¿Qué significa un beso?

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Chucho Rivas.

Las piernas me quedaron cortas de lo rápido que terminé en vestirme y correr a la sala. La vi sentada en uno de los sofás a la par de Caztro, escuchando atentamente lo que sea que Saak le estuviera contando, supongo que mi amigo ya se había tomado la molestia de presentarlo.

Su mirada cayó en mí al notar mi presencia y apretó los labios conteniendo una risa, mi aspecto debía ser algo interesante. Se levantó y caminó lentamente hasta donde yo estaba, su sonrisa no se fue en ningún momento.

Sus ojos verdes se aprecian mejor si la ves de cerca.

La castaña se puso de puntillas para darme un beso en la mejilla y yo incliné un poco mi cabeza, respondiendo el gesto.

—¡Hey! Al fin. —saludó, separándose. Me reí por su comentario.

—La última vez fue culpa tuya. Faltaban diez minutos y me enviaste un mensaje diciendo que no podías. —indiqué divertido.

Karol golpeó mi pecho y echó su cabeza hacia atrás riendo, luego abrió sus brazos de par en par y sonrió mostrándome todos sus dientes.

—Pero ya me tienes aquí, ¿No piensas abrazarme? —masculló, arrugando la nariz con dulzura.

Sin responder, doblé un poco las rodillas y coloqué mis brazos alrededor de su cintura, levantándola del suelo en un abrazo. Sonreí cuando sus manos apretaron mi nuca para sostenerse.

El aroma que desprendió su cuerpo inundó mis fosas nasales, no tenía ni la menor idea del perfume que estaba usando pero olía muy rico, como a fresa. Su tacto era cálido y su respiración pausada me revolvió todo por dentro.

Quería mantenerme así solo un rato más.

Entonces, Caztro carraspeó y de golpe ella se separó de mí, tardé unos segundos en soltar su cintura. La observé de reojo notando lo pálidas que se habían puesto sus mejillas, pero tuve que retirar mi vista hacia otra parte cuando levemente se cubrió el rostro con algunos mechones de su cabello.

—Todavía seguimos aquí, Manuel. —reprochó Saak.— No tienes que ignorar nuestra presencia, mal amigo.

Karol me miró avergonzada.

Aproveché para abrazarla por los hombros.— No te preocupes, siempre joden así.

Ella sonrió en mi dirección, liberando un poco la tensión que tenía. Quería que estuviera lo más cómoda posible ya que no pude mantener alejados a mis dos inoportunos amigos.

—Karol ¿Jalas a una partida? —preguntó Caztro desde el sofá señalando la play.

—¡Obvio!

Observé el televisor con cautela y noté que era una partida de pares, nosotros contra ellos.

Me tendió el control cuando me senté a su lado.

Jugamos por unas horas llenas de suspenso, gritos frustrados de su parte al dar mal y que ellos ganaran, por groserías de mis amigos durante el juego que le causaban ataques de risa, de adrenalina por parte de los chicos cuando ganaban algún pase y hacían chillar de frustración a Karol.

Pero luego estaba yo, que aprovechaba cualquier instante para verla de reojo y tratar de descifrarla, hallar algo en su cara que me indicase porque se sentía tan inconforme con la vida que llevaba.

Sé que había prometido olvidarlo pero siendo sincero, no pude hacerlo. Recordar lo destrozada que estaba y el dolor con el cada palabra salía de su boca me aturdía demasiado, tenía muchas incógnitas en mi cabeza que necesitaba resolver pero ahí entraba el mayor problema: no debía resolver nada porque no era de mi incumbencia.

Mariposa de Cristal (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora