4• Sin reglas.

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Actualidad.

Enero, 2023.

La bala se dirige directo a su pecho, su cuerpo cae al suelo, y más allá, están sus ojos, personificando la decepción, logrando formar dentro de mí la definición exacta de un corazón roto. El miedo la abraza como si fuese, de repente, un amigo de toda su vida, paralizándola, creyendo que toda su vida y su libertad se terminan en ese mismo instante. Yo nunca he sentido tanta desesperación por proteger a alguien sin importar lo que pase conmigo, sin importar lo que pase con el resto del mundo. Así que simplemente la miré y articulé en el mismísimo silencio en el que nos encontramos cuanto nuestras miradas enfrentaron, que corra. Ella desaparece de mi vista, y es entonces cuando Myeong me grita que nos apresuremos antes de que sea demasiado tarde, impulsándose para ir tras ella, pero yo acabo de ver al a persona que más quiero proteger huir de mí hacia no sé dónde, indefensa y acabo de dispararle a uno de mis mejores amigos, no tengo intenciones de que haya sido para nada, así que tomo el brazo de mi compañera enemiga, deteniéndola, llevándola hacia atrás, lo suficiente como para que caiga al piso y me observe con furia e indignación. De pie, la encaro sacando el arma de mi pantalón y le apunto.

—No vas a moverte —amenazo.

Tiene miedo, y esperó esto de cualquier persona menos de mí, y creo que me siento bastante orgulloso al respecto, porque estuve tan cerca, mierda, tan cerca, y acabo de tirar todo por la borda, pero aprendí que existe algo más importante, y algo incluso más grande: mi idiotez.

Ella sonríe, comprendiendo que no soy capaz de hacer nada, así que le quito el seguro al revólver, devolviéndole aquella expresión aterrada. Ordeno que se ponga de pie y ella obedece, me acerco con el arma apuntando a su frente y ella retrocede, camina hasta salir al descampado alrededor de la fábrica seguida por mí, haciendo tiempo hasta que la ayuda pueda darme una mano. Puedo sentir la angustia recorriéndome el pecho, y me siento un hijo de puta si digo que quiero matarla ahora mismo, pero no tengo otro deseo. Sin embargo, la necesito viva, por más que haya perdido toda la confianza en mí, la necesito malditamente viva. Trago saliva porque me estoy resistiendo más a no apretar el gatillo que a no hacerlo, hasta que Jaebeom aparece por detrás, regalándole un buen golpe seco y directo para noquearla. Respiro tranquilo cuando veo a mi amigo, él me sonríe en apenas una fina línea distintiva y no son necesarias más palabras para saber que debemos correr al auto y hacer unas cuántas llamadas, conseguir unas cuántas cosas e ir en búsqueda de Paige.

—¿En qué tanto estás pensando?

Parpadeo recobrando la compostura, devolviéndome al mundo real, siendo consciente del tiempo y espacio actual. Niego con la cabeza cuando Jaebeom estira su cuello esperando una respuesta, justo antes de dejar el vaso descartable de café sobre la mesa y sentarse frente a mí.

—Nada —descarto rápidamente, agarrando la bebida. Sonrío sabiendo que no estoy sabiendo expresar la felicidad falsa que intento transmitir y alzo el café, en dirección a él.—. Feliz cumpleaños, amigo —pronuncio y bebo.

Él asiente, pero tampoco está contento.

—Estabas pensando en aquel día, ¿verdad?

No contesto, no quiero llorar, pero tengo esa sensación de que mis ojos muestran más brillo que de costumbre, como cada vez que se toca este maldito tema.

—Deberías dejarlo ir, solo ha traído problemas.

—Lo sé —coincido en un hilo de voz, más que nada, tratando de convencerme a mí mismo de que en serio tengo que hacerlo—. ¿Tú crees que deberíamos haber atrapado a Myeong en ese momento? —cuestiono perdiendo mi mirada en la nada.

Deuda Pendiente #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora