05.

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S e r e n d i p i a.

me miró dudoso, y dirigió su vista a Manel que su respuesta fue encogerse entre hombros, vaya ayuda pensé.

—buah ¿cuánto quieres? —dijo viéndome.

—¿y a ti quien te dijo que todo se resuelve con dinero? Yo no quiero dinero. —respondí.

—parece que lo necesitas. —respomdió señalando cada espacio de la casa con su dedo índice, que hijo de puta. Caminé hasta él y me puse enfrente suyo y saqué mi navaja.

—mira guapo, mi casa puede que sea pequeña pero tengo al menos lo básico, tu dinero te lo puedes meter en donde más te quepa —dije poniendo mi navaja en su pecho— no todo lo compra el dinero, lo que te voy a pedir es que dejes ese actitud de mierda con las personas que no estamos forradas, el dinero no te da ningún derecho de tratar a los demás como se te dé la gana, eso es todo ¿está claro? —dije, él tragó grueso y asintió varias veces y me alejé de él— tranquilo, ni tan siquiera había sacado la cuchilla —dije mientras tocaba el botón haciendo que la cuchilla salga, solo le había puesto el cuerpo de la navaja en el pecho y ya estaba cagado.

—Manel pide un Uber —le dijo a su amigo y yo me reí.

—aquí no entran ubers, ¿dónde crees que estamos, en una urbanización? Chaval estamos en un barrio, y no cualquier barrio, así que guarda tu teléfono Manelito —dije poniendo mi mano en el hombro del anteriormente mencionado— yo os pediré un taxi hasta la salida del barrio para pidáis vuestro Uber, eso sí, vosotros pagáis el taxi. —dije mientras me ponía un hersey.

llamé al taxista con el que solía viajar mamá y rápidamente llegó para llevarnos hasta la salida del barrio.

—¿ahora sois amiga de niños pijos? —preguntaba el taxista.

—no, fue más una obra de caridad —respondí y él rió— ya sabes tú que la gente así no me cabe, Jorge.

—lo sé Seren, pero bueno, ya estáis servidos ¿quién paga?

—yo —habló Ginés, sacó su cartera y luego su tarjeta, yo pegué mi mano contra mi frente.

—¿es en serio chaval? —se burló Jorge y Ginés lo veía confundido— ¿crees tú que yo andaría un aparato de esos trabajando en estos barrios? Te regalo el viaje Seren, cuídate.

—gracias Jorge, ahí me disculpas. —respondí y puse el auto en marcha.

—yo hubiese pagado pero no cargo efectivo. —decía Manel.

—no te preocupes. —le respondí.

—ya pedí el Uber, no tarda en llegar —habló Ginés.

—ya sabes que tienes que hacer Ginés y te lo digo en serio chaval, una tercera no te la dejo pasar. —le amenacé, él le veía asustado. El auto llegó y él subió rápidamente sin dar mínimo las gracias, pero bueno, tampoco lo esperaba de alguien como él.

—gracias por la ayuda. —decía Manel antes de subir al auto.

—no es nada, y perdón si te asusté con lo que pasó ahora en casa —le dije.

—tranquila, descansa. —dijo amablemente y subió al auto. Que chaval tan simpático.

caminaría hasta mi casa, no estaba lejos realmente, pero sabía que a ese par le daría miedo caminar hasta acá, y aunque probablemente no nos fuesen hacer algo prefería prevenir, tenía más enemigos de lo que se podía imaginar, y que dos chavales que apenas concía sean un cobro no era algo muy justo honestamente.

—vaya, vaya Serendipia, hasta que te veo. —escuché una voz fememina.

—¿qué quieres Eraida? —me volteé para ver a la chica que estaba detrás de mí.

—me encantaría pegarte un tiro en medio de esas cejas tan perfectamente delineadas, pero.

—pero no tienes los ovarios para hacerlo cari —la interrumpí— y también sabes que no te conviene, así que deberías ir diciendo lo que quieres porque tu voz no es precisamente mi sonido favorito.

—pues mi jefe solamente manda a decir que deberías ir alejandote de la zona cerca del antro de niños pijos porque eso es suyo.

—¿suyo? —dije riendo— yo vendo ahí desde los trece, dile que no me toque los cojones, y es realmente triste ver cómo intentas ser como yo y no te sale. —dije fingiendo tristeza.

—ay Seren, Seren, como encantaría poder dejarte una balita acá —dijo tocando mi entrecejo— y cortarte ese pelito —decía mientras tocaba mis mechones azules— pero

—a ver si te dan los huevos —dije mientras la jala del brazo y sacaba mi pistola para ponerla a un lado de su cabeza— no te dan, y si es que te llegan a dar no duraría dos segundos cuando la que tiene la bala en la cabeza eres tú, así que anda antes de que te explote esa cabecita vacía que tienes. —dije mientras la apartaba de mí bruscamente, soltando un disparo hacia el cielo.

ella únicamente se quejó y se fue. La verdad es que trataba de usar mi pistola lo menos posible aunque siempre la cargaba conmigo en el tallo de mi pantalón, no me gustaba, pero en ocasiones como esta lo ameritaba, en general no me gustaba mi estilo de vida, pero es lo que hay. Llegué a casa y abrí la puerta, mi mamá ya había llegado.

—¿recién llegas? —preguntó mi mamá apenas entré.

—no, andaba haciendo algo. —respondí.

—eso explica las cosas de la cocina ¿A quién le hiciste el té ese?

—a un chaval que salió fatal del antro, fue mi acción buena del año. —respondí riendo.

—ay Luna mi vida —dijo llamándome por mi nombre— yo sé que detrás de esa coraza de acero hay un buen corazón —decía mientras dejaba un beso en mi frente— ya me iré a dormir, deberías hacer lo mismo mi amor, descansa.

—descansa ma. —dije dándole un abrazo y se fue a dormir y yo hice lo mismo.

hell ; walls.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora