ANDREA

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  AVISO: para este capítulo es muy recomendable escuchar a la vez la canción que escuche la protagonista del capítulo para tener una mejor experiencia. En cuanto veáis que ella pone una canción, ponedla con ella y seguid leyendo. Hacedlo cuando la protagonista la ponga, y no antes ;).

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Salió a trompicones de aquel metro lleno de personas, mientras al mismo tiempo mantenía el móvil en su mano y tenía cuidado de que no se lo robaran.

Tras la noche de fiesta intensa, había tenido que levantarse relativamente temprano para su rutina, y ahora se encontraba bastante perdida entre un largo camino de metros y autobuses.

Con mucho esfuerzo consiguió salir al exterior. Alzó la cabeza para observar lo bonita que era la zona de Vista Alegre. Volvió a mirar el móvil y siguió la dirección marcada, avanzando a lo largo de la calle. Anduvo bastante hasta que llegó a un alto bloque de pisos que parecía estar en buen estado. Escribió a alguien por WhatsApp y acto seguido subió las escaleras una tras o otra hasta llegar al cuarto piso.

"Joder ya podrían poner un ascensor. ¿Qué les pasará a los pisos de estudiantes que ninguno tienen ascensor aquí en Madrid?"

En cuanto estuvo frente a la puerta esperó un poco para recomponerse de la dura ascensión, y tras sentirse un poco más calmada, se decidió a llamar a la puerta. La música que se escuchaba de fondo no era indiferente a sus oídos.

Tras unos largos segundos, un joven de su edad le abrió la puerta. Se trataba de un chico alto de ojos y pelo oscuros, de complexión atlética. El muchacho parecía contento de verla.

- Hola cariño, veo que nos has encontrado - dijo dándole un pico.
- Sí, pero ya podrías haber bajado o algo, que llevo media hora buscando el edificio.

Se trataba de Paul. Su novio. Llevaba cerca de tres años con él. Le conoció cuando tenían quince años, un verano como otro cualquiera. Y desde entonces no se habían separado. Tres años llenos de amor, peleas, malas rachas, rachas buenísimas, sueños, ambiciones, sonrisas...

Pero Andrea cada vez se encontraba más angustiada con la situación, y no sabía por qué. No entendía qué le pasaba. Llevaba unos meses sintiéndose prisionera de su propia vida. Se ahogaba en su realidad perfecta. La monotonía con Paul le asfixiaba. Desde hace dos meses había empezado a tener la necesidad imperiosa de huir, de conocer otras realidades.

Con todo ello, había decidido irse a Madrid como excusa de acabar su relación con él, pero cuando su novio le dijo que se iría también con ella, el mundo se le calló el mundo encima.

Y no es que no le quisiera. De hecho, lo quería con toda su alma, y por eso mismo tenía miedo de acabar con todo de una vez y luego darse cuenta de que se había equivocado. Pero necesitaba sentir que tenía secretos, tenía la necesidad de que algo de su vida le perteneciese a ella, y a nadie más.

- Bueno bueno, no te pongas así- contestó Paul sacándola de sus pensamientos-. Anda ven.

Paul la llevó al salón, de donde provenía la fuerte música. Allí, dos chavales más fumaban porros. El humo era insoportable.

- ¿Esta es tu piva Paul? Está mazo buena - comentó uno de los chicos gracioso-. ¿Quieres?
- No gracias - contestó Andrea-. No fumo esas cosas.
- Joder con la niña, ya podrías decirle a tu novia que se comportara un poco Paul.

A Andrea le hirvió la sangre, pero no quería montar una pelea en ese justo momento e intentó calmarse un poco.

- Voy al baño - dijo dirigiéndose al lugar que había ya visto previamente.

Su novio la siguió, puesto que ya eran muchos años de relación y se conocían a la perfección.

- Eyeyey para Andrea - exclamó, ya estando esta en el baño, a punto de cerrar la puerta-. Lo siento, ¿qué culpa tengo yo de tener una mierda de compañeros de piso? Tendría que haberme quedado en casa...
- Oye, si tan mal estás en Madrid no haber venido, yo en ningún momento te he obligado - se enfadó Andrea.
- Tienes razón, pero nuestra relación entonces...
- ¿Qué relación ni qué relación? Si ni siquiera has sido capaz de defenderme o de decirle algo a esos gilipollas que tienes como compañeros cuando me han dicho lo que me han dicho - comentó-.
- Joder Andrea si que estás susceptible ¿tienes la regla?

Ese fue el último comentario que colmó el vaso. Ya no iba a soportar más. Andrea empujó a Paul y salió disparada fuera de aquel antro.

- Olvídate de mí - fue lo último que dijo antes de dar un fuerte portazo, viendo la cara de desconcierto de Paul.

Cogió su móvil, se puso los cascos, y le dio al aleatorio de su lista de Spotify. "Olvídate de mí" de Natalia comenzó a sonar.

"Ooh genial, buena canción para el momento"

Si bien era cierto que su novio la había cagado, la pelea no hubiera sido para tanto si Andrea no se sintiera como se sentía en esos momentos. Estaba frustrada, no sabía que hacer.

Empezó a notar que las lágrimas luchaban por salir de sus ojos. Trató de contenerlas un rato, mientras caminaba sin rumbo por las calles de Vista Alegre. Pero no pudo evitar comenzar a llorar cuando llegó a un pequeño parque en el que se encontró sola. Se sentó en el mullido césped y tapó su cara con las manos.

Reflexionó un rato sobre todo lo que había vivido los últimos años. Había sido todo tan bonito... . Pero no podía seguir así, eso no le estaba haciendo bien.

Miró su móvil, lo tenía lleno de llamadas y mensajes de Paul que decidió ignorar, sintiéndose aún más culpable.

Notaba sus lágrimas caer al ritmo de aquella triste canción. Por primera vez decidió mirar a su alrededor.

Aquel parque al que había llegado a parar sin quererlo era precioso. Estaba lleno de árboles verdes y flores de todos los colores. Cerró los ojos y se dedicó a escuchar el resto de la canción.

Esta vez no lloró.

Cuando la canción terminó, se dispuso a volver a casa. Pero un ruido de patitas a su espalda la hizo girarse. Se trataba de una perro de agua de color negro, que la miraba moviendo la cola.

- Hola pequeño, ¿te has perdido? - pronunció Andrea, alegre por aquella sorpresa, acariciándolo.
- No se ha perdido, pero por los pelos - dijo un chico sonriente a su lado, que acaba de llegar a su lado, corriendo.

Se trataba de un chaval de unos 22 años, con un poco de barba, y de complexión normal. Tenía el pelo rubio y los ojos azules. Vestía una chaqueta vaquera y unos pantalones negros que le daban un buen estilo.

El chico, al percatarse de que Andrea no le había contestado, y de que había estado llorando, cambió su sonrisa por una cara de preocupación.

- ¿Estás bien?

Las Putas de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora