2. PROMESA

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    Elsa no espero un segundo más y se colgó del cuello de su esposo uniendo sus labios. Gimió cuando él la apretó de sus caderas pegándole a su anatomía, ella se puso de puntitas para mayor contacto. Sus lenguas jugueteaban con astucia, cada una provocando a la otra. Ya no podían detenerse. Se deseaban. Un fuerte gruñido salió de Jack y la arrinconó contra la pared del elevador. Siguió devorando sus labios, mientras que sus manos se apoderaban de sus caderas y un poco más. Ambos se necesitaban, y Jack temió que si no llegaban cuanto antes terminaría por tomarla en aquel elevador. Y lo peor, esa idea lo excitaba.

Cuando finalmente salieron, ambos tenían la respiración acelerada, sus pulmones no lograba abastecerse de oxígeno.

Con dificultad deslizó la tarjeta para poder abrir la puerta. No podía coordinar correctamente, su mente estaba ocupada dejándose seducir por los dulces labios de su bella esposa.

En cuanto se abrió la puerta, sin perder tiempo la jalo de la mano y con la otra la tomó de su cintura para atraparla entre sus brazos. La beso con ansias, con pasión. Como siempre deseo hacerlo, por fin, después de tantos años amándola como loco, por fin la tenía entre sus brazos. Y no le sorprendió en nada que sus labios se unieran a la perfección, podía sentir su sabor, su suavidad, ¡ella era su mujer!

Por otro lado, Elsa gimió sorprendida ante la reacción de su esposo, no imaginó que fuera tan apasionado. O al menos nunca antes lo fue con ella. Sofoco un chillido cuando sintió como Jack la tomó de sus caderas y la subió a un mueble que se encontraba junto a la puerta, dejándola sentada sobre la madera. Ella no lo pensó más y separó las piernas para darle un mejor acceso. Sus varoniles manos subían y bajaban recorriendo sus muslos, hasta que él deslizó sus manos por la parte interna, ella respiró con dificultad cuando logró separarse de sus labios, pero eso no quitaba lo ansiosa que estaba.

—Eres hermosa —confesó, volviéndola a tomar logrando acercarla más a su cuerpo, y haciendo una curvatura en sus caderas. Jack no lo pensó y metió una mano por debajo de su vestido, y se deleito al sentir en sus manos su suave piel.

—Y tu demasiado... caliente —admitió completamente excitada. Si, ella misma había dicho que su esposo era un témpano de hielo, pero en estos momentos debía reconocer lo ardiente que era su esposo. Esta vez fue ella la que lo beso con desesperación, subió sus manos y enterró sus dedos en el suave cabello de su esposo jalando un poco y él no pudo evitar soltar un gruñido de entre sus labios, eso le gustaba. Siguieron besándose y él subió sus manos apretando sus muslos, deslizó una mano entre medio de sus piernas, llegando hasta un suave encaje que cubría el delicioso punto al que quería llegar. Hizo a un lado la tela y en ese momento el aire se le cortó, pudo sentir más que una blanda y húmeda piel, ahí abajo. Sintió como el exquisito cuerpo de su esposa tembló ante su tacto y eso no hizo más que enardecerlo.

La miró y lo que vio lo dejó hechizado. Su bella esposa lo miraba con pasión y deseo. Al verla tan excitada, la hizo querer hacerla suya cuanto antes.

—Quítate la máscara.

—Mmm —pareció meditarlo y después le susurro a centímetros de sus labios-. Mejor lo mantenemos en secreto.

Sin esperar más, se lanzó a los labios de su marido. Quien como un loco sediento, la beso con desesperación, tratando de calmar sus deseos. No aguantó más, necesitaba sentirla. Así que en un impulso, tomó a su esposa de su pequeña cintura y se dirigió al cuarto, con sus muslos abrazando su cuerpo.

La depositó con cuidado en la cama, dejando un camino de besos por todo su cuello, donde ella solo podía soltar gemidos mientras cerraba sus ojos y mordía su labio. Jack descendió por sus pechos, pero ese incómodo vestido impedía su tan anhelado contacto con su esposa. Corrió el cierre del vestido dejándolo, dejando libres los voluminosos senos. Los cuales eran coronados por esos bellos puntos rosados que lo apuntaban orgullosos. Y finalmente, sacó el fastidioso vestido, dejándola solamente en unas pequeñas bragas de encaje que mostraban aquel triángulo sedoso y deseoso de atención. Con delicadeza, deslizó sus bragas por su piernas, hasta finalmente sacarlas de ella.

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