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─ Entonces, ¿Cuándo cumples años, papá? ─Josuet toma un nuevo sorbo de su jugo y mira a Ruggero en busca de una respuesta.─ ¿Y cuántos vas a cumplir?

─ En un par de semanas. ─explica Ruggero.─ Y voy a cumplir treinta y dos.

─ ¿Y tú, Karol?

─ Uf, para mi cumpleaños falta mucho. ─musito divertida.─ Y pues, voy a cumplir veintiséis.

El niño asiente y cuenta con sus dedos la diferencia de edad que su padre y yo llevamos. Y cuando Ruggero se adelanta a decirle que son seis años, él contesta con un simple; No son muchos.

Y en todo caso, aunque lo fueron, no iba a importarme en realidad. No me interesa la diferencia entre Ruggero y yo. Creo que eso no debería influir en una relación si es que en verdad existe amor.

En fin. Hace media hora habíamos llegado a casa de Ruggero luego de haber almorzado en un lindo restaurante, Antonella está preparando un postre de bienvenida para Josuet y eso hace feliz al niño. Y es que, hace solo unos minutos me dijo no sentirse bien con tantos extraños.

Pero al parecer, Antonella se propuso no dejar que su incomodidad hacia Candelaria se transmita hacia su nieto. El niño no tiene la culpa de nada. Además, es tan tierno y educado que es imposible no quererlo.

─ ¿Tendrás una fiesta de cumpleaños? ─pregunta una vez más y Ruggero niega.─ Yo si quiero una, cumplo nueve en noviembre.

─ Yo también. ─digo riendo.─ O sea no cumplo nueve años pero si el nueve de noviembre.

─ ¿De verdad? Yo cumplo el once. ─exclama emocionado.─ ¿Podemos celebrar nuestros cumpleaños juntos?

─ Bueno, cada vez que cumplo años, Giovanna y yo nos vamos de campamento junto a unas amigas. ─explico.─ Pero creo que este año será diferente.

─ Si. ─dice risueño.─ ¿Te gustan los regalos? A mí me gustan bastante y por eso quiero una fiesta. Pero, espera...

Cuando se queda callado miro a Ruggero confundido y él niega dándome a entender que no sabe nada. Pero es extraño que la felicidad del niño se haya esfumado tan de pronto.

Antes de que pueda preguntarle qué sucede, Candelaria entra del jardín y nuestra conversación queda en el aire mientras la vemos sentarse junto a su hijo. Y lo admito, estoy un poco nerviosa.

Una cosa había sido almorzar con ella, Ruggero y Antonella. Pero otra muy diferente que la hayan invitado a quedarse en esta casa mientras se recupera y encuentra un trabajo. No estoy muy cómoda a decir verdad.

Ruggero se ha portado muy maduramente a decir verdad, ha hecho todo lo posible para que yo esté cómoda, me pregunta primero si me parece bien cualquiera de sus propuestas y demás. Y para ser sincera, sí, me siento estúpida al haber aceptado que ella se quede aquí.

─ Señora. ─Lalita aparece en la sala y me señalo confundida. Ella asiente. ─ Si, usted.

─ ¿Por qué me llamas señora, Lalita?

─ Porque doña Antonella ya me dijo que usted es la señora de la casa. ¿Puede venir un momento? Necesito que me dé la lista de lo que debo comprar para la dieta del señor.

Ruggero suelta una pequeña risita y afloja el agarre en mi cintura para dejarme ir detrás de la pobre mujer. Detesto que me llame señora, y no soy nada en esta casa. Creo que tendré que dejárselo claro. No solo a ella, a Antonella también.

─ A ver. ─susurro abriendo la nevera.─ El doctor dijo que Ruggero debía seguir una dieta blanda mientras se recupera. Así que anota. ─le pido bajo la atenta mirada de Antonella.─ ¿Lista?

2.- El verde de sus ojos; Por segunda vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora