La noche había sido una locura, o al menos para ella. No podía contar con los dedos de la mano las veces que había salido fuera de aquel antro a tomar el aire. Pero, al fin y al cabo, se lo había pasado de puta madre y no se había sentido obligada a nada.Se despertó nerviosa antes de que le sonara la alarma. Hoy era un día importante, y tras ducharse, vestirse, y hacer algo de meditación, se dirigió a salón a comer algo. Se puso una serie para calmarse, y se encontró con Irene, con quién estuvo hablando un rato. Mientras tanto, hablaba con su amiga Marta de Madrid, que había conocido hace dos veranos en un campamento. Habían quedado en que la acompañaría a sus pruebas. Lucía se había negado en un principio, pero finalmente se había dejado convencer por su amiga.
Se despidió de Irene deseándole suerte en su aventura, y se marchó al lugar que habían acordado Marta y ella.
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Llevaban veinte minutos de viaje en autobús, un viaje caótico del que no sabían como estaban manteniendo la vida. A pesar de la poca habilidad del conductor, Lucía se lo tomó como una especie de tour turístico, fotografiando cada lugar especial por el que pasaban.
- Pero vamos a ver, ¿no se supone que a ti se te daba bien hacer fotos?¿qué mierda es esta? - preguntó Marta, señalando la pantalla del móvil.
- ¿Qué culpa tengo yo de que el conductor conduzca como una mierda Marta? - señaló riéndose.La conexión que tenía con aquella chica era increíblemente grande. Habían pasado cuatro años, pero nada más haberse visto, habían vuelto a conectar de forma repentina, como hicieron aquel verano.
Pero sus risas quedaron apagadas cuando visualizó el enorme letrero del gimnasio de lujo, con el nombre de "VIDING". Pudo notar que la ansiedad incrementaba dentro de su cuerpo.
- ¡Ya estamos! - dijo Marta, frotando su mano contra la espalda de Lucía-. Vamos coño, que esto está hecho ya.
Cuando bajaron del autobús, vieron múltiples jóvenes que se dirigían al lugar. Marta soltó un leve gruñido.
- La competencia...
- Marta... - dijo Lucía alargando la "A" de su nombre.
- Yo estoy muy tranquila Lucía - admitió moviendo los brazos-. Te van a coger fijísimo.
- Solo cogerán a dos o tres personas, y mira cuantas hay. Debo ser realista - terminó-.Cuando entraron al gimnasio, se dirigieron al mostrador, desde donde les condujeron hasta la quinta y última planta, donde estaba la piscina. Se trataba de una sala enorme, entera de cristal y madera. Jóvenes atletas corrían de un lado a otro con sus uniformes, y otros tantos nadaban al ritmo de un pitido. Si mirabas al fondo cristalino de aquella gigantesca piscina, podías vislumbrar sin dificultad la cuarta planta del gimnasio, en la que la gente estaba ya dando clases de distintos deportes.
- Esto es increíblemente inmenso tía. Putos ricos - expresó Marta-. Wow wow, ¿quién es ese que parece que va a cualquier sitio menos al gimnasio? que se cree ¿Salvador Dalí o algo?
- Creo que es el dueño del gimnasio - pronunció Lucía-. Y sí, me lo esperaba de cualquier forma menos así. Qué extravagante.El joven de unos 25 años, vestía un traje apretado con bastante clase, y era bastante guapo, pero su mirada no inspiraba ninguna confianza. Sus ojos no transmitían tranquilidad alguna, aunque la sonrisa no se le borraba nunca de la cara, acompañada de una pequeña perilla y un fino bigote.
- ¿Y esa pava que le acompaña? - dijo Marta poniendo cara de circunstancia-. Está buenísima.
Lucía siguió la mirada de Marta para encontrase con una chica con la que estableció contacto visual de repente. Apartó la mirada rápidamente. Cuando vio que la chica ya no la miraba, la miró ella. Su pelo estaba teñido de un gris rubio bastante bonito, y no le llegaba a caer por los hombros. Llevaba unos pantalones anchos con estilo, y un top a juego con su pelo. Sus labios y sus uñas blancas combinaban con ella a la perfección.
Estaba tan ensimismada en aquella chica, que no dio cuenta que la pareja se había acercado a ellas.
- Buenas tardes chicas, yo soy Bill, el dueño del gimnasio - dijo presentándose-. Alba y yo os deseamos mucha suerte en las pruebas - miró a la chica-. Después de los test físicos tendréis una entrevista - terminó sin percatarse de que Marta solo era la acompañante-. ¡Au revoir!
Bill se alejó de las chicas andando con las manos a la espalda. Sin embargo, la que parecía ser su novia, Alba, se quedó con ellas.
- Apunta aquí tu número - dijo prestándole un teléfono móvil, en el que Lucía extrañada apuntó su número-. Lucía Beato. Perfecto. Nos veremos. - terminó yéndose junto a su novio.
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Tanto las pruebas físicas como la entrevista habían ido bastante bien, y ya Lucía se sentía más tranquila. Ahora solo tocaba esperar. Tras un largo rato sentada en una pequeña salita, oyó su nombre y entró en un despacho en el que se encontraba la famosa pareja.
- Hola Lucía, tengo que darte la enhorabuena. Tu técnica nos ha gustado mucho, y tu manejo con la gente nos he impresionado, sobre todo a Alba - dijo Bill apoyándose en la mesa.
- Bueno tampoco tanto - admitió Alba-. Eras de mis favoritas y ya.
- Bueno, el caso - pronunció Bill aturdido por la bordería repentina de su novia-. Eres una de las elegidas para trabajar en VIDING-. Tanto su tono de voz como sus gestos eran demasiado extravagantes-. Ahora me tengo que ir, pero te dejo con Alba, que te explicará todo.Acto seguido se largó, sin dejar tiempo a Lucía a reaccionar, y dejando solas a las dos chicas.
- Bueno, yo soy Alba como ya sabrás - puso la espalda recta y comenzó a hablar, pero Lucía no pudo echarle mucha cuenta, ya que su mente estaba únicamente concentrada en sus clavículas descubiertas y un no muy grande escote que asomaba por su top. Era bastante atractiva, y su personalidad extraña lo incentivaba aún más. La chica pasaba de ser amable, a una persona completamente borde y desconcertante-. ¿Te lo esperabas?
- Eh... sí claro. Digo ¡no, claro que no me lo esp... - su teléfono sonó de pronto, y Alba le hizo un gesto de que lo cogiera-. ¿Zambri?, que quieres, no puedo hablar ahora ¿no os dije que no me llamarái...? - la interrumpieron-. ¿¡Cómo es posible que me llames supuestamente de "urgencia" para que le pregunte a mi amiga si conoce algún bar de ambiente por Chueca?! voy a matarte. Adiós... . Lo siento, mis amigas... ya sabes... - se disculpó avergonzada, mientras notaba que se ponía roja.Alba se levantó de su asiento y se marchó hacia la ventana para abrirla. Cuando lo hizo, sacó un paquete de tabaco de su bolsillo y, mientras se encendía un cigarro, volvió a hablar.
- No sabía que tenías el piso en Chueca. Yo tengo un amigo dueño de un bar de ambiente bastante guay por allí- sonrió impertinente mientras soltaba el humo-.
Sacó un pequeño papel y apuntó una dirección. Cuando terminó, se lo dio a Lucía, no sin antes clavar su mirada de ojos verdes en ella.
- Es este, puedo pedir que os hagan descuento en todo - pronunció poniéndose unas gafas de sol, puesto que la luz de la tarde la cegaba.
- ¿Enserio? buah, muchas gracias - dijo sin creerse lo que le estaba pasando-. ¿Y qué le digo a tu amigo para que nos haga el descuento?
- Nada - su respuesta hizo fruncir el ceño a Lucía-. Yo estaré por allí. Lo estoy siempre. Necesito abstraerme de todas estas moderneces.Ella esbozó una sonrisa de lado a lado mientras se colocaba las gafas de sol y cerraba los ojos para sentir el calor de la luz y disfrutar de aquel momento.
- Búscame.
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Las Putas de Madrid
Teen FictionUna increíble historia de superación de nueve amigas que se mudan juntas a Madrid