Capítulo XIII

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El tono anaranjado del atardecer cubría el cielo y las nubes blanquecinas tomaban formas largas y amorfas. Fuera de la biblioteca escolar, en una antigua banca de madera, se encontraban sentados Sunhee y Jumin. Llevaban media hora en aquel sitio sin hablar demasiado. Sunhee tenía que decirle a su amigo que pronto se marcharía, pero de sus labios no salían las palabras correctas, quizás a causa de que no se sentía con el valor suficiente para decirlo desde un principio.

—Ya es algo tarde —murmuró Jumin, levantándose de su asiento—. Vamos, te acompaño a tu casa.

—No, espera —respondió Sunhee y tomó el brazo de Jumin, haciendo que volviera a sentarse—. Hay algo que debo decirte, Jumin.

Jumin observó a su amiga con extrañeza. Parecía muy nerviosa, incluso temerosa. Era raro verla de esa manera, por lo que resultó inevitable que el pelinegro se preocupara.

—¿Qué ocurre, Sun? —cuestionó él.

—¿Recuerdas... —hizo una breve pausa— recuerdas que te dije que había aplicado para la Universidad de Oxford?

—Por supuesto. Lo recuerdo perfectamente.

—Me aceptaron, Jumin. Me iré dentro de una semana.

Jumin esbozó una amplia y sincera sonrisa ante la noticia de Sunhee. Era una oportunidad espléndida para ella y se sentía genuinamente feliz por su amiga.

Hasta que pensó en todo lo que ello involucraba.

La sonrisa se borró de su rostro y un suspiro escapó de sus labios. Ciertamente, no quería que Sunhee se marchara, pero no podía arrebatarle ese sueño por el que tanto se había esforzado. Jumin recordaba perfectamente los días y noches en los que Sunhee se mataba estudiando únicamente con el fin de ser aceptada en la prestigiosa universidad.

Tenía que dejarla ir. Por mucho que doliera, por mucho que la quisiera y la necesitara, tenía que dejarla ir.

Jumin apretó los labios y su mano buscó la de Sunhee. En cuanto sus miradas se encontraron, el pelinegro le volvió a sonreír, pero se trataba de una sonrisa amarga y melancólica. Él intentaba parecer animado, pero sus ojos reflejaban lo que realmente sentía: tristeza.

—Es una gran noticia, Sun —habló Jumin—. Felicidades.

—Gracias, Jumin.

Silencio.

El ligero viento movía el cabello de ambos jóvenes y sólo era audible el canto de algunos pajarillos que volaban a sus nidos para refugiarse. Jumin apretó con más fuerza la mano de Sunhee y empezó a tararear una canción:

» Sail away, sweet sister
Sail across the sea
Maybe you'll find somebody
To love you half as much as me
My heart is always with you
No matter what you do
Sail away, sweet sister
I'll always be in love with you «

Inevitablemente, los ojos de Sunhee empezaron a enrojecer y con ambos brazos se aferró al cuerpo de Jumin; este correspondió al gesto de su amiga, gustoso pero abatido a la vez. No quería alejarse de ella, no de la única mujer con la que había entablado una relación sincera y real en la que no existía interés de por medio.

—Sé que te convertirás en un ocupado hombre de negocios, pero... —habló Sun. Su voz sonaba congestionada a causa del llanto—. No te olvides de mí, Jumin.

The Compass [Jihyun Kim | Mystic Messenger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora