CARMEN

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Atropellada por un grupo de jóvenes de su edad, salió del autobús despidiéndose de Tori. Observó el lugar que permanecía a su alrededor.

Su parada daba paso a una gran explanada de césped y caminos de liso cemento. Numerosos grupos de jóvenes se arremolinaban en la hierba, y sentados en pequeños círculos, jugaban a las cartas y reían felices aquella mañana de domingo.

Al fondo de aquel especie de campus se encontraba la Facultad de Marketing. Se trataba se un edificio moderno, recién reformado, con un gran letrero de color gris y puertas correderas de cristal.

Poco a poco inició su camino hacia allí, siguiendo los caminos de la explanada verdigris. Cuando llegó, entró en la facultad, que permanecía abierta para los alumnos que habían conseguido entrar a última hora y que necesitaban gestionar sus matrículas.

- Chica, ¿necesitas algo? - pronunció una de las secretarias, haciendo que Carmen se diera la vuelta hacia ella-.
- No gracias, vengo solo a ver la facultad, estudiaré este año aquí - terminó-.
- ¡Ahh genial!, bienvenida - dijo con entusiasmo-. Puedes ir a dónde quieras, aunque las clases están cerradas. Pero, si no me equivoco, los pabellones están ahora mismo en uso. Los equipos ya están empezando, puedes ir a verlos entrenar y así informarte un poco por si quieres apuntarte - exclamó sonriente.
- Vale, muchas gracias - se despidió Carmen-.

Comenzó por la cafetería, siguió por la planta baja, luego la segunda, la tercera, el aula de estudio...

Cuando terminó, decidió hacer caso a la secretaria y salió al exterior con intención de buscar los pabellones. Realizó un giro de 360 grados sobre sí misma para visualizar todo su alrededor, y al llegar a donde había empezado, se encontró con una chica que la miraba sonriente.

La chica era más o menos de su altura, quizás un poco más alta. Llevaba unos pantalones de deporte cortos negros y apretados, junto con una camiseta roja de baloncesto. Tenía el pelo negro recogido en una coleta alta, y sus ojos eran azul cielo.

- ¿Buscas algo? - dijo la muchacha-.
- Sí, el pabellón
- Pues estás de suerte, yo voy hacia allí. Pero las pruebas no son hasta dentro de una semana - aclaró-.
- No no, lo sé, solo quiero ver un poco el lugar - explicó-. Por cierto, soy Carmen.
- Yo Marina, de segundo, encantada. ¿primero? - Carmen asintió.

El camino fue de apenas unos cinco minutos, pero ambas chicas congeniaron al instante, y se contaron bastantes cosas antes de llegar a los pabellones.

Marina llevaba solo un año estudiando Marketing, pero ya se había convertido en la gestora de las actividades deportivas de la facultad. Además, hacía balonmano.

Al llegar a los pabellones, Carmen pudo observar la inmensidad de aquel lugar. Había varios, uno cada dos deportes. Claramente, decidió entrar en el de baloncesto. En éste, había un grupo de chavales de distintos rangos de edad entrenando.

"Son buenísimos. Si quiero apuntarme espero que me cojan"

Marina tuvo que dejarla, puesto que tenía entrenamiento, y se fue sin ella no sin antes darle su número para que estuvieran en contacto.

- Ya te llamaré y te presentare a toda esta gente. ¡En el mundo del deporte nos conocemos y apoyamos todos! - rió alejándose de ella.

Carmen se quedó un rato observándola hasta que desapareció de su vista. Acto seguido, se acercó a una de las pistas donde jugaban varios chavales, y se dedicó a mirar sus técnicas.

- ¿Quieres jugar? - Carmen se asustó.

Un chico había aparecido al lado suyo desde los baños, y la miraba sonriente.

Se trataba de un chaval más bien alto, de ojos verde esmeralda y pelo moreno como su piel. Sus dientes, a la vista siempre por su enorme sonrisa, eran muy blancos.

- No puedo, no tengo ropa de deporte - exclamó-.
- ¡Eso no es problema! Hacemos solo unos tiros - indicó el chico señalando una canasta vacía, a metros de los dos.
- Vale, pero soy bastante mala, que lo sepas - dijo dirigiéndose hacia el lugar.
- Si estás aquí es porque no lo eres. Estoy seguro. ¡Vamos! - exclamó, empezando a correr, y cogiéndole la mano a Carmen.

Ella, sorprendida por la valentía de aquel chico, lo siguió. Estuvieron un gran rato jugando y hablando. El chico era el único que le había hecho preguntas hasta ahora, y Carmen se decidió a preguntarle también, para estar en igualdad de condiciones.

- ¿Qué estudias? - se atrevió a decir.
- Mmmm... secreto del Estado - le dijo el chaval riéndose-.
- Oye no vale - dijo Carmen lanzando un triple, que metió al instante sin ningún problema-. Yo te he dicho todo, ahora sabes todo sobre mí.
- No es mi culpa - pronunció-. ¿Nunca te ha dicho tu madre que no hables con desconocidos?
- Qué gilipollas - exclamó ella moviendo la cabeza en forma de negación.
- No te enfades anda. Estudio Ciencias Físicas del Deporte. ¿Contenta?
- Pues sí, mucho.

Estuvieron jugando un rato más, y entre piques y vaciles el tiempo se les pasó volando. Cuando quiso darse cuenta, Carmen estaba sudando.

- Mierda estoy sudando. ¿Con que solo unos tiros eh? Ahora gracias a ti estoy hecha un desastre - comentó divertida, sin poder dejar de mirar como el chaval encestaba los balones sin dificultad.
- No es mi culpa que te piques tanto - río el muchacho.

De pronto, los jóvenes a los que había estado observado antes, llamaron al chaval.

- ¡YA VAMOS HA EMPEZAR MÁQUINA FIERA CRACK MASTODONTE¡ - gritó una voz masculina desde el otro lado del gran pabellón.

Casi de forma simultánea, otro equipo, esta vez de chicas, entró en el pabellón dispuesto a ocupar el lugar en el que estaban ellos.

- Vaya, debo irme - pronunció el joven-. Y por lo que veo, tú también deberías-. No dejó nunca de votar la pelota.
- Pues sí. Bueno, ya nos veremos.
- Eso, ya nos veremos - comentó el chaval, marchándose hacia su equipo.

En ese instante Carmen se dio cuenta de que apenas tenía información del chico.

"¿Cómo que "ya nos veremos", si no me se ni su nombre?¿puedo ser más gilipollas"

- ¡Espera! - gritó Carmen.

El muchacho se dio la vuelta, ya lejos, y se quedó expectante.

- ¡No me has dicho cómo te llamas! - gritó ella, juntando sus manos a ambos lados de la boca.

El chaval soltó una pequeña carcajada que Carmen por la lejanía no pudo escuchar pero sí ver. Hizo el mismo gesto que ella con las manos, y chilló.

- ¡Eso tendrás que averiguarlo tú!

Y corrió sin mirar atrás, desapareciendo en los vestuarios masculinos, y dejando a Carmen tirada en medio de aquel gigantesco pabellón.

Las Putas de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora