4- Borracho

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Me levanto de buena mañana, es el penúltimo día de escuela y estoy más feliz que una perdiz. Es increíble como pasa de rápido el tiempo cuando estás feliz, en cambio cuando te quieres morir del asco el tiempo pasa muy lento, demasiado. 

Me visto con alegría y me voy al baño a quitarme las legañas de la cara y a asearme un poco, no me gusta parecer una cochina por ahí. Bajo las escaleras a toda pastilla, me he quedado empanada en el baño mientras me miraba los poros y ahora llego tarde, genial. Tal como sucede en las películas americanas, agarro un par de manzanas, las limpio corriendo y salgo de casa sin desayunar. 

Camino con los auriculares escuchando a Shawn Mendes, uno de mis ídolos. Él me ha enseñado mucho, desde que empecé a escucharlo, tanto en sus canciones como en entrevistas, he aprendido que todo lo que me proponga lo puedo conseguir, él desde adolescente se ha esforzado para cumplir su sueño de ser cantante, y ha continuado pese a las constantes burlas y dificultades, finalmente consiguiéndolo. 

Llego al instituto y me siento en mi silla, ya ni me he molestado en traer los libros, siendo el penúltimo día ya no se hace materia, solo se pasa el rato hablando con los profesores y si no, se ven películas. 

Como buena antisocial me he traído un libro que tome prestado de la biblioteca y mi libreta de dibujar, es básicamente lo que he llamado mi kit anti aburrimiento. 

Antes de que llegue el profesor ya me he puesto a dibujar, estaba a medias de mi última creación, un paisaje boscoso con un oso pardo en primer plano. Empiezo con el pelaje del animal mientras escucho a mi profesor de matemáticas llamar primos a mis compañeros, todo porque el profesor ha creído que era buena idea traer retos matemáticos el último día, mis compañeros se pelean por determinar cuál de las dos formas de llegar a la solución es la mejor.

Ahora puedo decir que no echaré de menos estas peleas estúpidas. 

Decido pasar mi penúltimo recreo escuchando música sentada en un banco mientras miro como los niños juegan al futbol, adoro ver como se caen y como algunas veces les da la pelota de lleno en la cara. 

Las tres últimas horas se pasan muy rápido, hasta me llega a dar la sensación de que las agujas del reloj se mueven más deprisa. Tampoco hicimos nada especial, vimos una película histórica, Dunkerque, por parte de la profesora de historia, es una señora mayor bastante seca y borde, pero muy modernita, ha puesto la película desde un pendrive, cuando ha empezado a reproducirse el archivo toda la clase se ha dado cuenta de que la había descargado pirateada, eso obviamente ha creado una gran cantidad de murmullos, murmullos que ella ha ignorado completamente hasta que el barullo era demasiado evidente, entonces nos ha amenazado con restarnos un punto en la evaluación, cosa que nos ha hecho callar inmediatamente.

A última hora tocaba lo que todo el mundo llama CMC, que en realidad significa: ciencias del mundo contemporáneo. La asignatura la imparte una señora muy simpática en todos los sentidos, siempre intenta ayudar y explica las cosas mil veces si es necesario, también ha llegado a cambiar fechas de proyectos y exámenes para que tuviéramos más tiempo, cosa que ha hecho que toda la clase le tome un cariño especial a la mujer. 

Durante toda la clase se ha dedicado a decir cuanto nos echaría de menos y a recordar cosas del curso, como cunado le cantamos el cumpleaños.

— ¡Cumpleaños feliz! ¡Cumpleaños feliz! ¡Te deseamos todos, cumpleaños feliz! — cantaban a coro todos mis compañeros mientras daban golpes en las mesas intentando seguir el ritmo.

— ¡Callaos, que me va a dar mala suerte! — intentaba gritar por encima de las voces la mujer — ¡Mi cumpleaños es mañana no hoy! ¡Parad que me va a dar mala suerte! 

La pobre señora intentaba callar a la clase mientras hacia exclamaciones y levantaba los brazos para llamar la atención, pero como todos los presentes sabían que no estaba realmente enfadada ni se molestaban en callar.

