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Estar en un lugar que pueda considerar mi casa, mi hogar, tal vez, es a todo lo que aspiro. Poder salir cuando quiera sin ser sometida a un interrogatorio, con amenazas incluidas, es como el dos por uno de rollos de papel higiénico que te encuentras en el supermercado.

Irme ahora es mi único deseo, muy lejos, si es posible. Voy a decir la típica frase, pero siendo honesta, me da igual hacerlo; quiero empezar de cero.

Los gritos de papá me despiertan otra vez, levántate de una puta vez, es lo que siempre dice. Siempre dice lo mismo, hasta llega a ser aburrido.

A lo largo de mis diecisiete he aprendido dos cosas fundamentales para vivir, toma lápiz y apunta, seguro que te sirven algún día; la primera es que la vida es una mierda, todo el mundo nace para completar su ciclo; nacer, crecer, estudiar, trabajar, formar una familia e ir derecho a la tumba para pudrirte con los gusanos. Así que, si no quieres que tu vida sea así, como dicen los viejos del bar, <<debes coger el toro por los cuernos para dominar la situación>>. Y, la segunda, es que en este ciclo, puedes hacer dos cosas, o llorar de pena, o tomarte las cosas con humor, aún cuando no hacen ni pizca de gracia.

Eso hago yo, son mis dos leyes, pilares o como quieras llamarlo, las cumplo a raja tabla, cojo el toro por los cuernos y me rio de todo, porque al final, llorar no sirve de nada si las cosas no se solucionan.

Me pongo la camiseta de los lunes con los vaqueros y mis zapatos viejos, ya tan gastados como las rodillas de mi amigo Carl. Pobre Carl, dentro de poco lo operan para que pueda andar otra vez bien y no parezca un robot medio escacharrado, cuando lo hagan voy a estar en el hospital cuando despierte, para que así cuando abra los ojos sea a mí lo primero que vea.

Me detengo más tiempo de costumbre a arreglarme el cabello, necesito estar lo más presentable posible, hoy es un día importante, es el día del cambio, el día del mañana.

Me despido de mi padre, y, como ya rutina se ha vuelto, antes de cerrar la puerta, escucho el <<ya verás lo que sucede si no vuelves luego>>.

El camino hacia el instituto se me hace hasta corto, reamente no tengo ni ganas de hacer química a las ocho de la mañana, hay que decir que quien se dedique a hacer los horarios no ha pensado mucho en los estudiantes, quien pone un lunes a primera hora química?, y encima después filosofía, eso es ya una cabezadita asegurada.

Justo antes de cruzar la puerta de metal me encuentro con el profesor de matemáticas, os confieso que es un hombre simpático, siempre hace bromas y es difícil llevarse mal con él, pero explicarse no es su fuerte y creo que no entiende lo que es hacer un examen relativamente fácil para poder aprobar. Aun así siempre me las ideo para que me ayude un poco.

Lo saludo de pasada mientras ambos cruzamos la puerta y por suerte nuestros caminos se separan. No me apetecía tener que sacar un tema de conversación y sería demasiado incómodo caminar a su lado sin decir nada.

El final del horario escolar llega y lo agradezco mucho, ha sido un día muy pesado, estaba tan emocionada que me ha parecido que el tiempo pasaba muy lento, más de lo normal, la verdad.

Me voy al bar de Ilsa, una mujer de origen ruso que vive aquí desde hace veinte años, es muy simpática y sobre todo, lo más cercano a una madre que he tenido nunca. Trabajo en su bar todas las tardes, aún recuerdo como su fuera ayer como la conocí.

Todo empezó con una versión más joven de mi misma, hay que decir que también menos inteligente y un poco torpe. Mi padre me había echado fuera de casa para que encontrara un trabajo a media jornada para empezar a aportar dinero a la casa e independizarme. Vale, estoy mintiendo, no dijo que me empezara a independizar ni que tuviera que aportar dinero a casa, realmente dijo <<ya es hora de que dejes de hacer el vago y empieces a trabajar, encuentra un empleo y quiero la mitad de tu sueldo todos los meses encima de la mesa, ¿entendido?>>, eso dijo. Así que ahí iba yo, por la calle, buscando trabajo, cuando me encontré con el cartel en la puerta del bar, se necesitaba a una camarera y cajera, así que me ofrecí. Conseguí el puesto, aunque creo que me lo dio más por caridad que no por mi experiencia, ya que esta era nula, pero con el tiempo, y con eso me refiero a meses, nos fuimos acercando y nos hicimos amigas. Ella sabe todo lo que me pasa, total, tampoco había que ser muy listo para verlo.

Encuéntrame, AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora