la entrada del hospital.

—Espera, ¿qué? —se detuvo en seco—. ¿No le responderemos al futuro CEO? ¿Acaso quieres que me asesine por acceder a traerte a este sitio y sin su consentimiento, además?

—Yo hablaré con él. L-lo juro.

—Sun... —suspiró con pesadez y enseguida apagó el teléfono—. Muy bien. Lo haré por ti.

—Gracias, Zen. Aprecio lo que haces por mí.

—¡Ah, no! ¡Tendrás que aceptar mi invitación para tomar un café conmigo como recompensa por arriesgar mi vida! —ahora fue él quien me dedicó una sonrisa perfecta, digna de un actor tan apuesto y talentoso como solo Zen puede ser.

—Bien. Iremos por ese café si Jumin no nos mata a ambos —bromeé y una ligera risa se escapó de mis labios. A Zen, por otra parte, no le pareció muy gracioso.

—Mejor no hablemos de eso...

Al entrar al hospital, Zen habló con una de las enfermeras, la cual se mostró muy receptiva y amable, quizás porque fue Zen quien se dirigió a ella. Él se quedó en la sala de espera junto a los guardaespaldas mientras a mí me hicieron pasar a una especie de jardín recreativo para los pacientes. Había árboles, flores de distintos tipos y colores, así como bancas de madera para sentarse y observar el paisaje.

—Tome asiento, por favor —me dijo la enfermera—. Enseguida traeré a la señorita que busca.

—Muchas gracias —asentí amablemente.

Me senté en una de las bancas y posé mi vista en los pajarillos que hacían su nido en lo más alto de las copas de los árboles. Aquel sitio en específico transmitía paz, tranquilidad y armonía. De cierta forma, me hacía sentir bien el saber que Rika se encontraba en un lugar mejor, uno donde no podía hacer más daño y donde estaba recibiendo la ayuda que tanto necesitaba.

The Compass [Jihyun Kim | Mystic Messenger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora