La habitación - Acto I

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Aquí acontece todo lo que he conocido, en medio de una pequeña habitación. Desde mi ángulo de vista podía observar el suelo de ébano oscuro. Los tablones estaban colocados de tal forma que describían un bello mosaico circular que simulaba abrazar mis pies. Las paredes de yeso blanco liso se mostraban libres de cualquier impureza, estaban llenas de astros dibujados sobre su superficie en un tono grisáceo. El techo era de un negro llamativo, vítreo. A mi izquierda podía contemplar una preciosa ventana cuadrada con su borde de madera pulido y dividida en cuatro cristales de manera simétrica por una cruz de palos del mismo color que el marco.

Había perdido la noción del tiempo en el interior de aquel lugar. Seguro que te preguntarás cómo llegue a esta situación. Yo lo único que sé es que estas paredes y yo hemos convivido a lo largo de toda nuestra existencia, dudo que se pueda escapar de ellas. Qué habrá más allá de este sitio es algo que me he planteado múltiples veces, pero si estoy aquí es porque alguien o algo así lo quiso. Desafiar su voluntad podría ser una verdadera irresponsabilidad. Puedo afirmar que aquí dentro me siento seguro. Tampoco hay presente ningún recuerdo en mi mente de haber entrado en ellas alguna vez en el pasado. Así que siempre he pensado que mi destino sería el de permanecer aquí envuelto mientras el tiempo pasaba.

Ellas pueden escuchar todo lo que pienso. Atemporales y opacas igual que la cáscara de un huevo.

Me encontraba tirado en el suelo observando el techo que generaba una ilusión de profundidad y vacío ilimitados. Hoy era un día especial, algo en mí estaba despertando, algo que nunca antes había sentido, una luz creciente. Puede que yo no fuera consciente de lo que mi alma fuera a ilustrar a continuación.

La luz me cegaba en un torbellino de energía y color que brotaba de todas direcciones y se dirigía hacia mí rodeándome completamente. Cuando hubo amainado aquel torrente, abrí los ojos. Se inundaron de lágrimas, mi corazón se detuvo por un momento, mi silencio era pleno, la escena era sobrecogedora. Podía verlo, podía ver cómo el universo se formaba ante mis ojos, cómo la energía recorría el espacio creando tras él todo lo conocido, una sinfonía empezaba a abrazar armónicamente todo. Veía cristales que chocaban entre sí en una constante guerra de fusión y destrucción, se partían para más tarde adherirse a otros con los que encajasen y formar vidrieras. Veía luces y colores que dibujaban un trazado efímero tras de sí hasta perderse más allá de lo que yo alcanzaba a divisar. Todo daba vueltas a mi alrededor describiendo órbitas caóticas y desbocadas que se estabilizaban pausadamente, choque tras choque, segundo tras segundo.

Acababa de ver en apenas unos segundos algo que quién supiese cuánto tiempo habría costado crear. Tras el espectáculo, los astros empezaban a desvanecerse y yo sentía una exacerbada satisfacción en mi interior, indescriptible, que crecía. Podía sentir que de mí comenzaba a emanar una luz pura e intensa, como si de un cuerpo celeste más se tratase. Bailo, bailo, bailo sin parar, porque brillo, porque puedo sentirme libre, en paz y completo durante un instante. Bailo con la sutileza de un copo de nieve, estructura cristalina perfectamente frágil. Giro sobre mí mismo, abrazando en mi movimiento al "yo" pasado que comenzó a girar y al "yo" futuro que me envolverá cuando este presente muera. El tiempo se transforma en un ente holístico.

Ahora sólo estamos yo y esa magia que me rodea, que me ama, que me deslumbra. La luz convierte mis ojos en cristales y yo sigo en la habitación dando vueltas, fluyendo con el espacio y el tiempo, cosas que puedo controlar a mi deseo y voluntad. Siento como comienzo a desvanecerme también. Me dejo llevar. Dejo de existir, el universo me reclama, me estoy convirtiendo en parte de todo esto, lo material que me aprisiona se desintegra. Vuelo, vuela mi alma, y yo la contemplo con lágrimas en los ojos. Algo supranatural me llama.

Bruscamente todo se detiene y se disuelve en la nada. Veo una cara, un cielo estrellado y no puedo dejar de sentir algo que jamás había experimentado. Y beso a mi alma para asegurarme de que ésta se lleve conmigo todo lo que soy en su volar. El sistema planetario armónico, natural y perfecto que se había generado en torno a mí vuelve a surgir del espacio en el que desapareció.

En la lejanía observo otro sistema, me estremezco, se me eriza la piel. Curioso me acerco, es otra alma. Deslizo mi mano suavemente hacia ella, intentando traspasar el fino velo que nos separa, pero al arrimarme demasiado, las fuerzas que dominan el caos y la destrucción provocan que todo aquello que nos rodea a ambos colapse, envolviéndonos en una convulsión de partículas brillantes que giran desenfrenadamente, con trayectorias impredecibles, ocupando todo el espacio visible, encerrándome en la más absoluta oscuridad. La armonía se rompe, el espacio se quiebra. Y caigo... Todo mi peso recae con fuerza sobre mi tobillo derecho, que es el primero en chocar contra el frío suelo. Caigo al suelo en un golpe seco...

Miro a mi alrededor y me derrumbo, me he vuelto a materializar, y anochece. Pierdo la catarsis emocional alcanzada. Vuelvo a aquella habitación en la que se encierra mi corazón, sin nadie, sin nada. La soledad me entristece y me entran ganas de llorar. Me levanto de nuevo y miro hacia la ventana de la habitación, sigue ahí, tal y como lo hizo siempre. La luna majestuosa asciende sobre el horizonte.

Todo ha ocurrido con tanta rapidez... Mi corazón todavía late desbocado. Me tranquilizo mientras fijo la mirada en los pálidos rayos que penetran en el interior de la habitación por medio de la ventana, es la única fuente de luz que llega hasta mí en este momento.

La majestuosidad del sonido que antes me envolvía ahora se opacaba lentamente. La luz lunar me serena, miro a través de los cristales el precioso cielo estrellado. Todas las noches lo observaba, él había crecido conmigo. Me fascina pensar poder llegar a tocarlo algún día. Como si de un padre se tratase me mira cariñosamente, me mima y canta hasta que consiga dormir cada noche.

Las sombras de unas golondrinas que volando pasaban cerca de la ventana, se proyectaban en el suelo. Se estaban burlando de mí, ellas podían volar y yo no. Yo estaba atado al mundo material impuro, pero por unos segundos no lo estuve. Y es que qué más da existir o no mientras pueda volar, volar a un mundo más allá del bien y el mal, en el que las cosas son y no son, y se detenga el tiempo. Lo extraño, no sé qué es, pero lo extraño. Debo retornarlo.

Cojo fuerzas y doy mis primero pasos, porque sé que yo soy más poderoso que todas las miserias que me atañen. Estas cuatro ásperas paredes jamás podrán mantenerme cautivo, y me conmuevo. Deseo volver a bailar. Mis pies comienzan a dibujar círculos en el suelo, más tarde en el aire. Mis manos se separan y entrelazan armónicamente. Mi pelo fluye y se mece como el agua de un manantial. Todo da vueltas de nuevo, vuelvo a ser el centro del movimiento. La dulce música vuelve a sonar...

Ya no puedo detener el proceso, he regresado. Las partículas vuelven a rozarme como antaño hicieron. Pero ahora puedo sentir todo con mayor intensidad, sé quién soy y qué hago aquí. Me reafirmo. Voy a escapar. Comienzo a desvanecerme en el espacio hasta ser omnisciente.

Siento algo extraño, me paro, miro al frente, hay alguien más en este lugar. Estoy a escasos dos pasos de la otra persona, del otro ser que este mundo habita. En nuestro anterior encuentro, mi ansia había quebrantado su presencia, debía ser precavido. Pero esta vez es diferente, ahora hay un solo sistema que gira ordenada y fluidamente a nuestro alrededor. No hay resto del velo que antes nos dividía. Conformamos un solo astro, una sola luz, una sola estrella, con una única gravedad. Ambos nos acercamos al mismo tiempo, nos miramos, nuestras manos se cruzan y se entrelazan, aumentando todas aquellas emociones que yo nunca antes había experimentado. ¿Era esto lo que el mundo exterior del que yo siempre había renegado aguardaba? Nuestras cabezas se tocan, se me para el corazón y ya no hay vuelta atrás. Ocurre lo inevitable.

Las emociones se convierten en una brutal energía en mi interior. Algo más poderoso que la propia fuerza creadora del mismísimo universo emerge. El sistema se decelera, el tiempo se para, he dejado de existir, ya sólo queda el eterno remanente de nuestras figuras besándose, unidas en una sola. ¿Hemos escapado?

Inesperadamente, me da un vuelco el corazón... Se oye el horrendo, desafinado, chirriante, monstruoso, doloroso y quebrante gorjeo de las golondrinas que cortan el aire cual daga afilada y se clava en mi mente hundiéndome en la mayor de las penurias humanas. Todo se había fragmentado y disipado, por la ventana ya sólo se llegaban a apreciar los últimos rayos de luz rojizos de la puesta de sol. La última vez que estuve aquí era de noche. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Y yo estaba otra vez en el suelo de aquella habitación, sin nada, y aún peor, sin nadie...

Lágrimas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora