2- Tardando

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— Querida, has ganado, ya te lo dije. Tanto preocuparte para nada, es que te lo dije. — Dice Ilsa en cuanto llego a su lado con lágrimas en los ojos — Ay no, señorita, ahora ni se te ocurra llorar, que te veo venir.

— Exacto, haz caso a Ilsa que por una vez tiene razón — apoya Carl.

Ellos, aunque no lo parezcan, siempre se están peleando en broma, son como polos opuestos, se repelan, pero ellos a la vez se atraen.

— Nos podemos ir, no quiero llegar tarde a casa ni tampoco me conviene — digo ya un tanto asustada, no me apetece recordar la última vez que llegué tarde a casa.

— Sí, debemos irnos ya — dice Ilsa chequeando la hora en su reloj de muñeca — Ya recogerás tu premio mañana.

Carl, Ilsa y yo salimos de allí y deciden acompañarme a casa. Nunca me acompañan por completo, siempre me dejan una calle antes. No quiero que mi padre sepa que me llevo con ellos ni que me llevo con nadie la verdad, él aún sigue creyendo que soy una antisocial que hace lo que él pide, pasarle dinero y estudiar para mantenerlo en un futuro no muy lejano.

Lo cierto es que ese futuro que tanto ansía no va a llegar nunca, ya que dentro de poco voy a hacer mi gran desaparición. Puesto que he ganado mi plan está en marcha y solo queda arreglar unas pequeñas cosas. Unos detallitos.

Cuando llegamos a mi destino, una calle antes que mi casa, Carl e Ilsa se despiden de mí y me dicen por activa y por pasiva que vaya con cuidado. Según ellos, aunque solamente sea una calle, aún es peligrosa y sobre todo, que tenga cuidado con mi padre, que aunque parezca inofensivo a ojos ajenos, no lo es ni un poquito.

Rebusco mis llaves en el bolsillo del pantalón y una vez las encuentro, introduzco la llave correcta suavemente en la cerradura. No quiero despertarlo. Debe haber vuelto de trabajar y creo que estará en el sofá viendo el futbol con unas cuantas latas de cerveza. Cierro la puerta con el mismo cuidado con el que la he abierto y miro al frente, voy a paso ligero, pero seguro y silencioso a la cocina, estoy muy hambrienta.

Saco del frigorífico lo necesario para hacer una tortilla de patatas, pero antes de empezar a hacer alguna cosa voy al comedor, donde me encuentro a mi padre viendo el futbol, a veces resulta muy previsible.

— ¿Quieres cenar? — le pregunto intentando sonar natural — voy a hacer tortilla de patatas.

— Perfecto, ya sabes lo que hacer — responde sin siquiera mirarme.

Me vuelvo a la cocina y empiezo a pelar las patatas y la cebolla, y hecho tres cervezas al congelador para que estén bien frías. En menos de lo que canta un gallo ya he terminado de hacer la tortilla, pero como siempre la lio, se me ha caído huevo por todas partes y ahora tendré que limpiar.

Saco una de las cervezas que he puesto en el congelador y sirvo un cuarto de tortilla en un plato para llevárselo a mi padre, por lo visto está feliz, ya que solo dice que lo deje en la mesilla y me vaya, su equipo debe estar ganando.

Limpio la cocina rápidamente y me subo a mi habitación con mi cena. Mientras como voy a preparar todo el plan de escape, debe salir perfecto y no tengo ni el mínimo margen de error. Debe estar todo impecable. 

Enciendo el ordenador y tecleo en Google "coste medio de vivienda en Canadá", creo, aunque el director no lo ha dicho, que iremos a Canadá, el año pasado mandaron al chico a Canadá, así que es el primer sitio que busco. También busco la media en los Estados Unidos, por si acaso se les ocurre cambiar el destino.

La media de una casa en ninguno de los dos sitios no es nada barata, pero supongo que no están para ir regalando casas por doquier, así que tendré que esforzarme para encontrar un trabajo, además, también cuento con mis ahorros, que de algo servirán, digo yo.

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