—...y si alguien, por debilidad espiritual, por incredulidad o insubordinación, se resistía a creer en las palabras, en la profecía que hace un par de horas anuncié, ahora mismo debería estar dándose de azotes, picarse los ojos, arrancarse los oídos o de plano perder la cabeza por la vergüenza de haber dudado, de haber desconfiado—nunca había imperado tanto el silencio como el presente en aquel recinto en ese momento; Gregorio continuó— ¡Pero no lo hagan! ¡No se avergüencen! ¡Regocíjense! Que hoy ustedes han sido testigos de un evento, un milagro que muy pocas veces puede presenciar un simple y mundano mortal como nosotros: la revelación del elegido.
La locura se desató en el complejo; el silencio se extinguió entre las alabanzas y gritos extasiados de los cientos de jóvenes que se deleitaban con cada palabra de Gregorio. A la par, los murmullos se acrecentaban, todos bajo el mismo tenor: conocer a aquella persona de la que tanto alarde se hacía.
El recinto atestiguaba y se cargaba de un ambiente místico y enigmático que hacía estremecer a los cientos de presentes; sudaban, pero no por la concurrencia, sino por aquel sentimiento colectivo que ninguno podría describir al no poder articular palabra alguna, consecuencia del estremecimiento y furor que azotaba a todos esos seres. Sentían su cuerpo ligero, como si pudieran volar, y lo hacían; no se podía esperar otra reacción.
—¡Silencio!—gritó Gregorio con pasión—Que ahora se presentará ante nosotros.
Con un caminar ralentizado, ya por el éxtasis, ya por la emoción misma, ya por la convicción de superioridad, apareció.
Gritos, llanto, una que otra alabanza. Muchos comenzaron a caer desmayados, golpeados por la fe; otros tantos se retorcían en el suelo, cual si fueran objeto de una posesión fuera de este mundo y el entendimiento humano.
Más gritos, más llanto.
Todo era regocijo, algarabía en su máximo esplendor.
Índices y medios al centro de la frente; después a la sien, a ambos lados. Mano derecha al corazón; brazo izquierdo, alzado a las tres. La multitud estalló ante aquella manifestación del ser elegido; harían cualquier cosa por ella.
Y Vanessa haría todo por ellos.
—¡Hermanos! ¡Compañeros!—enunció con potencia y convicción; elegante y con porte, justo como su madre—Ser la elegida para ser la voz y profeta del mensaje de purificación y salvación de nuestro supremo me llena de gozo, de una dicha que sólo podría demostrar con hechos, por ello, ante ustedes, no sólo quiero hacer patente mi entrega absoluta a nuestra misión, sino exhortarlos a también ser voz y ejemplo para nuestra comunidad. Mi día ha llegado, y anhelo inspirarlos, y que sepan que ante el supremo, ya serán perpetuos. Y sin más, ¡nemá hi!
No bastó la multitud para llenar de elogios y aplausos a la elegida, quien, de nuevo con paso lento, se retiró para cumplir con su misión de vida, aquella que según Gregorio, el supremo le dejó como consigna.
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Domingo de retiro
Short StoryLas pesadillas que han atormentado a José lo hacen despertar de golpe una vez más, ahora para enfrentarse a una realidad más cruda que cualquier sueño que haya tenido. Vanessa, su hija, se ha fugado y no hay rastro de ella, por lo que el atormentado...