Capítulo 9: Nada se compara.

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Arrugó la nariz cuando su mejor amigo y el genio dejaron la habitación, Abu mirándola con una sonrisita que la hizo bufar.

— Pensé que estabas de mi lado —gruñó, recostándose en la cama para observar el techo, después de todo no tenía nada mejor que hacer mientras los hombres hacían de las suyas.

El monito dió un salto para acomodarse sobre su estómago, observándola curioso. Ella sonrió, acariciando su cabeza.

Pensó en las calles de Agrabah. ¿Qué estaría sucediendo ahí afuera mientras ella estaba ahí, rodeada de lujos?

Suspiró, era la primera noche que pasaba en el castillo y ya sentía nostalgia. Había faltado a trabajar ya tres noches seguidas y no sabía qué haría al regresar, porque, siendo realistas, ya debía de estar despedida.

Y no sabía si eso era algo bueno o no. Odiaba ese trabajo. Ella quería bailar, no acostarse con desconocidos por dinero. Pero había estado desesperada, hambrienta y sola y no le había quedado de otra en su momento, y ponían un techo sobre su cabeza y ella comida en su boca y la de Aladdin y Abu.

Así que se había quedado con el trabajo. Se había quedado en esa casa llena de mujeres a las que no les agradaba y donde las explotaban tan solo por ser bonitas.

Pero ahora era una princesa. Princesa Zel, de Ababua. Rió ante la idea, ella podría ser todo en esta vida pero una princesa no era una de ellas.

— ¡Haz, Haz! —Aladdin apareció en el marco de la puerta, agitado— ¡Ayuda!

— Deja de gritar y explícame —pidió paciente la chica, observando a su alterado mejor amigo— no puede ser nada realmente malo si acudiste a mi y no al genio.

— Esto... —el moreno sonrió inocente, señal de que lo que fuese a pedir no le gustaría a ella en absoluto y era, además, sumamente estúpido.

— ¿Qué quieres, Al? —suspiró su amiga, poniéndose de pie lista para ayudar, aunque fuese de mala gana.

— ¿Distraes al príncipe Anders, porfis? —se rindió Al ante la mirada de su mejor amiga, que alzó una ceja con sorpresa— el genio lo vió ensayando para ir con Jasmine y yo...

— No quieres que los interrumpa. Bien. Puedo hacer eso —aceptó Hazel, acercándose a un espejo para aplicar un poco más de labial rojo sobre sus labios— por Alá, Al, parecía que querías que matara a alguien. Bájale a los nervios, las chicas los notamos —agregó, dándole unas palmaditas en la espalda antes de salir del cuarto en busca del adorable príncipe.

Siguió por el pasillo que sabía llevaba a los aposentos de la princesa. Asumía que, de Anders estar en alguna parte, sería vagando por allí. Y tenía razón, escuchó su voz antes de doblar en una esquina y se detuvo, esperando a que se acercara a ella para poder "chocar" con él de casualidad.

— ¡Oh, lo siento! —exclamó entonces, llevándose una mano al pecho con fingida sorpresa— lo lamento, príncipe, soy tan boba...

— N-no, no debe disculparse —sonrió el rubio, sujetándola delicadamente del brazo para ayudarla a recuperar el equilibrio— yo tampoco me fijé.

Hazel sonrió con dulzura— Ambos somos unos bobos, entonces —decidió, jugando con una pieza de cabello que se había escapado de su peinado.

— Supongo que sí —concordó él, su mirada desviándose a la acción de la chica— permítame —murmuró, tomando el mechón con su propia mano, moviendolo tras la oreja de una sorprendida Hazel— lo siento, yo... —tartamudeó, recibiendo como recompensa una sonrisa.

— ¿Le gustaría caminar conmigo, príncipe? La luna se ve bellísima esta noche —propuso, observando al hombre a través de sus largas pestañas.

El rubio asintió atontado, ofreciéndole un brazo que Hazel tomó con gusto, ambos caminando hacia los jardines charlando sobre todo y nada, sus ropas brillando levemente bajo la luz de la luna.

