Despues de esa inoportuna llamada, el perfecto ambiente creado había desaparecido por completo. Claudia se levantó nerviosa y miró frustrada a Miranda, quien seguia sentada. Caminaron un poco por la playa, incomodas. Luego las dos partieron de vuelta para Buenos Aires mientras se mantuvieron en silencio. Claudia se despidió luego de unas nuevas cuatro horas de viaje, cuando Miranda la dejó en la puerta de su casa. Fingió una pequeña sonrisa a traves del espejito retrovisor y la taxista hizo lo mismo, pero sin siquiera mostrar los dientes. Una lastima para Claudia, que le encantaba verla sonreír. El taxi se fué y nuestra joven desilusionada subió a su depto. Intentó estudiar, pero fue en vano. Las imagenes de lo vivido esa mañana no la dejaban en paz. Deseaba tanto haberla besado... pero bueno. Se conformaba con el casi-momento. Cenó, se acostó, e intento dormir. Finalmente lo hizo despues de media hora de dar vueltas en la cama.
Para Miranda, lo que restó del día fue bastante corto. Al volver de la costa, tuvo que seguir trabajando hasta la noche, para compensar las horas. Cuando llegó a su casa no quiso comer. Se sentía como.. ¿vacia? Algo le faltaba. Miranda era de esas personas que siempre quieren terminar algo que empezaron, si no la pasaran realmente mal. Mientras se duchaba recordó lo sucedido en la playa, cuando las dos estaban tan cerca y por supuesto, cuando el maldito telefono sonó. Ya tenía asumido que lo que sentía por Claudia era atracción. No le costó mucho saberlo. Lo único que no sabia era el por qué de esa atracción. Quizas era por su bonito cabello, sus ojos verdes, su histérica personalidad. Y así paso todo su baño pensando en la joven pasajera y todo lo que habian pasado. Al salir, fué a buscar el pijama, pero pensó algo mejor. Se puso el primer jean que encontró tirado en su habitación, una remera limpia y salió casi corriendo de la casa. El hermano dormía placidamente, asi que no se enteró. Agarró las llaves de su auto y subió apurada. No se detuvo ni un segundo a pensar si lo que estaba a punto de hacer era una locura o no, como lo haría Claudia. Condujo tranquila, pero nerviosa a la vez. Por fin se detuvo frente al edificio donde vivía la joven. Estacionó en frente y bajo nerviosa del auto, repasando mentalmente las palabras que pensaba decirle. Recordó el numero de depto que en una de esas charlas en el taxi Claudia le comentó, y tocó. Pasó un minuto y nadie atendió. Miranda empezó a analizar la idea de que Claudia, al ser tan tarde, no atendería. O tal vez no estaba, pero era poco problable ya que le dijo que debía estudiar. Miranda también tenia una excelente memoria y se acordaba de detalles quizas sin importancia. Volvió a tocar el portero, y una voz medio dormida contestó un "¿Quien es?". Miranda se rió por esa voz y le dijo que era ella. Pasaron como diez minutos y Miranda estaba apoyada en la puerta principal, esperando. Sintió un leve golpe en la cintura y vió que la puerta quería abrirse. Atras de esta, estaba Claudia con un vestido negro y unas ojotas bastante simpáticas. No estaba del todo elegante, pero esa ropa le quedaba perfecta. Claudia la invitó a entrar, con una cara mezclada de nervios y sorpresa.
-Miranda!- exclamó mientras la miraba, aún sin entender mucho- vamos a arriba asi tomamos algo.
Claudia pidió el ascensor a los bostezos.
-Perdón por la hora, pero...
-No pasa nada. Arriba me contas que paso...
¿Que le podia decir Miranda? Trataba de pensar algo concreto para explicarle mientras la otra abria la puerta de su depto, invitandola a pasar detras de ella. Le ofreció asiento en el sillón y le trajo un vaso de agua, mientras ella tomaba té. Se sentó a su lado, aun cansada, pero feliz de tenerla ahí. Miranda se posicionó mejor frente a ella y dejo su vaso en la mesita. Era hora de hablar.
-Claudia... simplemente vine porque tenia algo que resolver.
La joven de ojos verdes levantó la ceja en señal de duda. Miranda se acercó más.
-¿Crees que hoy no paso algo que tenemos que terminar?
Claudia supo de que hablaba la taxista. Empezó a sentir como las manos le temblaban al sentir el cuerpo de Miranda cada vez más cercano al suyo. Pasó la mano por su cara. Su piel era increiblemente suave.
-Me alegra que no te hayas olvidado.
-¿Cómo hacerlo?
Los dedos de Claudia seguian disfrutando de la piel de Miranda. Luego, sin retirar la mano, cerró los ojos y se acercó de a poco, dejando sus labios sobre los de ella. Un beso de aquellos dulces. Pero esta vez, no hubo ningun telefono entrometido. Los labios de Miranda eran tan delicados, mejor de lo que se habia imaginado antes Claudia. Miranda se apartó suavemente de la union y se detuvo a mirar a nuestra joven. Sonrió, y eso hizo que la otra también lo hiciera. Efectos de su sonrísa hermosamente contagiosa.
-Bien.. supongo que ya me puedo ir tranquila.-dijo Miranda alejandose un poco.
-No te vayas...
Claudia realmente queria que la taxista se quedase al menos, un rato más. No podia ir, besarla, dejarle miles de "mariposas" (Claudia no cree en esas cosas, pero las siente sin embargo) en su estomago, e irse como si nada hubiera pasado. No podía tirar una bomba e irse sin verla estallar. Miranda volteó ante el pedido medio desesperado de Claudia, y la miró a los ojos. Notó que sus ojos verdes se veían cansados, pero tenian en el centro un brillo deslumbrante.
-Sé que te lo dije antes, pero, en serio me gustan muchos tus ojos.
Las miradas siguieron, se intensificaron. En un momento, la oscuridad se apoderó del lugar, dejando solamente visible unos pequeños puntos de luz que dejaba la forma de la cortina.
-Mierda, otra vez la luz.
Se podia ver la sombra de Claudia moverse rápidamente, protestando ante el corte. Miranda se rió y buscó su cara entre la oscuridad. Cuando la encontró, la agarró entre sus manos y se acercó guiandose por los puntitos reflejados en su vesitdo.
-Es más divertido asi, nena.
Unos destellos de electricidad recorrieron el cuerpo de nuestra joven al oír eso. Ese "nena" podia llegar a hacerla enloquecer. Pero... sin luz no se lograba ver bien. ¿Como podía caminar sin caerse? Tenía que llamar para reclamar. Los labios de Miranda chocando con los de ella aún en la oscuridad, la hicieron cambiar de opinión. ¿Y si probaba con dejarse llevar? Definitivamente lo haría, de la mano de su taxista.