Seis y cinco am. Claudia se despertó casi quince minutos antes de que el despertador sonara. Protestó mientras se daba vuelta en su cama, intentando volverse a dormir. Fué en vano, ya que ni bien comenzó a cerrar los ojos, el reloj sonó fuerte. Ya era hora de bañarse y salir a trabajar. Se estiró, haciendo sonar hasta el último hueso de su cuerpo. Se asomó por la ventana de su habitación y vió que era un día hermoso en la ciudad, ni una nube amenazaba el cielo azul. Casi de película. Si no tuviera que ir a la oficina, definitivamente se la pasaría tomando sol en su terraza. Se acercaba el verano y con eso, se acercaba el fin del año laboral. Sonreía cada vez que lo pensaba. "Falta poco, Claudita. Se viene con todo este verano." se decía todas las mañanas.
Luego de una ducha refrescante y despertante (palabra que inventó Claudia, según ella), se vistió con la misma y asburda ropa. Desayunó rápido y salió de su depto. El vecino la miró, pero no se gastó en saludarla. Claudia no lo vió. Al llegar al hall principal, vió por la puerta de vidrio que en frente estaba mal estacionado el taxi. Se rió, sabiendo que probablemente Juan, un vecino del 5to que también salía a trabajar a esa hora, se quejaría en voz alta. Claudia se subió rápidamente al auto y al abrir la ventanilla, lo pudo escuchar. Miró por el espejito a Miranda, quien se asustó un poco por el tono de voz de aquel hombre.
-Tranquila, siempre es así.
La taxista suspiró aliviada y saludó por el espejo a Claudia. Arrancó lo más rápido que pudo, luego de que Juan seguía gritando y tocando bocina.
-¿No es un hermoso día?-preguntó Miranda al sentir el sol reflejándose en su cara.
Claudia asintió mirando por la ventanilla. El sol quemaba pero el viento lo apaciguaba. Perfecta combinación para un día espectacular de primavera.
-Me encantaría irme un rato a la costa... tomar mate y mirar el mar.
-¿Y por qué no lo haces?
Claudia rió ante la ingenuidad de Miranda.
-Por el trabajo.
El auto de repente dobló en una calle que no era habitual. Claudia asomó la cabeza entre los dos asientos delanteros, mirando intrigada a Miranda.
-Por acá nos estamos desviando...
-Ya se.
Miranda sonaba tranquila y eso solo lograba enloquecer más a Claudia. ¿Por qué doblo ahí? ¿Tal vez se olvidó el recorrido? ¿Lo quería cambiar? Muchas preguntas para pocas respuestas. Sólo una era la correcta:
-¿A donde vamos?
Miranda la miró por el espejito, sonriente. Oh, no. No podía estar pasando eso. Claudia lo sabia.
-Miranda, no creo que esto sea correcto... en mi trabajo se enojarán si no llego temprano, esto no es correcto...
Claudia escuchó el "clic" del seguro de las puertas. ¿Acaso la estaba encerrando en el taxi? Definitivamente no queria hacerle una denuncia a la hermosa taxista...
-¿Sabes, Claudia? Yo también quería ir hoy a la costa. Dicen que Mar del Plata está hermoso. Te prometo que la pasaremos bien.
Luego de decir esas palabras, la taxista frenó el auto. Bajó con un termo en una estación de servicio. Claudia, obviamente, la siguió histérica.
-¿Que, que haces? ¿En serio pensas que...?
-Si.
En ningun momento Miranda se dió vuelta para mirarla, solo siguió su camino. Subieron de nuevo al auto, esta vez Claudia en el asiento de adelante. Miranda arrancó de nuevo. Por un lado, era un sueño hecho realidad para Claudia. ¿Qué más podía pedir que ir a la costa, un día asi, y con una hermosa chica que la llevara? Pero por el otro, el lado responsable de Claudia demandaba que esa idea era una absoluta locura que no se debía llevar a cabo. De nuevo se encontraba luchando con sus dos lados. Y Miranda sólo disfrutaba de un rico mate. Al sentir que la chica a su lado estaba por tener una crisis nerviosa, le agarró la mano con tranquilidad.
-Claudia, te mereces un día de descanso, y yo también.
Recién ahí, bajo el tacto de Miranda, nuestra joven respiró. Sus lados dejaron de luchar y desaparecieron. Miró al frente y vió el hermoso día que asomaba por el cielo. "Esta bien" pensó. Pero una pequeña parte de ella aún pensaba en qué excusa presentarle al jefe el día siguiente.
Pasó recién una hora desde que el auto dobló por la calle equivocada. Las dos jovenes se encontraban ahora recorriendo la ruta 2 mientras hablaban y comian. Claudia se durmió entre la 2da y 3er hora, ya que estaba muy cansada y al pegarle el solcito calentito en la cara, no resistió estando lucida mucho tiempo. Miranda disfrutó eso. Cuando se despertó, al asomar sus entrecerrados ojos por la ventanilla, logró ver un poco de mar.
-Buen día!-dijo Miranda.
Ambas sonrieron. Miranda pensó que Claudia se veía hermosa cuando el sol le realzaba el verde de sus ojos. No veía mejor ocasión que esa para recalcarselo.
-Me gustan tus ojos verdes, Claudia. El sol los hace más brillantes.
Claudia se estaba derritiendo y no exactamente por el sol. No sabía si era cierto aquello, pero si que fué lo más lindo que le dijeron en su vida.
-Gracias.
Luego de otra interminable media hora de embotellamiento, pudieron al fin llegar. El aire cambió completamente. Se podía oler el maravilloso olor del agua salada y el viento era mucho más fresco. Estaban justamente en la playa "La Perla". Miranda le había comentado a Claudia que esa playa la frecuentaba desde que era adolescente y que era su favorita, ya que era bastante bonita y no solía ir mucha gente. Tenía razón. Claudia lo comprobó al ver niños corriendo y gente tomando sol, tranquilamente y sin mucho alboroto. Bajaron unas largas escaleras de piedra con el mate y una toalla que Miranda tenía en el taxi. Eligieron un lugar cerca de la orilla del mar y se sentaron bajo el irradiante sol del mediodia. Claudia cerró los ojos por un momento. Disfrutó. Hundió los dedos en la arena caliente. Que bién se sentía. Miró a su costado, encontrandose con una Miranda totalmente libre, hermosa, diferente a la que estaba acostumbrada a encontrar todas las mañanas. Miraba despreocupada al mar y el pelo golpeaba su cara de vez en cuando. La admiraba mucho. No cualquiera cometía semejante viaje... no que ella conociera. Fué inevitable para Claudia perderse en esos finos y hermosos labios. La forma en que empezaban a curvarse para luego mostrar una envidiable sonrísa. Miranda le dirigió la mirada, y notó la forma en que nuestra chica la examinaba. Claudia se avergonzó y miró de inmediato al mate. "Siempre tan disimulada, Claudia, siempre..." pensó mientras no quitaba la vista del termo, intentanto evadir el enrojecimiento de sus mejillas. Sorpresivamente, el termo desapareció ante sus ojos, con la mano de Miranda levantandolo, claro. Luego esa misma mano se detuvo en el pelo de Claudia, jugando con el. Todo lo que alguna vez Claudia soñó despierta estaba pasando en ese caluroso mediodía de noviembre. Nuestra chica rompió con toda barrera mental (que ella misma las creaba) y se acercó más a la taxista. Ésta se acercó también, haciendo que sus caras esten a una distancia de menos de dos centímetros. Queda claro que se iban a besar.
Pero eso no pasó. Ya cuando empezaron a sentir sus propias respiraciones golpear en sus labios, una fuerte melodía arraso con el tan buscado momento. Claudia se alejó asustada, mirando su celular sonar sobre la toalla. Vió a traves de la pantalla que era su jefe el que la estaba llamando, y esta vez su parte responsable tomó control de ella. Miranda, por su parte, suspiró frustrada. Había sido duro llegar a eso. Claudia tomó el telefono y atendió, agitada y nerviosa.
-Lo lamento jefe, estoy enferma...