Pronto y casi por inercia su mirada se cruzó con la del genio al otro lado del jardín, que caminaba del brazo con la bella amiga de Jasmine, Dalia. Le sonrió de forma forzada, desviando la mirada casi de inmediato, regresandola al príncipe a su lado, que le contaba sobre su reino y todas las cositas brillantes que allá tenía.

Asentía y comentaba de vez en cuando, pero, mientras su cabeza escuchaba con atención, su corazón no estaba siendo realmente parte de la conversación, su subconsciente obligándola a, de vez en cuando, buscar con la vista al genio por el jardín, queriendo saber qué hacía. ¿Estaba pasando un buen rato? ¿Era Dalia buena compañía? ¿La besaría luego de darle las buenas noches?

— Los gatos me adoran, pero por alguna razón el tigre de la princesa Jasmine no lo hace —explicó Anders, un puchero en sus labios— ¿Usted tiene mascotas, princesa?

La morena sonrió radiante, asintiendo con energía— Tengo un mono —contó, por primera vez en toda la conversación hablando con real entusiasmo— su nombre es Abu. Es la cosita más bella y adorable del mundo.

El hombre a su lado sonrió también— ¿La más bella del mundo? —musitó, sus ojos viajando por el rostro de la chica— no sé qué tan cierto sea eso —acabó, asegurándose de que su mensaje llegase de forma clara, pero sutil.

Hazel se sorprendió, era la primera vez que Anders era, realmente, encantador y mostraba un interés genuino por ella. Sintió sus orejas calentarse por la vergüenza y se aseguró de esconderlas con su cabello, alzando la mirada con una tímida sonrisa en los labios.

— Se hace tarde —murmuró, mirando el cielo para más énfasis— debería volver a mi habitación.

El príncipe asintió de inmediato, separándose lentamente— Sí, tiene razón —dijo despacio, tragando saliva antes de tomar una de las manos de la morena, dejando un beso en la palma— Descanse, princesa —se despidió, dándole la espalda para comenzar a caminar hacia su habitación.

Hazel se quedó un momento allí, observando la luna sobre ella comenzando a esconderse entre las nubes. Suspiró y deseo repetir todo lo ocurrido esa noche, pero con alguien más.

No quiero perder mi fe... Quiero seguir de pie, no hay tiempo que perder —cantó en un susurro, comenzando a alejarse del área central del jardín cuando la risa del genio llegó a sus oidos— Despertaste un sueño en mi, que se hizo realidad, que no se puede repetir... —se alejó, dejando que solo la luz de la luna la iluminara— Tómame y empieza a sentir mis manos temblando...

No entendía. Estaba triste. Furiosa. Confundida. Sola. Sentía tantas cosas a la vez que pensaba que iba a explotar. Y todas y cada una de esas emociones la llevaban a la misma persona.

Ni la luna ni las estrellas pueden con su luz opacarnos... Nada se compara, nada se compara... No hay diamantes ni riquezas, que brillen mucho más que tú, nada se compara, nada se compara...

Pero esto no era un cuento de hadas, de esos donde el amor a primera vista es real y correspondido. Ella no era una princesa y debía aceptarlo. Aunque doliese. Sentir amor a estas alturas era ridículo. No era real. Era capricho.

¡A ti! Nada, nada... Nada, nada... Nada, a ti.. ¡A ti...! Nada es igual... Nada es igual... Nada es igual, sin ti... ¡No sé, qué hacer...! —se dejó caer en una banca al final del jardín, sus ojos cristalizados y su mente echa un torbellino.

Ella no era una princesa.
No era Zel.
Su nombre era Hazel.
Y no pertenecía allí.
Ni con el genio.
Ni con nadie.

Nada se compara... —acabó de cantar, su voz apenas un susurro— a ti...

♡ ♡ ♡

Hola! Lamento la laaaarga espera, pero he estado a full jajaj, ojalá les haya gustado el capítulo!

Besos,
Connie.



arabian nights ○ aladdinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora