10.

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S e r e n d i p i a.

corría lo más rápido posible, la policía venía detrás de mí y yo trataba de huir para que ninguna de sus balas me impactara, me sentía demasiado agotada, ya no aguantaba mis piernas. Me salté un muro y me quedé tranquila al saber que no cruzarían.

caminé hasta mi casa, mamá no estaba, estaba trabajando de noche en un supermercado, al menos ella no tenía que huir de la policía, y la verdad es que con la mierda que gana ahí no alcanza. Seguí caminando y en una esquina pude ver a un chaval que dejándome guiar por su silueta podría jurar que es Ginés.

—que no sea, que no sea. —decía en voz baja. No lo veía hace unas semanas, la vez que dormí en casa de Manel me desperté a las seis y me fui, solo dejé una nota dándole las gracias al dueño de la casa y me fui.

no quería verlo, me había dejado demasiadas sensaciones y no me gustaba eso, nunca he mantenido interacciones constantes con clientes en ese ámbito, únicamente en ámbito de venta y ya, clientes que llevaban meses o años comprando.

cuando estuve cerca pude ver que sí era él, quería pegarle por ser tan terco y entrar hasta acá solo.

—¿qué haces aquí? —dije y él simplemente puso su vista en mí, iba a responder, pero sonaron un par de balazos, lo empujé hasta el fondo de la esquina, y me puse frente a él —quédate aquí. —le dije y el asintió asustado.

caminé hasta donde había algo de luz, y nuevamente escuché los balazos pero esta vez más cerca y en mi dirección, divisé que se trataba de Eraida y recordé que Ginés estaba solo, corrí nuevamente hacia donde él.

—eso ve a donde tu noviecito —gritó Eraida.

—ya estoy harta de que me estés tocando los cojones —le grité cuando estuve frente a Ginés— y eso se acaba hoy hija de puta —cargué el arma y apunté en su dirección, dos disparos, uno de ellos le pegó en el hombro.

tomé la mano de Ginés para correr hasta mi casa, entramos y cerré la puerta con seguro, llamé a mi mamá para pedirle que se quede en casa de una amiga del trabajo, si venía para acá la llenaban de plomo.

—¿cómo te atreves a entrar hasta este barrio y solo? Tienes la suerte de que no te robaron o algo. —dije molesta.

—quería saber cómo estabas, hace unas semanas que no te vemos ni por la esquina del antro. —respondió. Había tenido que dejar de ir por allá porque se estaban poniendo demasiadas tensas las cosas así que había que esperar a que las aguas se calmen.

—por seguridad no he ido por allá pero bueno que más les da si me ven o no. —dije y él negó con su cabeza.

—¿por qué te molesta que se preocupen por ti, tía? Manel y yo somos tus amigos.

—yo no tengo amigos Ginés, si tengo amigos se convierten en blancos para toda esta gente de mierda ¿acaso no ves? Casi te dan un balazo. —le reprendí.

—perdón por preocuparme por ti, pero en serio quiero ser tu amigo y tú no haces más que poner impedimentos.

—no ves que vivo en un puto infierno, no seas terco, al principio me trataste como la mierda ahora te quieres hacer mi amigo, muy sospechoso todo ¿no? —inquirí.

—pasa que pienso en ti más de lo que debería —confesó. Y yo me quedé en silencio— es raro pero me gusta pasar tiempo contigo, eres tan mítica que dejas a las personas con algún efecto de querer saber más de ti, que escondes, eso y que de seguro que una charla contigo debe ser de puta madre.

—tú solo quieres saber de mi vida e irte, y lo siento cariño pero así no van las cosas, no me expongo de esa forma. —dije mientras dejaba la pistola y la navaja sobre la mesa.

—no, quiero saber de ti porque tus ojos parecen querer contar cosas que tu boca va a ocultarme, me parece que te he escuchado mucho antes de que alces la voz, o dime, ¿A cuántas personas les has contado de tu tatuaje o de tu sobrenombre? Si realmente no quisiera saber de ti ni tan siquiera preguntaría esas cosas. —se defendió. Bufé, me odiaba por sentir esas cosas cuando hablaba con él, un niñato con el que compartí pocas veces viene hacer esto en mí, creí que éramos más difíciles Serendipia, me regañé mentalmente, porque muy en el fondo me gusta hablar con él.

—Ginés tienes amigos de tu edad, esos niños pijos con los que andas deben ser más divertidos que yo, anda con ellos, voy a llamar a Jorge. —dije dándome la vuelta.

—no son mis amigos —respondió, y yo dirigí mi vista a él mientras alzaba una de mis cejas.

—¿Manel, Belén? —dije.

—ellos sí, pero los otros no, los amigos están para apoyar, no para humillar. —dijo viendo hacia sus zapatillas.

—¿de qué hablas? —dije juntando mis cejas.

—yo te cuento y tú me cuentas ¿vale? —solté un suspiro cansado y me senté a su lado para escucharlo.

hell ; walls.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora