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Creí que ayer se pausaría nuestro experimento, pues era sábado, pero contrariamente, el día viernes Minnie me pidió mi dirección para buscarme y continuar nuestra misión.
Y así lo hizo, luego de recogerme, volvimos al parque de diversiones y le pedí que no subiéramos a un juego tan extremo, entonces decidimos ir a las tazas giratorias.
Al ser ese el juego, debíamos girar el volante al medio de la taza para dar giros sobre nuestro propio eje.
Ella estaba muy emocionada, reía y gritaba conmigo, pero de pronto, el juego iba algo rápido, y al girar tanto, la euforia era mucha más.
Fue ahí cuando vi el color de su blusa, de la taza en la que estábamos sentadas y de muchas cosas más en el lugar, era el amarillo, lo supe por los ramos de girasoles que vendían ahí, bañados en ese color.

Mamá tenía razón; es un color alegre, y nadie mejor que Minnie podía vestirlo, ella era la alegría misma, aún más con su risa imparable y las medialunas que formaban sus ojos. Aquello me hizo aún más feliz.

Después de bajar, volvió a preguntarme si ahora veía algo nuevo, negué pues ella tampoco.
Sin embargo, no se mostró tan triste como solía hacerlo, quizá afrontar esto al lado de alguien lo hacía menos doloroso, y nada me confortaba más que saber que ella estaba bien, no soportaría escuchar su dulce voz quebrarse nuevamente.

Achromatopsia • MinQiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora