11. ¡JODER, FEBE!

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Han

 
El sol se ha ocultado no hace mucho y ya estoy en la puerta de un famoso bar a las afueras de la ciudad –no el mío–, que a pesar de no tener mucho tiempo de apertura requiere que sus cliente hagan una fila para esperar su turno y entrar. Por su puesto yo paso sin necesidad de fila o tener reserva, para alguien como yo solo se necesita una leve sonrisa y el rostro descubierto para que me reconozcan y me permitan el ingreso rápidamente.

Al entrar pude notar a varias personas ocupando sillas en el lugar; todos hablando cómodamente y acompañados, disfrutando de una refrescante bebida o pensando en cómo lidiar con sus problemas.

Febe –que a diferencia de los demás– se encuentra sola en una mesa al lado de una inmensa ventana de cristal, con una telaraña de cristal colgada del techo iluminada por una bombilla casi amarillo claro que ayuda con el porte muy elegante de ella, al igual que su vestido de encaje, usándolo orgullosa de su cuerpo, sin importar que este rodeando los cincuenta, aunque parece estar a mitad de los treintas.

Camino hasta llegar a su lado y sentarme frente a ella, quedando cara a cara. Cuando sus ojos caen en mi me provoca un leve estremecimiento en la espalda haciendo que me sacuda, también nos acompaña una tensión incomoda que consume mis ganas de hablar, últimamente no disfruto estar cerca de ella, tal vez por los problemas y desacuerdos que hemos tenido recientemente, como siempre, por no querer hacer algo que me diga.

Febe mira la ventana atentamente con cierta expresión de nostalgia, o tristeza, no estoy seguro, la verdad es que intentar saber algo de ella sin que te lo diga es muy difícil por no decir imposible. Se volvió un libro cerrado desde que nuestra familia no quiso saber más de nosotros nunca más.

–Creo...–comienzo a hablar para romper el hielo y ella me mira haciendo que me detenga al ver sus ojos hinchados, tal vez por estar llorando, o por falta de sueño; cuatro horas de sueño diarias no son bueno para nadie y yo se lo he dicho–, que es el momento perfecto para detenerse. Tienes mucho dinero, muchos contactos, ¿Por qué mejor no dejas todas tus preocupaciones de lado y te tomas unas vacaciones? A veces me preocupa tu estado de salud, Febe, llego a pensar que no eres emocionalmente estable para lidiar con todo al mismo tiempo.

Aunque parezca que el tema llega de la nada, es algo que he intentado meterle en la cabeza desde hace años, y siempre que lo recuerdo y estoy a su lado se lo repito sin importar que le moleste o la tenga cansada con el tema.

–¿Ya viste lo hermoso que se ve la ciudad desde aquí?

Trago saliva y miro a mi izquierda, fijándome por primera vez del lindo paisaje que se puede admirar desde aquí, a lo mejor por eso mantiene lleno; las luces de la ciudad lucen como miles de estrellas juntas, algunas dispersas, otras de diferentes colores. El cielo está despejado de nubes, pero con la luna ascendiendo de apoco y a su lado un lucero se puede convertir en un lugar mágico lleno de sentimiento, porque tal panorama da una sensación de añoranza, tristeza, y para las parejas supongo que provoca el ascenso del sentimiento de amor.

–Mi deseo es siempre tener libertad para apreciar paisajes como estos cada vez que quiero, esa es mi forma de quitar el estrés, mi escape... Pero siento que pronto no podré hacerlo nunca más y eso me pone ansiosa.

–Febe... ¿Está todo bien? –pongo mis manos sobre la mesa y me inclino un poco a ella queriendo ver algún atisbo de enfermedad o golpe en la cabeza pues, las palabras que dice no son algo propio suyo, o por lo menos no ponerse tan sentimental y mucho menos con personas a su alrededor.

–¿Hasta cuándo creíste que podrías mantener en secreto eso que me estás conduciendo a la cárcel, Han? Odio que me oculten cosas, más si me involucra. ¿Conociéndome realmente pensaste que nunca me daría cuenta?

DOS CONTRA UNO [UPLD #2] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora