No pares

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La euforia es ese momento en que tu cuerpo produce una cantidad de endorfinas que incluso pueden volverte loco si no hay un antídoto. Es como cualquier droga pesada que te impulsa, te hace disfrutar el momento, ver todo lo positivo, sonreír como un idiota, pero tan pronto como su efecto desaparece, vuelves a ver todo a tu alrededor claramente, las cosas vuelven a la normalidad, colores que tenían antes y no todo es un lecho de rosas como creías erróneamente que era. Estaba en un pico de energía con tanta emoción que había encontrado una solución, o como el médico realista que estaba a mi lado dijo y repetía varias veces, una "posible solución".

Pero nosotros, Valentina y yo, demostraríamos que no sabían con quién estaba tratando. No saben lo que tuvimos que pasar en la vida, lo que superamos, cómo llegamos hasta aquí. No éramos comunes, no sobrevivimos a nuestra problemática adolescencia, por lo que todo terminó de esa manera. Esto, para mí, sería otro capítulo extraordinario de nuestra existencia. Les diríamos a nuestros hijos sobre este momento y nos considerarían superheroínas.

Este deseo me recordó un momento que ambas estábamos en nuestro departamento, justo antes de que todo este caos le sucediera al cuerpo de mi novia. Estábamos en la cocina, preparando la cena para cualquier miércoles.

*****

- Juliana, no puedes hacer esto. - Su tono era de frustración.

- ¿Qué, mi amor?

- Eso. Siempre dejas lo fácil para mí. ¿Cortar tomates? ¿Es ese mi papel en la preparación de una pasta boloñesa? ¿Y el resto?

- Amor, no te impido hacer nada.

- No me lo impides, pero me sigues dejando lo más fácil de hacer. - Ella estaba de mal humor y sosteniendo un cuchillo grande en su mano derecha.

- Cálmate y baja el cuchillo. No tienes que matarme por eso. - Bromeé, pero realmente quería que ella dejara el cuchillo para evitar accidentes.

- No me tomas en serio. ¿Crees que cocino mal? - Me miró seriamente esperando la respuesta, que llegó más rápido de lo que me gustaría.

-No, hermosa. Cocinas muy bien - Evité mirarla a los ojos, porque ella sabría que estaba mintiendo.

- Mírame, Juliana. Cuando me ocultas algo, no me miras.

- Ay amor. Deja el drama. - Puse los ojos en blanco e intenté volver a lo que estaba haciendo.

- Entonces, si no estás mintiendo, me dejarás hacer la masa para la la pasta. - Sí, aprendí a hacer pasta fresca en un sitio de recetas y desde entonces la preparo para Valentina, porque a ella le encanta. Ciertamente era la parte más difícil y aburrida de hacer, y por esa razón, nunca la había dejado hacerlo, porque honestamente sabía que estaría molesta si no entendía bien y dejaría la preparación a medias.

- ¿Quieres hacer la masa? ¿Estás segura?

- Si

- ¿Y no vas a dejarla a medias como siempre ocurre cuando no te salen las cosas como quieres?

- No. - El puchero que hizo ahora me hizo querer detener todo, solo quería agarrarla, arrojarla a algún lado y besarla por completo. Pero respiré e intenté mantenerme seria por unos minutos.

- Está bien, te dejaré hacer la masa.

- ¿Si? - Una sonrisa estalló en su rostro y su cuerpo mostró animación.

Lo que queda atrás | Juliantina I TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora