Claudia era realmente mala para elegir café. Siempre se quedaba quince minutos (literal) parada frente a la estantería, mirando detalladamente los precios y sobre todo, las marcas. Cualquier persona, en su lugar, elige uno que sea barato y ademas de buena calidad, lo prueba, y si le sirve, compra siempre el mismo. Pero Claudia no era así. Ella compraba distintos todas las semanas, pero nunca terminaba de decidirse con uno. Con las demas cosas no era así, sólo con el café instantaneo.
Y eso pasó ese martes. Indecisa, Claudia agarró el Dolca y lo metió dentro del carrito. Se fué rápido de esa sección antes de arrepentirse. Pasó por el sector de congelados y se detuvo frente a las leches. Un espejo vertical separa las diferentes marcas, y nuestra chica aprovecho eso para mirar si su peinado se había alborotado. Le sonrió al espejo al ver que seguía intacto. Vió detras suyo un pelo conocido. Ese pelo se movió y dejo ver el cuerpo entero de... ¡¿Miranda?! No, no, seguro era su imaginación. Se quedó unos segundo para estar segura de que solo fué una equivocación, pero claramente era ella. No era lugar para encontrarsela. Si, era, porque toda la gente tiene derecho a ir al supermercado, pero no era parte de la rutina. Bajó la mirada al sentir un liquido mojar sus pies, luego de escuchar un fuerte estallido contra el piso. Había tirado el sachet de leche, hacdiendo que éste se rompa y vertiera todo el liquido en los azulejos. La gente miraba atentamente la escena. "Sos una estúpida, ahora que vas a hacer? eh?" se enojó consigo misma mientras se agachaba, toda colorada, a recoger lo que quedaba del envase. Escuchó unos pasos acercarse al desastre, seguidos de una risa bonita. Un brazo rodeó su espalda.
-Dejame ayudarte con esto, Claudia.
Miranda se agachó también y apoyó una servilleta en la parte más mojada del piso. Un señor había llamado a los de limpieza, quienes planeaban acudir con baldes y trapos. Las dos se levantaron cuidadosamente y Miranda comenzó a reir nuevamente. Claudia miró de lejos la ridícula escena y luego miro sus piernas, que estaban cubiertas de leche. Miranda vió eso, y enseguida le dio tres pañuelitos más para que se secara.
-No puedo ser mas torpe...
Claudia sentía como si todas las personas y hasta incluso los productos, que mágicamente tenian ojos, la miraran con pena y se burlaran de ella entre todos. También pensó que debería pagar la leche que tiró, pero eso ya no se hacía. Su cabeza se inclino para arriba, observando a la taxista, que estaba concentrada en abrir el segundo paquete de pañuelitos Klenex. A su alrededor, la gente se fué a seguir con sus mandados, y los productos escondieron sus ojos y volvieron a ser sólo eso: productos. Los de limpieza vendrían a limpiar luego de terminar el otro sector, dejando solas a nuestras dos jovenes. Miranda no podía contener la risa por la situación, ignorando lo avergonzada que su... ¿conocida? se sentía.
-Miranda, no le veo la gracia.
Los ojos verdes de Claudia parecían pequeños láseres que intentaban quemar la sonrísa brillante de Miranda. Ésta, mirando el suelo enlechado, y luego a Claudia, volvió a reír más fuerte. Tiró dos pañuelitos al suelo, que al instante absorbieron el liquido y quedaron completamente mojados. A continuación, situo sus pies, uno en cada pañuelo. Tomó impulso, y pasó rápidamente a unos metros, patinando en el suelo mojado. "¿Acaso está.. patinando?" se preguntó sorprendida Claudia. Agarro otros dos pañuelos, y los tiró en frente de los empapados pies de Claudia. Agarró con fuerza (pero sin perder la delicadeza de su tacto) las manos de ésta, obligandola a poner sus pies sobre los "patines". Claudia se negó al principio, pero la sonrísa contagiosa de la taxista la animó al final. Cuando se subió cuidadosamente, las manos de Miranda la empujaron detrás de ella, haciendo a nuestra torpe chica patinar unos metros. Pero no todo era perfecto. Miranda se tropezó con una de las góndolas, y cayó directo al piso mojado, como si se tirara al centro de una pileta. Y claro que Claudia cayó con ella. Miranda lloraba de la risa, totalmente despreocupada por su hermoso vestido florar empapado y pegajoso. Claudia, en cambio, lloraba y reía al mismo tiempo. Al final, decidió entregarse a la ultima. Las dos en el suelo, mirandose y riéndose de ellas mismas. Claudia pensó que la risa de Miranda podría llegar a convertirse en una adicción.
Los de limpieza se sorprendieron al ver la ridícula escena: dos lindas chicas, con sus vestidos completamente mojados, sus cabellos alborotados, tiradas sobre el mojado suelo y riendose como si no lo hubieran hecho en años. Uno de ellos se acercó, conteniendo una pequeña risa en su garganta.
-Señoritas, si me permiten...
Miranda se levantó primero y se estrujó el vestido y luego le dió la mano a Claudia para que se pudiera levantar. Caminaron lejos del lugar y ya en la caja, pudieron terminar de reír. Sus miradas se cruzaron, no se sabe si por casualidad, o por que las dos se venían mirando y sin darse cuenta, se encontraron. Pero fué un momento intenso. Las rísas se convirtieron en seriedad, y luego en sonrísas. Miranda le sonrió a Claudia sin dejar de sostenerle la mirada.
-Lo siento, yo suelo ser torpe pero... no a este nivel.
Claudia intentó desviar el momento comentando esa estupidez. La taxista, asintió con compasión. Y la seguía mirando. Su mirada quemaba el rostro de Claudia, que miraba a su vez al tomate que pasaba por la cinta de la caja.
Ya afuera, las dos se despidieron y tomaron caminos diferentes. Claudia miró su reloj de muñeca y vió que aun tenia tiempo de dejar las cosas en su casa y luego ir a la facultad. Mientras caminaba, trataba de repasar los temas que debía estudiar, ya que se apróximaba un parcial. Pero le fué difícil con la imagen de las manos suaves de Miranda sosteniendo las suyas y su sonrísa contagiosa animandola en el supermercado. Claudia pensó si Miranda, luego de semejante papelón, la pasaría a buscar mañana para ir a trabajar. Y luego recordó que ella patinaba sobre leche, asi que, eso no sería un problema.