• Auron.
Tenía la sensación de que me estaba olvidando de algo, pero no sabía de qué exactamente. Salí de la escuela más temprano de lo habitual, ya que el profesor se intoxicó con una cosa rara en el almuerzo. Según Alex, había carne podrida en la cafetería. Claramente yo no comía de ese lugar, se lo dejaba a los de clase baja, más comida asquerosa para ellos y yo salía ganando, como siempre.
Mierda, tenía tantas ganas de llegar a casa, lanzarme en el sofá para ver The Big Bang Theory y comer como un animal hasta que el estómago me duela. Pero había algo rodando en mi mente que no me dejaba tranquilo.
¿De qué carajo me estaba olvidando?
Me encogí de hombros, y seguí caminando a casa. El día en la escuela fue una mierda, me dormí en contabilidad, la gorda de geografía me restregó su trasero en la cara y el chico nuevo de intercambio me invitó una soda sabor leche. Qué asco, no le escupí en la cara porque no quería parecer maleducado, el gusto a mierda de esa bebida era impresionante. Obviamente el asiático venía con las mejores intenciones, pero si va a hacer amigos invitándoles esa soda, mejor que se vuelva a su país.
―Ah, eres tú ―miré con desagrado al cachorro sin nombre cuando abrí la puerta de mi casa. Había olvidado la existencia de este animal, se hallaba en mi lugar del sofá, mordiendo un hueso de hule―. ¿Que haces en mi lado del sofá, perro mugroso? Bájate de ahí si no quieres ser atado.
El canino ignoró el hecho de que le estaba gritando y movió la cola, luego ladró y me siguió hasta la cocina intentando morder mis zapatillas. ¿No tenía nada mejor que hacer que venir a inflarme los huevos? Ah... hablando de huevos, moría de hambre así que le pedí a mi madre que me hiciera algo de comer mientras cambiaba de canal la televisión. Obviamente me dijo que me pudriera y que lo hiciera yo mismo, seguía molesta conmigo por llamarla ridícula, ni que fuera para tanto.
―Cariño... no creo que sea buena idea ―murmuró hablando por teléfono―. Esta junta es muy importante, Adan, tomará unos quince días aproximadamente...
¿Quince días? ¿Acaso mamá iba a estar fuera de la ciudad? Presté atención a la conversación, al parecer era cierto, mencionó un hotel, pasajes y una niñera. ¿Qué? No, espera... ¡¿una niñera?! Me mordí el puño para no gritar. El perro sin nombre se subió en mis piernas, y dejó una pelota de tenis toda baboseada allí, sin que mamá lo viera lo aparté lejos de mí, pero qué pesado.
La mujer que me dio la vida terminó de hablar por teléfono y siguió acomodando carpetas del hospital donde trabajaba. No me iba a quedar callado así que fui de frente a preguntarle a dónde iría, cuándo y dónde.
―¿A ti qué te importa?
―Ya te pedí perdón ochocientas veces mamá. ¿Qué quieres que haga? Me lastimas.
Ella rio sarcástica. ―A ti nada te duele, porque no tienes corazón, Raúl. Lárgate ahora, tengo mucho trabajo.
―Ya, no pude evitar escuchar que tienes un viaje de negocios, de muchos días ―insistí emocionado―. Y no hace falta que me lo digas, aceptaré ser el encargado de la casa mientras no estés.
―¿Qué? ¿Quién dijo que tu ibas a estar a cargo? Tengo en mente otra persona, más responsable y madura que tú.
―Mónica no puede, sus padres están fuera ―sonreí satisfecho, con un aire de superioridad.
―Mmm no. Estás muy frío.
Pero qué mujer, apreté los puños comenzando a molestarme con ella, ¡pero si siempre que ella viajaba yo estaba a cargo de la casa, ella confiaba en mí! Pero como Auron es la peor persona del mundo no se quedará a cargo de la casa, en cambio Luzu sí, pero que hijo de su...
Esperad, Luzu... Oh mierda, mierda, pura mierda.
¡Me olvidé de la salida con Luzu!
Rápidamente tomé mi teléfono, me puse los zapatos como pude y salí corriendo hacia la tienda de música, que se encontraba cerca de la escuela. Solo esperaba que Luzu siguiera allí y que no se molestase conmigo, ¡con tantas cosas en la cabeza había olvidado por completo en la absurda situación que me había metido! Con medio pulmón afuera llegué a la tienda de musica, no había nadie más allí, solo unas bicicletas estacionadas. Miré la calle vacía y en el parque de en frente una silueta delgada llamó mi atención. Luzu estaba apoyado en un árbol, con un ukelele en su mano izquierda y con la otra dejaba barquitos de papel en el lago.
Se lo veía triste, y yo me sentía una mierda.
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creo que no hace falta
aclarar que lo de “que
se vuelva a su país”
es simplemente parte
de una historia ficticia
como lo es esta y que
no estoy de acuerdo
con eso.