Custodibus

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'Bueno, al final todos buscamos la felicidad, ¿no?'

Hoy por la mañana, me asomé a la ventana para tomar el café y ver ese repetitivo paisaje
de ciudad post-apocalíptica que ha transfigurado a la Capital Federal.
Todo estaba tan sigiloso, tan sosegado,
que me permitió durante 25 minutos oír tu voz.
No quise pertubar ese desvarío;
para nada hubiese resultado incordioso que esa quimera de breve placer devorase lo poco que me queda de juicio.
Erraba entre el lunar junto a tu boca, tu apellido impreso en mi cadera,
con el Playlist Mental seleccionaba una canción digna de ser llorada...
cuando recibí el primer rejonazo.
Una lanza mediana del color del ónix me atravezó el pecho.
Una segunda, más corta, me traspasó el cuello.
La tercera, más larga que las anteriores, se hundió en la mitad de mi columna vertebral.
Rápidamente comenzaron a brotar los días del almanaque, las horas y los minutos acumulados en mi cuerpo mientras miraba al homicida.
Descarado. Me estudiaste, esperaste.
Reloj infiel, desleal.
Me dejó tendido en el suelo.
Tomó todo mi contenido
y se retiró del departamento.
Después de todo,
el tiempo siempre fue su potestad
y no se puede jugar a acapararlo.

Cosmic DropDonde viven las historias. Descúbrelo ahora