C U A T R O

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Escondidos entre unos arbustos, Gen y Laia observaban un amontonamiento de gente fuera de la aldea que habían estado buscando toda la mañana.

El olor a ramen era muchísimo más fuerte ahí, y hacía que se les hiciera agua la boca.

Aunque el gentío no le dejaba ver bien, Laia pudo ver algo parecido a un puesto de comida. Quizás allí era donde servían el ramen.

-Ve a buscar agua. Me encargaré de conseguir un par de platos. Recuerda, cuando estemos allí debes seguirme el juego todo el tiempo.-murmuró Gen.

-Está bien. Te dejo el trabajo, mentalista.

La aldea estaba ubicada en dos pequeñas penínsulas rodeadas por un lago, pero extrañamente, el lugar donde estaban sirviendo la comida no se encontraba allí, parecía ser ajeno a la gente de la aldea.

Era probable que el chico al que buscaban estuviera allí.

Laia llenó las botellas que llevaba con el agua del lago, que estaba más cristalina de los que había esperado.

Regresó nuevamente donde Gen y lo encontró sentado en una roca, apartado de todos los demás. Sostenía un cuenco de comida entre sus manos, mientras que otro reposaba en el piso. Una pequeña columna de vapor se elevaba sobre ellos.

Laia se sentó junto al mentalista, de espalda al gentío. Levantó su comida del suelo y probó un pequeño bocado.

Definitivamente era muchísimo más delicioso que el pescado de Ukyo. Aunque no era tan bueno como el ramen que solía comer con sus amigos después de la escuela, o como el que preparaba su madre; era un sabor nostálgico que llenaba su cabeza de recuerdos.

-Quiero algo para beber también, una Coca-cola o algo.-exclamó Gen mientras saboreaba su comida.

Laia le tendió una botella de agua, que el mentalista tomó con gusto.

-Detesto las gaseosas, en especial la Coca-cola. El agua es muchísimo mejor que esas bebidas.-la chica se llevó otro bocado de comida a la boca. Estaba muy hambrienta.

-Realmente no te entiendo.

Antes de responder, Laia sintió mucho movimiento a sus espaldas. Demasiado, a decir verdad. Se puso en un estado de alerta, dejando inconscientemente su plato en el suelo. Miró de reojo hacia atrás y pudo ver por el rabillo del ojo a alguien acercándose. Distinguió una cabellera rubia y una punta brillante, como de plata. Lo más probable era que perteneciera a alguna especie de lanza.

Se levantó de golpe y giró sobre sus talones. La situación era como lo había imaginado, un chico rubio, delgado y casi de su estatura levantaba su arma, amenazante, apuntándole a ella. Debía ser alguno de los guardias de la aldea.

Laia elevó su pie, hasta casi tocar su cabeza y lo bajó con fuerza, para dejarlo estrellarse contra la lanza, que se partió por la mitad. La pelinegra se encargó de alejar la punta de plata con una fuerte patada.

El chico observó atónito los movimientos de ella, quien no lo dejó reaccionar, ya que un pequeño instante le fue suficiente como para acercarse y apricionarlo entre sus brazos, acercando el cuchillo que llevaba en el cinturón a su garganta.

Algo parecido a lo que habían hecho los otros guardias con Gen. El mentalista no era lo suficientemente fuerte como para librarse de sus atacantes, que eran dos. Una chica rubia y delgada, y un muchacho de cabello castaño oscuro, que parecía ser bastante atlético.

-¡Kinrou! ¡Ayúdame!-chilló el rehén de Laia. Su voz parecía quebrarse, como si estuviera por llorar.

-Tranquilizate, no voy a hacerte daño.-Laia trataba de calmar al chico que se retorcía, tratando de zafarse de su agarre.-Oye, rubia. Deja a mi amigo y yo dejaré al tuyo.-añadió, mientras miraba desafiante a la otra chica.

Mundo de Piedra - Dr StoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora