―¡Fuera de mi casa! ―grité lanzándole a Rubén la caja de la pizza a la cabeza.
―¡Oye no! ―se reía a carcajadas el maldito. Lo estaba disfrutando.
―¡Te fuiste al carajo con tus bromas! ¡Me hartaste, fuera!
―¡Pero si no estoy bromeando, Auron- ah! ―se quejó en cuanto le lancé mi almohada de cochecitos.
―¡Estás mintiendo!
―Sí claro y mi abuela aún vive.
―¡Rubén! ―me estaba molestando mucho con él. Lo tomé del cuello de su camiseta y lo estampé contra la pared, casi arriba del espejo. Su semblante cambio a uno serio rápidamente.
―¿En serio tú...? Tú estás haciendo semejante escándalo por esto. Sí, eres un puto exagerado.
―¿Yo? ¡¿Yo soy el exagerado?! ¡Tú sabes bien que odio que me hagan esta clases de bromas!
―¿Y quién carajos dijo que era una broma? ―dijo con la ceja elevada. Las manos de Rubén empujaron mi pecho alejándose de mí. Esa expresión en su rostro me demostraba que no estaba bromeando para nada.
Y en un minuto todo quedó en silencio, como si de repente no pudiera formular las palabras por lo dicho anteriormente. Mi pecho subía y bajaba precipitadamente, por pensar que aquello con Luzu sucedió en verdad. No sé cuánto tiempo pasó de que Rubén mantenía esa mirada fría conmigo, estaba por decir algo, pero él fue quien se me adelantó.
―No aceptas lo que te pasa con Luzu. No lo quieres ver. ¡Y no me digas que no es cierto! ―me amenazó con el dedo índice, las venas de su cuello sobresalían de esta, en serio Rubén estaba molesto―. Solo finges que lo odias para cubrir aquello que sientes por él. No me mires con esa cara maldita sea ¿En serio tú... te tienes que querer tan poco como para decirle a alguien que se encargue de golpear a Borja?
―¿De qué estas hablando?
―No te hagas el idiota, Auron. Le dije a Lolito que se largara para que no golpeara a Luzu. Dios. Suena tan estúpido ahora ―rio con un tono amargo.
―¿Fue Mónica no? Por eso estás actuando igual de ridículo que ella ―intenté defenderme con ello.
―Basta. No lo sigas negando. ¿Te crees que no me he dado cuenta de eso? ¡Soy tu mejor amigo, te conozco, quiero lo mejor para ti, maldición!
―Bien, ya me estas hartando con este cambio repentino ―solté un bufido de exasperación―. Ya te lo dije, no me gusta Luzu. ¡Tengo novia, maldita sea!
Rubén soltó una carcajada.
―Uy si, se nota a leguas que amas a tu novia. Ya he perdido la cuenta de cuantas veces mentí por ti porque no querías ver a Sara.
―¡Tú sabes perfectamente cuáles eran las razones! ¡Eso no cambia el hecho de que no lo ame! ―avancé un paso rápido hacia él, apretando la mandíbula irritado.
―Ni siquiera muestras afecto hacia ella cuando estamos todos juntos. Ah, ¿olvidé mencionar que hace tiempo no viene a tu casa? ¿Y que a tu madre no le agrada? ¿Y...?
―¡Lárgate! ―interrumpí tomándolo de la camiseta, y lo estampé contra la ventana. Éste rápidamente reaccionó, colocando sus manos en mi pecho, haciendo presión para quitarme de encima.
―Pero qué puto desagradecido. Uno se preocupa por ti y lo único que haces es alejarlo más ―murmuró yéndose hacia la salida.
―¡¿Preocuparse por mí?! ―grité sin importarme una mierda que los demás en la casa escucharan―. ¡Eso no es preocuparse por un amigo! ¡Solo quieres que confiese algo que no es cierto! ¿Realmente quieres ayudarme? Lárgate y no vuelvas.
―Bien, si eso es lo que quieres. Me iré.
―¡Bien! ¡No te necesito! ¡Nunca necesité a nadie! ―volví a lanzarle mi almohada. Esta terminó cayendo al suelo y Rubén acabó la discusión cuando cerró de un portazo, me sobresalté por el ruido y la rabia comenzó a apoderarse de mí, tanto que acabe tirando pertenencias al suelo y soltando miles de maldiciones hacia Rubén.
[ . . . ]
Las imágenes de anoche se hicieron presentes en mi cabeza. Y en serio no puedo creer que era yo quien le pedía a Luzu que me tocara. ¿Lo habré hecho solo porque era un juego? ¿O para demostrar que no sentía nada por él? Si entonces creía no sentir nada por él, ¿porque me había excitado de tal forma? Necesitaba respuestas, y la única forma es hacerlo estando consciente.
Entonces me decidí.
Mis pies tocaron el suelo de la vacía sala de estar, el olor a comida inundó mis fosas nasales provocando un ruido en mi estómago. No pasaron más de dos horas que comí casi una pizza entera que ya volvía a tener hambre. Al parecer no había rastros de mi madre preparando la cena, en cuanto llegué a la cocina no esperaba encontrarme a Luzu tostando unos sándwiches.
Lo hacía tan pacíficamente que me desesperaba. Sus delgadas manos sirvieron tres pequeños sándwiches en un plato de porcelana, acabó por chuparse el dedo al notar que estaba caliente, tragué duro y decidí salir de allí, claro que ya era demasiado tarde, Borja notó mi presencia. Aún con el dedo en la boca, me miró sorprendido y rápidamente quitó el dedo de su boca. Y, como era de costumbre, sus mejillas no tardaron en enrojecer.
—P- perdón no sabía que estabas aquí...
¿Por qué me pide disculpas? Si el que tiene que hacerlo soy yo. Es tan puro, este mundo no lo merece.
―No pidas perdón. En realidad yo... quería decirte algo... ―rasqué mi nuca algo nervioso. Luzu comenzó a devorar el sándwich, manteniendo la mirada. Caí en la cuenta de lo que iba a decirle era una locura, y solo confundiría más las cosas, así que retrocedí―. Ah... ¿sabes? no es nada, olvídalo.
―¡No! Espera, dime qué es ―murmuró cuando notó que había hecho un ademán para irme.
Y me sigue sorprendiendo el hecho de que me siguiera hablando, cuando yo siempre lo he tratado como la mierda.
―No tiene importancia, debo irme.
―Anda, dime.
―Luzu, no es nada ―rodé los ojos irritado.
―Por algo me llamaste ―insistió―. Si me lo dices te daré un sándwich ―sonrió ladino, tentándome.
― No quiero un sándwich, Borja.
―Ah, ¿no? ¿Y entonces?
—Quiero un beso.
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