Fue todo bastante irónico, porque unas clases antes había mencionado claramente que no creía en supersticiones, ni en el horóscopo, tampoco en nada que no tuviera una respuesta científica justificada correctamente.

Llegue a casa a las diez de la noche, había trabajado de más en el bar de Ilsa, me había pedido por favor que la ayudara con un encargo de comida. Resulta que había contratado a un repartidor para que hiciera un servicio a domicilio, la cosa es que todo iba bastante bien, hasta me iba a ir antes de hora a casa, pero ha llamado un hombre diciendo que necesitaba un pedido para quince personas, y he tenido que ir a echarle una mano. 

Meto la llave silenciosamente en el paño de la puerta, intentando no hacer el más mínimo ruido. Parece que lo consigo, pues la puerta se abre sin ningún problema y sigilosamente por el pasillo me voy escaleras arriba, cuando estoy a punto de pisar el primer peldaño una voz me hace frenar en seco y un sudor frío me recorre la espalda. 

— ¿Dónde coño has estado, eh? Contesta — dice mi padre arrastrando las palabras, está borracho y esto aunque no es nada nuevo tampoco es bueno, no es ese tipo de persona que cuando esta como una cuba se pone a dar saltitos de alegría y a ser simpático y amable hasta con los postes de luz, es más bien el tipo de persona que cuando está borracho la lía parda, lo destroza todo, y es muy, pero que muy agresivo, podría catalogarlo hasta de peligroso. 

— Estaba trabajando, lo prometo — digo lo suficientemente alto como par que me escuche perfectamente y no tenga que acercarse ni un poco a mí. 

— ¿Sabes cuál es el problema? Que no te creo — dice para acercarse a paso rápido y antes de que pueda apartarme, mi mejilla ya ha sufrido el impacto, me ha pegado una cachetada y ya sienten mis papilas gustativas el sabor de la sangre, trago fuerte, volviendo a mirarlo y saboreando otra vez ese característico sabor metálico. 

Me agarra fuertemente de la nuca y acerca su rostro para gritarme.

— ¡Como me vuelvas a mentir te vas en enterar de verdad de que estoy hecho, y te aviso de antemano que no voy a ser tan gentil como lo he sido ahora! — me grita a la cara, dejándome sentir el fuerte y asqueroso olor a cerveza y los perdigones de saliva por toda mi cara.

Me zarandea un poco aún agarrándome de la nuca y luego me suelta de golpe para dejar que su mano golpee mi mejilla otra vez. 

—¿Estabas con un chico? — niego rápidamente con la cabeza — ¡Ya sabes que en esta casa no quiero putas viviendo! ¿Acaso eres una puta, dime? — vuelvo a negar con la cabeza, no quiero enfadarlo más. 

Me agarra bruscamente del pelo para volver a acercar mi rostro al suyo y decir que se alegra de que no sea una puta, pero que como se me haya ocurrido mentirle me voy a arrepentir mucho.

Me suelta y se gira volviendo al comedor, donde seguro que está viendo partidos de futbol antiguos y bebiendo mucha cerveza, debe haber bebido mucho para estar así, como acostumbra a hacerlo mucho cada vez tiene más aguante y le es más difícil emborracharse, pero supongo que el dinero no le impide comprar más latas de cerveza. 

Aprovecho y subo las escaleras para encerrarme en el baño, me enjugo la boca y chequeo la mejilla, comprobando lo que ya me temía, mañana va a estar un tanto hinchado y bastante morado, me preparo para dormir y finalmente decido que no puedo acostarme en la cama con la mejilla así, mañana no puedo parecer una ardilla con toda la mejilla hinchada. 

Corro el riesgo de bajar a la cocina y agarrar silenciosamente unos cubitos de hielo para subir otra vez a mi sitio seguro. Con cuidado meto los hielos en una bolsa de plástico y envuelvo la bolsa en una camiseta para presionarla en la mejilla, rebusco en la mesilla de noche la crema de golpes que me compré hace un par de meses, está en las últimas, pero aún sirve, saco un poco de crema y me la unto en la mejilla como una tostada. Aún con la crema sin absorber me tumbo en la cama y me presiono el hilo en la zona afectada e intento dormir. 

Encuéntrame, AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora