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Los últimos días de instituto ya terminaron, gracias al cielo, ahora podré descansar durante unas semanas. El moratón de mi mejilla ya está casi curado, solo queda una pequeña mancha amarillenta fácil de cubrir con maquillaje, aunque los primeros días fueron un infierno, tuve que hacer mil maniobras para cubrir el color morado de mi mejilla. Como si fuera poco llegue al instituto y tuve que decir que había ido al dentista a que me sacaran una muela, preguntaban por mi mejilla, aunque lo hacían con razón, parecía una ardilla con la boca llena de frutos secos.
Dentro de tres días me iré de intercambio y se siente muy raro, no sé exactamente por qué, supongo que aún no tengo del todo asimilado que lo haya conseguido. Estoy feliz como una perdiz, la hora llega cada vez más rápido y además las cosas en casa están yendo sobre ruedas, de maravilla. Mi padre no me ha vuelto a pegar ni una sola vez y lo agradezco profundamente.
Por otro lado Ilsa esta feliz porque me voy, no en el sentido de estar feliz porque se libra de mí, sino feliz porque voy a cumplir mi meta y alejarme de mi padre, me lo ha dicho muchas veces, aunque en el fondo sé que está un tanto triste porque no me va a poder ver en persona, solo a través de una pantalla, pero es lo que hay, hasta que inventen la puerta mágica que aparece en Doraemon.
Con ella fui el otro día a ingresar la mayor parte de mi dinero en una cuenta bancaria, para así poderlo sacar cuando quiera en Canadá, sería un tanto sospechoso si voy a volar con una cantidad tan grande de dinero metida en el monedero.
He dejado la maleta guardada en el bar de Ilsa, por si hay algún problemilla de última hora, aunque no lo creo, las últimas cosas me las llevaré en una mochila cuando salga de la casa para no volver.
Ahora que me pongo a pensarlo detenidamente, no sé que hará mi padre cuando vea que no vuelvo a casa ese día, me iré pronto por la mañana, cuando él está dormido como un tronco de tanto alcohol que ha bebido por la noche, entonces cuando él se haya dado cuenta, ya serán las tantas de la noche, seguramente ya habré llegado a Canadá vivita y coleando o estaré por llegar. Sé que ni me debe importar, pero ¿me buscará? ¿Intentará encontrarme? Espero que no, pero me da cierta curiosidad, me gustaría ver su reacción cuando no este a casa pasadas las doce, todas esas maldiciones que seguro que soltara delante de la televisión, mientras toma cerveza y mira atentamente como veintidós jugadores se pelean por meter la pelota en una portería y la siguen por todo el campo y sobre todo, la cara que pondrá cuando vea mi habitación vacía y los gritos que soltara después. Seguramente despertará a los Jenkins, los vecinos, acaban de tener un bebé, hable el otro día con la mujer, es bastante maja, pero muy charlatana, tenía unas ojeras moradas debajo de los ojos de quedarse despierta durmiendo al bebé, al parecer el niño no se dormía fácil, no les hará ninguna gracia que mi padre despierte al bebé.
Por otro lado, creo que mi padre no sospecha nada, después de que me dijeran que había ganado he procurado mantener una postura y actitud neutral en casa, estar seria y sin expresar ningún tipo de emoción que despierte sospechas, básicamente, ser un zombi mientras deambule por la casa.
He pensado algunas veces, si soy sincera no muchas, en dejarle una carta a mi padre, de despedida, como se suele hacer antes de suicidarse, porque aunque haya sido una mala persona que se ha preocupado más de su culo que no por el bien de las personas que conviven con él (que solo soy yo), que sea un adicto a la bebida y vete a saber que más y que haya sufrido agresiones por sus cambios de humor constantes durante su embriaguez y por enfados estúpidos, dice de él que es un ser malo no, lo siguiente y muy egoísta, pero aun así es mi padre igual. Inmediatamente me digo a mi misma ¿qué le diría? Apuesto a que mi carta sería algo así:
Hola, me voy, no soporto tus constantes abusos, tu maltrato hacia mi persona y tu adición al alcohol, no me busques.
Lizbeth.
Para hacer eso prefiero no hacer nada, lo que tengo que decirle es tan obvio que ni me viene ni me va, así que prefiero irme y no dejarle nada mío. No voy a recriminarle nada, aunque podría hacer una lista larguísima. Disipo de mi cabeza los pensamientos sobre una posible carta, que estupidez pensar eso de mi parte.
Llego al bar de Ilsa antes de que sea mi turno, queda poco para que me vaya y quiero pasar todo el tiempo posible tanto con ella como con Carl. Los echaré tanto de menos, aunque me ha dicho Carl que haremos videollamadas los fines de semana por la mañana, puede ser mayor, pero se entera mucho de la tecnología y la informática, domina el tema de los ordenadores más que un adolescente en toda su época de gamer.
Durante toda la tarde me dedico a servir mesas, aunque el ritmo y la demanda aumenta a medida que anochece sigo sin perder la sonrisa, Carl esta otra vez en la caja registradora haciendo crucigramas y cada tanto me pregunta alguna palabra, Ilsa esta metida en la cocina como toda una chef profesional y Geoff, el repartidor que ha contratado Ilsa, esta cada dos por tres entrando y saliendo del bar a por los pedidos.
Geoff es un chico más o menos de mi edad, creo que unos años mayor, tampoco se lo he preguntado, no me he molestado en hablar mucho con él, solo lo necesario, como me voy a ir en breve no creo que sea necesario hacer amigos para luego dejarlos por el camino, además que soy bastante sentimental y me pondría más triste de lo que ya estoy.
El turno se termina, he alargado mi jornada, como estoy de vacaciones no me apetece estar en casa, creo que las razones son obvias, así que me quedo hasta que el bar cierra, como todos los demás, es decir, solo Ilsa y ahora Geoff.
Se cierra oficialmente el bar cuando la persiana metálica baja hasta rozar el suelo e Ilsa mete la llave en la pequeña cerradura que hay en un lateral.
— ¿No quieres que te acompañe a casa, Lizbeth? — dice Ilsa, ambas nos separamos una vez salidas del bar, ya que tomamos caminos opuestos.
— No es necesario, además, sabes como esta la cosa. — aludo el tema porque esta Geoff, el cual no sabe, ni sabrá nada de mi padre y lo que hace — Voy a ir dando una vuelta, tomaré el camino largo.
Me despido de ella con un abrazo correspondido y ambas tomamos direcciones opuestas al despedirnos de Geoff.
Me pongo los auriculares para ir dando una vuelta tranquilamente hasta casa y saco el móvil para remover mi biblioteca de canciones, hoy toca empezar con Cruel, de Zayn, cabe destacar que es una obra de arte poco reconocida.
Al poco de empezar la canción empiezo a tararearla suavemente, siento como camino al ritmo de la canción hasta que me tocan el hombro, me giro de sopetón con el puño apretado, preparada para atacar a quien sea, pero me doy cuenta de que solo es Geoff, una falsa alarma, porque no es una amenaza para mi salud.
— Hola, Lizbeth. No sabía que tomabas este camino también. — dice caminando a mi mismo ritmo para ir a par.
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Encuéntrame, Alpha
RomanceCorriendo grité por ayuda, la necesitaba, si no él me iba a matar, casi estaba rozándome los talones y yo huía de él con todas mis fuerzas. [•••] - Gracias - ¿Por qué? - preguntó - Por estar ahí siempre que lo he necesitado, me salvaste la vida De...