Anne Lukin

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13 de Enero

Un sonido estridente irrumpió con el silencio de la mañana en la habitación de Anne, seguido por un gruñido de la chica, acababa de sonar el despertador que indicaba que el lunes empezaba. Estiró una mano fuera de las sábanas, agitándola, esperando acertar un golpe en el botón del despertador, y después de unos cuantos intentos fallidos golpeando la mesa, lo apagó. "Sólo cinco minutos más", pensó la chica mientras se encogía para hacerse pequeña, cubierta por completo por la manta. Odiaba madrugar, especialmente un lunes.

Pero lo que le despertó poco después no fue el despertador, lo que le despertó fueron unos golpes a su puerta.

- ¿Annecita todavía no te has despertado? – Era la voz de su hermana mayor, que le llamaba desde el otro lado de la puerta.
Ella volvió a gruñir, ¿Por qué le venía a molestar? Quería muchísimo a su hermana, pero odiaba que le despertasen. Lo único que pedía era dormir unos minutos más antes de que empezase otro lunes, no se quería mover,  la vuelta a clase siempre era horrorosa, sobre todo después de las vacaciones de navidad. De todas formas, esta vez se decidió a sacar la cabeza fuera del refugio que era su cama.

- ¿Qué quieres Mai? – Respondió en un tono un poco más borde de lo que le hubiera gustado sonar.

- Vas a llegar tarde pequeñiti, como no bajabas a desayunar he venido a ver qué pasaba.

¿Tarde? Pero si solo le había dado a posponer 5 minutos la alarma, no debían ser más de las siete. Se giró para mirar la mesita de noche que tenía al lado de la cama, incorporándose ligeramente. En la pantalla de su despertador vio algo que no se esperaba, y que no le gustó nada, 7:35.

- ¡Joder! – Soltó un grito mientras se maldecía a si misma por no haberse levantado antes. Se escuchó una risita proveniente del otro lado de la puerta.

- ¿Te espero abajo, vale? Te he dejado preparado el desayuno – Y dicho esto se marchó hacia la cocina.

Maialen era la hermana mayor de Anne y se querían con locura, aunque había unos años de diferencia de edad, ambas se entendían muy bien y cuidaban la una de la otra. Se conocían muy bien, y la mayor era muy consciente de lo mal que gestionaba el tiempo su hermana por las mañanas, especialmente los días que sus padres entraban a trabajar pronto y no estaban cuando ellas se levantaban.

Por su parte, la pequeña se había levantado de la cama de un salto, tenía unos 25 minutos para llegar al instituto, que estaba a 10 minutos en autobús, eso si no lo perdía, claro. Si no, tendría que coger una bicicleta, y aún que por suerte, por las calles del Barrio de Gràcia, sólo serían unos 15 minutos ya que era cuesta abajo, llegaría tarde, en resumen, que tenía unos 10 minutos para salir por la puerta.

Corriendo, cogió la primera ropa que encontró en el armario y se vistió con un unos tejanos, una camiseta cualquiera, una sudadera de "Friends", su serie favorita; y sus inseparables converse grises.

Todavía en una carrera frenética a contratiempo, corrió hacia el baño y se miró al espejo, que cara de sueño que tenía, por suerte no tenía ojeras. Se echó un poco de agua fría para despertarse del todo y miró al reloj, no solía maquillarse mucho, pero sí le gustaba arreglarse un poco antes de salir, esta vez no le daba tiempo. Volvió a mirarse al espejo, tenía el pelo corto y rizado algo alborotado, nada que no se pudiese arreglar con un poco de agua. Con las manos se colocó bien un par de rizos rebeldes que le caían en la frente y fue corriendo a la cocina, pasando por su habitación para coger su cartera con los libros y su móvil. Agradecía haber sido lo suficientemente inteligente para haber dejado preparada la mochila la noche anterior.

Por fin entró en la cocina, donde se encontró a Maialen sentada comiendo tranquilamente, la miró sonriente.

- Parece que te has espabilado, ¿llegando tarde el primer día de clase después de las vacaciones?

El secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora