Anclada a tu mirada de otoño que poco a poco se va marchitando ¿Qué puedo hacer para evitarlo?
Fan de tu sonrisa azul como aquella melodía que te arruya en las madrugadas
Amante de tus rizos marrón que bailan una balada triste con el viento de nov...
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Llegaste a mi una tarde lluviosa de abril, yo estaba sola, tomando café, mientras leía a Pizarnik.
Lanzaste piedritas a mi ventana, temerosa me asome y te vi en mi portal, a punto de desfallecer...
Corrí hasta tu encuentro y te sostuve entre mis brazos, balbuceabas y sollozabas cosas inteligibles. Tenías una fisura en el corazón...
Te deje entrar a mi morada, te cobije con mi frazada favorita, junto al fuego, te admire mientras dormías y algo dentro se encendió como una llamarada...
Quice acariciar tu mano, besar tus labios, tocar tus rizos tiritando de frío, reflejarme en tus pupilas, versarte la piel.
Plantar un jardín de flores en tu alma, crear un santuario de mariposas en tu vientre, leerte poesía.
Pose mis labios cuál colibrí en tu boca tulipan y te desperté de un sueño profundo y surgió la magia, los fuegos artificiales estallaron en tu pecho.
Viviste un eterno tiempo a mi lado, fui tan feliz, vivíamos entre pájaros de miel, canciones con olor a lavanda, con clamor de luna plateada.
Descalzos, sin indumentaria, sin apariencias, sin mascaras, auténticos, transparentes el uno con el otro, sin reproches, con el sol bajo mi falda.
Pero llegó el otoño, al darme vuelta en la cama para encontrarte, sentí un vacío, escuché llorar a las hojas mate tu partida, escuché al viento tararear una balada triste.
Sane tu corazón y heriste el mío, no me arrepiento, porque te hice feliz, y gracias a ti conocí el amor, pero dejaste una cicatriz que llora cada anochecer y no le pueden consolar.
Yo quería llorar, gritar, implorar por tu amor, pero solo pude, colocarme tu suéter azul y escribirte versos, cantar y emborracharme de nostalgia.
Ya es abril, pero nadie aparece frente a mi portal, ni la lluvia, ni tus benditos ojos color miel, solo entra el insomnio y le hace el amor a mi soledad, mientras en la pared suena el tic tac de un corazón roto.
