Capítulo 10.

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Hugo (Narrador)
Si algo he aprendido de estar con Eva, es que ella era una princesa, luchadora, que no necesitaba que nadie fuera a rescatarla.

Ella, sola, era capaz.

Me lo había demostrado en tantos momentos de mi vida.
Incontables.
No me cansaré nunca de esperar a que ella se rescatara sola.
Nunca me cansaré de ver como resurge de sus cenizas.
Y espero que cuando lo consiga, esté yo allí con ella, celebrándolo. Siempre.

Yo había despertado antes que ella.
Como en tantas ocasiones.
Le acariciaba la cabeza, revolviendo un poco su pelo.
Ella, gruñía con parsimonia.
No habría sus ojos. Estaba cansada.

Se me ocurrió una idea.
Era ya casi la hora del almuerzo.
Me levanté de la cama.
Le escribí una nota, para que no se preocupara: Remolona, vuelvo pronto.
Y seguidamente salí de la habitación.

Bajé hasta el restaurante del hotel.
Leí la carta y definitivamente me decanté por una ensalada para compartir y lasaña para los dos.

Tanto Eva como yo, amábamos la comida italiana. Y al comer pizza ayer me decanté por las lasañas.
Compré dos cervezas y subí la comida a la habitación.

Había cogido la llave de la habitación, por si a mi vuelta estaba dormida.
Entré y me encontré a una Eva frente a la puerta en ropa interior, con ropa en la mano.

A mí por poco se me cae la comida al suelo.
Ella se metió dentro del cuarto de baño.

- Jolines Hugo. Que había ido a por mi ropa.
- No te preocupes anda.
- Vale. ¿A dónde has ido, por cierto?
- ¡Ahora lo verás!
Al minuto salió ya con los vaqueros y el chaleco puesto.
Se asomó a la mesa de la terraza donde yo había colocado la comida.
- Ala. Gracias Hugo.
Vino directamente a mi y me dió un beso en la comisura de los labios.
- Denada Evita.

Al poco tiempo nos sentamos a comer.
Ella probó la lasaña.
- Si es que me conoces demasiado bien. Está buenísima.
- Es del restaurante de abajo. Son muy amables la verdad.
En ese instante sonó nuestros móviles.
Yo miré mi mensaje.

Gerardo
- Hugo guapo. Quedamos en esta ubicación a las cuatro. Te queda una horita todavía. No te estreses. Te quiero muuucho y muchísimas gracias. Eres el mejor.

No pude evitar reírme Gèrad era de otro mundo.
Lo quería muchísimo. Me había ayudado mucho la verdad.

Miro a Eva y también se está riendo.
- Lo adivino, ¿Gèrad?
- Sí. A ti ¿Anne?
- Pues sí. Que dos. Además lo han enviado a la vez.
Seguimos comiendo.
- Oye Hugo, ¿cómo vamos a actuar?
- No lo sé, Eva, no lo sé.
- ¿Natural? No sé a ti pero a mí me da exactamente todo últimamente. Y de todas formas son Gèrad y Anne.
- Como nos salga Evita.
- Vale Huguito. (Me dijo sacándome la lengua y frunciendo el ceño)
Terminamos de comer.
- Eva voy a ir a cambiarme a mi habitación.
- Vale. Aunque ha este paso te podrías traer tus cosas aquí.
Levanté una ceja.
- Que directa Barreiro.
- Ya ves. Oye, ¿vamos juntos o cómo?
- ¿Tú qué quieres?
- Vamos juntos.
- Pues dentro de media hora en la puerta de tu hotel, guapa.

Salí de la habitación.
Sonriendo a más no poder.
A los locos nos verían bailando.

Entré en el ascensor. Realmente no podía estar más feliz.
Las vueltas de la vida.
Querida vida:
Ya no quiero ni que me quites, ni que me des. Todo tal cómo está, solo me hace falta ella.

A la media hora estaba yo en la puerta del hotel.
Al momento, vi salir a una Eva radiante.
Llevaba un top azul, a juego con sus ojos, y unos vaqueros. Hasta lo más simple, en ella, era para crear un cuadro.
Cuando se acercó me pude fijar en una cosa que llevaba puesta. Que hizo que mi corazón diera un pálpito.

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2020 ⏰

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