Oscuridad - Acto II

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Tras despertar, con los primeros rayos del amanecer, me armé de valor y salté por la ventana. Agraciadamente, la caída fue ligera, amortiguada por la vegetación superficial. No puedo decir que las flores sobre las que descendí corriesen la misma suerte que yo.

Era la primera vez que veía aquel lugar desde el exterior. Los ladrillos eran de piedra, recubiertos de líquenes y pequeños brotes que emergían de las hendiduras generadas por la unión entre ellos.

Di una vuelta alrededor de la construcción, me fascinaban todos aquellos puntos de vista y ángulos que podía presenciar de mi crisálida. Era totalmente distinta por fuera que por dentro. Nunca nadie podría haber imaginado lo que alberga en su interior.

Por detrás de la silueta de la casa nacen las siluetas de las golondrinas. Se muestran gloriosas por su superioridad. Deliberadamente, en cuestión de unos segundos, se dirigen hacia y giran de manera amenazante a mi alrededor. Inmediatamente las aves adquieren de forma unánime una dirección. Me dirijo tras ellas con todo mi empeño, pero se tornan pequeños puntos en el horizonte hasta desvanecerse.

Para cuando soy consciente de mi absoluto fracaso por alcanzarlas y me detengo, me siento eufórico por haber seguido mi instinto primario. Estamos nosotros solos camino de algún lugar. Decidí continuar el rumbo que me habían marcado aquellos pequeños demonios.

Andando, hemos llegado a la entrada de un bello templo de algún tipo de piedra grisácea pulida. Se alza sobre grandes cimientos. En las paredes se pueden apreciar marcas y grabados incomprensibles para mí y la estructura podría recordar a la arquitectura de alguna civilización humana antigua. Delante de mí puedo ver la cima del santuario tras una cascada continua de escaleras. La forma en que la vegetación abraza y se fusiona con las paredes y techo me transmite confianza.

Irradia una fuerte magia desde su interior. Puedo prácticamente escuchar el latido de la naturaleza nacer de sus entrañas para aporrear el grácil cielo celeste como si de la percusión de un tambor se tratase. Espero desde lo más profundo de mi ser que resista semejante fuerza salvaje. No resultaría agradable que algo de semejantes dimensiones se nos cayese encima llegados a este punto.

Me lleno de valor, en parte atraído por la curiosidad y el misterio. Comienzo a subir escalón tras escalón, sintiendo cómo en cada paso un fragmento de vida es insuflado en mí. Percibo la percusión cada vez más cerca y vigorosa.

Me apresuro a llegar a lo alto. Una vez en ella, me encuentro con una firme entrada de roca sostenida por robustas columnas corintias situadas a ambos lados. Me detengo a observar la absoluta penumbra que inunda el interior del templo. Fijo y fuerzo la mirada en ella en un vano intento de vislumbrar alguna figura en su interior.

Impulsado por una fuerza más emocional que racional, casi impuesta, me adentro con cierta inseguridad en lo desconocido. Ando despacio y con las manos por delante para evitar chocar con algún objeto o pared. Mientras, mis ojos comienzan a adaptarse a las nuevas condiciones de iluminación y soy capaz de distinguir vagamente siluetas. Me dejo guiar por los golpes de percusión. Atravieso el marco de una puerta y accedo a una pequeña sala en la que se sitúa de manera central una escalera de caracol que profundiza hasta lo que probablemente sea el corazón de la estructura.

Apoyo mi peso sobre la barandilla de la escalera, abrumado por mi situación, dudo de que estemos siguiendo el camino correcto. Pero después de haber recorrido tanto, hallar la muerte en aquel lugar sería más reconfortante que volver hacia atrás.

Libero un suspiro de mis entrañas y en un impulso temerario me deslizo por el pasamanos de la escalera. Caigo desenfrenadamente girando en una espiral de escaleras enrollada sobre un eje central. Procuro fijar mi visión en él para evitar marearme. El aire corta mi piel y la fricción incendia y raspa las palmas de mis manos en mi intento de frenarme, provocándome un dolor intenso. Durante la interminable caída en bucle sólo puedo apretar fuertemente los dientes, cerrar los ojos y arrepentirme de la locura que acababa de llevar a cabo.

Lágrimas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora