TORI

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Respiró el aire de aquella gran ciudad antes de entrar en el autobús con Carmen, rumbo a la facultad. La noche había sido intensa pero divertida. Habían disfrutado como nunca, a pesar de los problemas que siempre podían surgir de fiesta. Una voz la sacó de sus pensamientos, haciendo que se sobresaltara.

- ¿Hola? ¿tierra llamando a Tori? - dijo Carmen.
- Perdón - dijo moviendo la cabeza-. Me he distraído.
- No, ya veo. Te he preguntado que si sabes la parada en la que hay que bajarse - terminó.
- Creo que sí, más o menos. Yo me bajo dos después de ti - pronunció.

El resto del camino fue sin diálogos. Ambas chicas se mantuvieron en silencio, pero era un silencio cómodo, un silencio de compenetración entre dos amigas que se lo contaban todo y no necesitaban nada más.

Finalmente, el autobús llegó a su destino, y Carmen se despidió de ella, dejándola sola en los asientos del final.

- Nos vemos aquí a las cinco y media, ya vamos hablando. ¡Adiós! - dijo Carmen antes de que las puertas se cerraran, a la vez que entraban un grupo de chavales.

Tori se colocó los cascos y le dio al play de su lista de Spotify, pero acto seguido tuvo que detenerla, porque los chavales se habían sentado al lado suya, y estaban tratando de decirle algo. "Pfff no puede ser, ya me han tocado los pesados de turno. Odio mi vida".

- Chica échanos cuenta hombre, ¿a quién ves más guapo de todos nosotros? - dijo con tono gracioso uno de ellos.
- A ninguno. - pronunció tajante Tori.
- Joder con la niña jajajaja sí que está de mal humor - rió otro de ellos.

Tori se dedicó a ignorarlos con su música. Se levantó de allí y se puso de pie en frente de la puerta del autobús, esperando su ansiada parada, que le conduciría a su nueva facultad.

El año había sido muy duro para ella, puesto que había tenido muchos problemas con los estudios y le había costado mucho salir adelante con todo. Pero, con mucho esfuerzo, lo había conseguido, y verse allí en Madrid, le hacía estar muy orgullosa de sí misma.

Cuando la voz del autobús anunció su parada y las puertas de abrieron, Tori bajó. Abrió el Google Maps y se dispuso a seguir el camino marcado. Llevaba ya andando ya un rato, cuando notó un toque en su hombro derecho. Se giró y no vio a nadie.

- Estoy aquí - pronunció una voz masculina a si izquierda.

Se trataba de uno de los chicos que le habían estado molestando en el autobús. Era un chaval de complexión delgada pero atlética, pelo castaño oscuro y corto, y ojos miel ambarinos. Cuando Tori se giró, el muchacho mostró una enorme sonrisa, y siguió andando en su misma dirección.

- Perdona lo de antes. Mis amigos son idiotas - siguió.

- Claro, y tú eres diferente. Eres el chico bueno que viene a salvarme de tus amigos, y para demostrármelo me sigues como un acosador - habló Tori por primera vez, con tono irónico.

El chico se quedó descolocado con aquella respuesta, puesto que no la esperaba para nada. Se quedo unos segundos en silencio, mientras ambos seguían andando en la misma dirección.

- No te estaba siguiendo, trabajo allí - dijo el señalando uno de los edificios del final de la calle-. De todas formas, siento si te he molestado. Ya me voy - pronunció acelerando el paso y sin mirar atrás.

- Esp... - Tori quiso llamarlo de nuevo, pero el chaval ya estaba demasiado lejos para oírla, y su voz se quebró en el intento. Ahora se sentía culpable de haber sido tan borde.

Se paró en seco y lo observó desde lo lejos. El chico entró en el establecimiento, que parecía ser un pequeño bar con una decoración bastante llamativa y mueblecitos de madera de ocre. Era un bar muy concurrido por personas jóvenes y estudiantes, que formaban pequeños grupitos en las mesas, y charlaban contentos tomándose una cerveza.

"Voy a olvidar que esto ha pasado y voy a seguir con mi vida"

Al final, resultó que aquel bar era el más concurrido por los estudiantes de la facultad de magisterio, es decir, la suya. Lo descubrió gracias a Julia, una chica que había encontrado en la secretaría de la facultad nada más entrar.

- Raro que un domingo estén las facultades abiertas ¿eh? - sonó una voz dulce a su lado.

Julia era una chica de pelo castaño clarísimo, y ojos verdes, y de su misma estatura. En cuanto la veías, te inspiraba muchísima confianza.

- Soy Julia, también soy nueva, ¿estás en el grupo uno? - volvió a hablar la muchacha.
- Hola, yo soy Alicia - dijo, pues no se presentaba como Tori con gente que no conocía de nada-. Y sí, ¡estoy en el grupo uno!
- Genial, pues sino me equivoco estaremos en la misma clase. Qué guay - pronunció sonriente-. He conocido a unos cuantos más de la clase e íbamos a ir a tomarnos una cerveza, ¿quieres venir? - terminó ensimismada en su mirada, y siempre con una sonrisa.
- ¡Claro! - dijo Tori ya olvidando lo ocurrido con el chico, y alegrándose de haber hecho amigos tan pronto.

Llegaron al bar y Tori entró en pánico, no quería encontrarse al chaval.

- La gente suele venir mucho aquí - dijo Julia mientras se ponía las manos en la frente para poder divisar mejor las mesas-. Mira, están allí. ¡Vamos!

Tras las respectivas presentaciones y estar un rato charlando Tori se relajó, puesto que no había visto rastro alguno del chaval. "Habrá terminado el turno ya, o me habrá mentido". Se sentía muy cómoda con aquel grupo de personas que apenas había conocido hace unos minutos. Se encontraba tan a gusto, que de pronto le entraron ganas de mear.

"Yo meandome, ¿vivimos en un universo paralelo?. Joder, habrá sido el alcohol de ayer"

Tuvo que excusarse un momento al baño, puesto que no aguantaría ni un minuto más. Sin mirar, se dirigió hacia el interior del local sorteando las pobladas mesas del exterior.

Cuando se dio cuenta ya fue tarde. Sonó un fuerte ruido y vio vasos llenos de bebida volar por los aires y caer al suelo, donde estallaron en mil pedazos de cristal. Todo el mundo la miraba.

- Mierda mierda mierda, ¡lo siento mucho! - pronunció alterada-. Te ayudaré a recogerlo todo - terminó, agachándose para recoger los cristales.
- No te preocupes - una voz y una mano conocidas la frenaron - parece que esta vez la acosadora que no para de seguirme eres tú ¿eh? - dijo el famoso chaval del autobús riéndose de forma irónica.

Los ojos ambarinos y brillantes del chaval conectaron con los suyos en aquel instante. Se quedaron allí, callados, puesto que ninguno era capaz de apartar la mirada.

Las Putas de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora