La araña

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Vivimos todos juntos:
La araña, los fantasmas y yo.
Los fantasmas doblan por
los pasillos y desaparecen
antes de pasar por las puertas.
Son tan efímeros que casi no los distingo, también son mudos,
como la araña;
sin embargo
es a ella a quien más advierto.
Pasaron ya decinueve días de los veintiseis que llevamos de clausura
desde que noté su muda presencia.
Tonto yo,
que creo que existe desde
el momento en el cual la vi...
encontré su puesto de vigía
ubicado de manera tan estratégica,
que puedo decir
que ella sabe de mi existencia
desde hace ya mucho tiempo.
Hoy busqué su tipología en foros
de aracnólogos y aficionados:
es una Lycosa Erythrognatha.
A decir verdad,
las fotos de los foros
no le hacen justicia.
La que habita mi departamento
es una Lycosa realmente bella.
Al comienzo me resultaba
amenazante el verla cruzar
la sala de estar con tanto descaro,
o sentir su mirada increpándome
como si fuese ella
quien pagase las cuentas
y fuese yo el intruso del rincón;
ahora entiendo que tiene la razón
y sólo sabrá Dios
hace cuánto tiempo aguanta los conciertos de discos completos,
las humaredas,
las limpiezas del piso
(que creí) profundas,
los desvelos nocturnos...
podría decirse que se ganó
con sudor ese lugar en el living.
Está bien, haya paz.
Cada tanto sale a pasear
por el departamento,
baila en el baño,
husmea en la cocina,
o se la puede observar inmóvil
y pensativa en el balcón.
Creo que estos últimos días
se desplaza un poco más,
noto que la inquieta mi presencia constante en nuestro hogar.
Una docena de preguntas deben
de rondar por su cefalotórax.
Quisiera poder explicarle los
motivos del confinamiento,
este confinamiento que
trastornó tanto su vida
como la de todos los humanos.
Presumo que antes del virus
ella salía de su rincón
apenas partía yo por la mañana
y hacía suya
la totalidad del departamento.
Es decir que seis días a la semana
era su hogar.
Un hogar por el cual pasaba yo
a dormir y dejaba apenas
el cepillo de dientes,
cual novio furtivo.
Estamos hablando de una
Lycosa muy inteligente.
Me pregunto si habrá hurgado
en mis diarios buscando
información sobre su compañero
tanto como lo haría yo ahora
de llevar ella un diario.
Me pregunto también
qué la habrá traído
a un solitario décimo piso
habitado por un aún
más solitario ser humano.
Debe haber tenido sus
buenos motivos,
pero ahora
que aprecio su compañía
me amedrenta
el pensar que algún día
podría partir hacia
otro departamento.
Tal vez porque, de poder elegir,
a mí me gustaría hacerlo.
Me uniría al encierro
de alguna de esas familias
numerosas y ruidosas
como la del piso nueve,
o los del octavo 'A',
incluso ocupando el lugar
mudo y observatorio de una araña.
Pero al fin y al cabo sé
que es precisamente la quietud
lo que la atrajo.
Hoy el cotidiano corpóreo
se ha visto reducido
tanto a nuestros hogares
como a la compañía
de los seres orgánicos
con los que nos ha atrapado este
enclaustramiento repentino...
por eso temo que la Lycosa
doble por cualquier pasillo y
desaparezca para siempre
como si ella también hubiese sido
uno más de los fantasmas efímeros
que habitan este departamento.

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