Karol Sevilla.
Había pasado medio día sin mover el trasero de la cama y con un fuerte dolor de cabeza, vestía solo la camisa de un conjunto de pijama y sin nada abajo aparte de mi ropa interior por el enorme calor que empezó desde ayer en la tarde.
Mis dientes estaban sucios y mi cabello parecía un nido, apenas pude amarrarlo en una colita alta porque estaba demasiado seco y enredado como para hacerme algún peinado decente.
No tenía ganas de nada y eso, siendo totalmente sincera, no era nuevo viniendo de mí.
Pero había algo, como una sensación extraña.
Un cosquilleo, que no había vuelto desde que era adolescente y hacía que mi flojera extrema me preocupara por primera vez.
Acaricié con mi pie izquierdo al derecho y me acomodé mejor sobre el colchón haciendo que la camisa se levantara levemente hasta un poco más arriba de la cadera. No tenía pensado bajar a almorzar, ya había tomado un jugo con tortitas en la mañana y mi estómago parecía estar satisfecho.
Giré a observar el celular que estaba en la cama por unos segundos y mordiéndome el labio negué con la cabeza, tomé el control del televisor y dejé que la película que estaba viendo continuara, aunque en el fondo sabía que no estaba prestando la más mínima atención porque mi cabeza estaba en otro lado.
Esperando el mensaje de un chico.
¿Por qué demonios no me contestas, Manuel?
Tal vez esa era la razón de mi extraño comportamiento ese día y mi desmotivación en hacer cualquier cosa. O porque me había prometido cortar lazos con Chucho después de pasar la noche en su casa y no estaba cumpliéndolo.
Es muy difícil tomar decisiones para personas tan impulsivas como yo.
Y no, no era porque ya se me había hecho costumbre que nos contestáramos rápido, sino porque a todo esto, me estaba haciendo la cabeza creyendo que no quería hablar conmigo a raíz del beso que le di ayer que nos vimos.
Jugué con mis dedos nerviosa y mis dientes hacían más presión en el labio inferior al recordar, cada segundo significaba una visión de su boca y no me gustaba para nada.
¿La había cagado? Pues sí, hasta el fondo.
Si lo tuviera en frente, ni siquiera podría verlo a la cara después de lo sucedido.
Lo besé y hui como la cobarde que soy.
Por mensajes le había pedido conocernos, ya que no estaba dispuesta a mantenerme alejada, por lo menos quería que no apresuráramos nada y empezar de cero, pero me basto tenerlo un poco cerca para arruinar lo que sea que estábamos construyendo.
Se suponía que yo solo quería una amistad, ser amigos.
Nada más, carajo.
Malditas hormonas.
Ciertamente no sé si él en ese tiempo quería lo mismo, luego me di cuenta que no, pero para ese entonces pensaba que lo único que podía existir entre ambos era un bonito apego. Lo dejamos claro, estábamos ebrios y fuimos unos pendejos. No había sido un buen inicio para empezar a salir y tampoco me sentía lista, tuvo que ser un simple encuentro casual en una fiesta que debíamos olvidar.
Lo mejor hubiera sido dejar que muera todo ahí, no pedirle su número, no comenzar a hablar. Ni siquiera tenía por que haber ido a su casa.
Acomodé mi espalda en las almohadas y cruce las piernas, fruncí mi ceño y miré algún punto desconocido de la habitación.
Sobé mi cara con las manos bruscamente y me bajé de la cama, con los pies descalzos me dirigí al baño.
¿Puedes cansarte de ti mismo? Porque yo estaba harta de mí, de mis malas decisiones, de mis inseguridades y mi inconformidad con todo lo que me rodea.
No podía tener ni un solo día de paz, siempre había algo que mi mente o mis acciones arruinaba.
Observé mi rostro en el espejo empañado y me quedé así por mucho tiempo, mientras lavaba mis manos una y otras vez hasta que las yemas de mis dedos parezcan pasas.
Antes mi problema era pensar en Ruggero —de quien todavía no me libraba del todo— y ahora otro se sumaba a la lista. No sabía que hacer para dejar de pensar en Chucho. Si estaba en el celular, solo revisaba nuestro chat para ver si respondía el mensaje que le mandé por la mañana. No tenía reuniones de trabajo hoy para mi suerte y mi mamá había salido, por lo que tampoco podía ir a algún lugar pues me daba pereza cambiarme y pedir un taxi.
Todo estaba siendo una mierda y mi cabeza no ayudaba.
Mi corazón tampoco.
¿Era interés? ¿Era arrepentimiento? ¿Era vergüenza?
Fue siempre la primera pero no lo quise admitir hasta que fuimos novios.
De pronto, de mi habitación escuché el sonido de la notificación que llevaba horas esperando.
Literalmente corrí semidesnuda desde el baño hasta que tuve el teléfono conmigo.
Era un mensaje suyo.
Rápidamente lo abrí y leí el mensaje con el corazón a punto de salirse por mi boca.
Hola, Karol. Perdón que no te contesté antes, pero Saak escondió mi cargador y tenía el celular apagado. ¿Estás libre el sábado?
Una enorme sonrisa apareció en mi rostro.
Ahora que lo pienso mejor, fui muy tonta al no notar el gran interés de Chucho por mí. Probablemente solo negaba sus sentimientos así como yo hacía con los míos para protegernos.
ESTÁS LEYENDO
Mariposa de Cristal (Editando)
Roman d'amourUna vez, me contaron que las mariposas siempre fueron consideradas frágiles, porque no tienen armas de ataque para protegerse, aparte de su gran belleza y colores. La táctica más común en ellas para cuidarse es el camuflaje, de este modo pueden conf...