Capitulo XXV

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Abrazo mis brazos, mientras miro hacia adelante

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Abrazo mis brazos, mientras miro hacia adelante. La nieve pasa por mis ojos, y yo la miro con rencor.

—Violette —bajo mi mirada hacia Eros—. Baja de ahí, mi madre quiere que subas a la motocicleta —frunzo el ceño

—Puedo morir en esa cosa.

—No. Yo estaré conduciendo. Anda, baja —estira sus brazos, miro hacia otro lado unos segundos

Había olvidado que en Roma nieva para esta época. Al menos tiene una piscina climatizada.

Suspiro y bajo más la colina, me rodea para que no caiga. Me coloco a su lado, mientras empiezo a caminar.

—Parezco un pingüino —murmuro. No solo por la cantidad de ropa que tengo, sino porque apenas puedo mover las piernas

No me quiero enfermar, tuve que ponerme muchos pantalones.

—Si —lo miro—. Si te hace sentir mejor, yo solo puedo imaginarme como seria arrancarte todo eso —sonrío y ladeo la cabeza

—Eres tan dulce —pellizco su mejilla, me mira mal

—¡Chicos! —miramos hacia adelante, le sonrío a Ester—. ¡Vengan, esta motocicleta ya esta desocupada! —borro mi sonrisa

—Eros, no estoy segura de esto —miro hacia la motocicleta

—Veras que te gustara —suspiro

—Si muero, te hare burlas desde el cielo. Porque te iras al infierno —lo miro cuando lo escucho reír

Dios, acabo de descubrir que su risa me enciende, es tan profunda.

Miro hacia adelante cuando llegamos.

—Te encantará, Vi —Ester acaricia mi hombro, sonrío levemente

—Toda suya, señor —el hombre encargado se aleja

Bueno, tengo que ser valiente. Si muero, Eros muere conmigo así que estaremos bien.

Lo miro y abro mis brazos.

—Súbeme.

Coloca sus manos por debajo de mis hombros y me sube, se sube el y rápidamente rodeo su espalda.

—No se como me convenciste de esto.

—Ya veras que te gustara. Ten, ponte el casco —me separo y tomo el casco que me tiende

Me lo coloco y vuelvo a abrazarlo. Giro mi cabeza hacia Ester, sonríe y alza sus pulgares. Suspiro, me siento nerviosa.

—¿Lista?

—No.

—Bien.

Arranca y me pego más fuerte, grito cuando empieza a conducir. Cierro fuertemente los ojos.

El Rey y su DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora