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Mi espalda chocó contra la puerta a la vez que mi pecho estaba atrapado entre el de Shane. Sentí mis piernas flaquear, pero no iba a rendirme de esta manera ante él.

¿De verdad acababa de decir que no podía sacarme de su cabeza? Es decir, algunos chicos me habían dicho lo mismo, que era algo magnético, pero nunca, jamás, alguien me lo había dicho tan de pronto.

No sé en qué momento la tensión se convirtió en sexual... Pero me gustaba, me gustaba la cercanía y calor de su cuerpo contra el mío. Sentir sus mano en mi mentón y la otra sujetando mi cintura contra sus caderas. Lo oí jadear al percatarse de la misma situación en la que nos encontrábamos, por el rabillo del ojo miró hacía la calle, ya que la maldita puerta estaba abierta y bloqueada por mi cuerpo apresado. Entonces aproveché el momento para retarlo en su descuido. Alargué mi mano hasta su hombro con delicadeza, entreabri los labios manteniendo firme mis ojos sobre los suyos, rocé cada parte de su pecho con mis dedos y me detuve al acercarme a su abdomen bajo. Sonreí cuándo obtuve la respuesta deseada de su parte.

Se estremeció y sonrió, se lamió los labios con esa sonrisita cómplice que hacen los chicos cuando captan la indirecta, cuándo están coqueteando con alguien y comparten ese íntimo momento que atracción, de saber que causan reacción en la persona que les interesa. Sus ojos estaban clavados en los míos, desviándose un par de veces a mis labios con esa seducción tentadora. Quizá era cosa mía, pero la tensión que sentía en éste momento no me había causado nadie en mis cortos años de vida. Se inclinó debido a la altura y yo aproveché para levantar mi rostro mientras su mano seguía en mi mentón, ó mejor dicho, ahí era donde estaba, porqué  segundos después se deslizó  hasta acariciar mi cuello de manera dominante obligándome a no desviar la mirada.

Shane finalmente abrió los labios y lo seguí,  parecía una colegiala esperando su primer beso. Cerré los ojos, con un inquietante hormigueo en el estómago, era demasiado infantil lo que sentía, incluso sentí mis mejillas arder con fervor imaginándome lo que sucedería después, pero...

Quisiera decirles que algo pasó.

Qué estábamos a punto de besarnos y quitarnos la ropa aquí en medio de la sala.

Pero en realidad nada sucedió.

En el momento en que Shane acerca su boca hasta la mía, yo estaba lo suficiente concentrada en mojarme las tangas sola cómo para darme cuenta que mi tía acababa de llegar de su bingo y acababa de ver en primer plano a dos jóvenes hormonales calentarse en su puerta y para colmo, con la puerta abierta, como si fuera excitante la idea de ser pillados.

Ella carraspeó, dándonos a entender que había llegado y peor aún, nos había visto.

Aparté a Shane de un empujón, y por alguna razón estaba tan nerviosa que un segundo impulso fue soltar una risita nerviosa. El chico no protestó, más bien amplio sus labios carmesí y se rió luego de separarse. Al muy idiota le parecía gracioso. Me sonroje en el instante en que mí tía me mira a los ojos y hace una mueca que solo las chicas entendemos.

¿Qué está pasando?

— Lamento interrumpir. — dice, después de un incómodo silencio en el que solo estábamos viéndonos.

Shane volvió a reírse, amplió una sonrisa y se notó tan relajado como la primera noche en la que lo vi pasearse frente a mí ventana. — Yo ya me iba, señora Carter, estaba despidiendo  a su sobrina— soltó con simpleza, con esa tranquilidad qué le caracterizada desde que lo había conocido.

Dios mío, ¿es muy normal que lo pillen o qué?

— ¡Oh, no! ¡Quédate! — protestó mi tía pasando a la casa y tomando a Shane de la camiseta para arrástralo adentro — Aún es temprano y estoy segura que Jade aún no tiene sueño, ¿Verdad?

El Misterio que Nos UnióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora