D O C E

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La sonrisa que Laia había tenido durante todo el día se desvaneció luego de escuchar esas palabras, que se sintieron como una bofetada. No podía evitar sentirse algo intimidada, era como si Kohaku estuviera invadiendo su territorio de forma feroz y amenazadora, inconcientemente, por supuesto.

- ¿Senku? ¿En serio?

- No lo sé, no estoy muy segura.- respondió Kohaku mientras salía del agua- Ni siquiera sé porqué te cuento esto. No se lo digas a nadie, por favor.

Laia la observó marcharse, estática, casi sin palabras. No obstante, no sabía como debía sentirse exactamente luego de aquella sorpresiva declaración. ¿Podría ser que estaba celosa? ¿Acaso le molestaba que otra persona aparte de ella buscara el cariño de Senku?

Después de todo, Senku y ella sólo eran buenos amigos. Esa icónica frase resonaba en su cabeza: "sólo amigos", nunca había pensado en como esas dos palabras podían ser tan molestas juntas.

Quería dejar de darle vueltas al tema, aunque conociéndose, sabía que le sería casi imposible. Así que simplemente sumergió su cabeza en el agua, tratando de callar sus atormentadores pensamientos.

Salió luego de un momento y recogió su ropa, junto con sus anteojos. Se vistió rápidamente y con paso apresurado se dispuso a volver a la Aldea.

***

- Esto es asombroso...

Laia observaba con detenimiento el laboratorio que habían levantado en sólo unos pocos días. Los estantes en las paredes de aquella precaria edificación sostenían sólidamente matraces y balones de todo tipo y tamaño, mientras que en el centro una gran mesa de vidrio reflejaba tenuemente las cosas a su alrededor. Se acomodó los anteojos para observar mejor el trabajo de Kaseki, que era completamente impecable, el talento que poseía aquel viejo hombre era extravagante.

Chrome levantó el puño en alto, soltando un grito de alegría a modo de celebración. Kohaku sonrió tiernamente al ver a su amigo portando tanta alegría.

Y Senku miraba el lugar con detenimiento. Había nostalgia en sus ojos rojizos, su mente estaba sumida en un recuerdo de su infancia. Casi podía ver con claridad en su cabeza el laboratorio que su padre había conseguido para él con tanto esfuerzo, hace ya muchísimos años atrás. Los momentos que pasó allí estaban grabados con fuego en su retina, eran cosas que nunca iba a olvidar.

Laia colocó la mano sobre su hombro. Cruzaron miradas y ella le dedicó una dulce sonrisa, que a su vez parecía triste. Entendía por completo esa sensación, las cosas del mundo en el que antes habían vivido ahora eran solo un vago recuerdo que existía nada más en su cabeza, aflorando de vez en cuando. Habían tenido que dejar muchas cosas atrás, y aún así, él seguía de pie allí, con un objetivo claro. La determinación y voluntad del chico eran parte de sus mejores atributos.

- ¡Ey! ¿Qué te pasa Senku? ¡Al fin hemos conseguido nuestro laboratorio! ¡Deberías estar más feliz!- exclamó Chrome, tan extasiado como le era posible.

- Sí, que alegría.- respondió Senku, dando un largo suspiro, mientras agachaba la cabeza, con la mirada fija en el suelo.- Este es el renacimiento de la química. ¡Las cosas van a ir mejor a partir de ahora!- continuó, poniendo las manos en su cintura y elevando la vista hacia el frente.- ¡Comparados con Tsukasalandia nuestros puntos de interés son en diez mil millones por ciento más divertidos!

Chrome sonrió. Estaba orgulloso de formar parte del Reino científico. Salió de allí diciendo que iba a ayudar a Kaseki con algunas cosas más. Kohaku, Senku y Laia se quedaron dentro del laboratorio.

Mundo de Piedra - Dr StoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora