•25• (FINAL)

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- SoAh, ¿has comprobado mi agenda de mañana?

- Tres pacientes por la mañana, la tarde la tiene libre.

- Muchas gracias.

Jimin le lanzó un beso a la rubia recretaria, la que le devolvió una dulce sonrisa.

El chico recogió sus cosas de aquella consulta que mostraba una placa con su nombre en la puerta. Había terminado otra intensa y agotadora sesión de trabajo y por fin era hora de regresar a su casa con el pequeño, aunque ya no tan pequeño Ddami. Habían pasado cinco años desde que Yoongi decidió partir hacia Estados Unidos como un corto viaje de negocios, no habían vuelto a hablar desde que se cumplieron los tres años de su viaje.
Jimin lo llamó con los nervios a flor de piel y aquella vena en su cuello hinchada y rojiza como el resto de su piel. Le gritó tan fuerte como pudo y lloró hasta casi desgarrarse la garganta cuando escuchó como su novio le pedía que tuviera paciencia y le comunicaba que aquel viaje iba a durar más de lo esperado. No quiso saber cuánto más, colgó el teléfono y por mucho que hubiese querido, no volvió a escuchar su voz. Casi lo podía imaginar en los brazos de otro hombre.

Jimin mantenía el contacto con Hoseok y con Min Ho, aunque estos solían decirle que no tenían nuevas noticias de Min Yoongi.
Aun así, no quiso decaer, no quiso volver a encerrarse en casa, no quiso regresar a esos 20 años de recuerdos entre esas cuatro paredes. Llamó a su primo, salió algunas noches, y le dedicó su vida a su trabajo.

- ¡Estoy en casa, Ddami!

El perro se subió en sus brazos y comenzó a lamer su rostro con felicidad mientras movía su cola de un lado a otro.

Sonriendo, Jimin sacó uno de los muchos tuppers de comida que su madre le solía llevar y lo calentó mientas poco a poco ordenaba el piso en el que vivía, ese piso que se le hacía grande sin la presencia de Yoongi en él.

Mentiría si dijera que no se asustó cuando escuchó cada uno de los números al poner el código de su puerta, trató de pensar en Jungkook o en su madre pues eran los únicos que conocían el código de cuatro números pero eran casi las once de la noche y era casi imposible que estuvieran entrando en su casa sin haberlo avisado antes. Suspiró caminando despacio hacia la entrada cuando escuchó el pitido de la puerta al ser cerrada y trató de calmar la velocidad de su corazón.
Pero su corazón no le hizo caso y comenzó a latir mucho más rápido cuando fue capaz de divisar una cabellera negra entrando en su casa. Se quedó parado con el plato de comida en la mano, observando como Ddami corría a recibir a su dueño mientras él no era capaz de hacer ni un solo movimiento, sujetando él plato con tanta fuerza que podía sentir sus nudillos volverse blancos.

Yoongi se enderezó entonces, lo miró a los ojos buscando una reacción positiva que nunca llegó, buscando un abrazo que tuvo que imaginar pues Jimin dejó su plato sobre la mesa y se encerró en la habitación con un portazo que resonó por toda la casa.

El mayor suspiró, se sentó en el sofá conteniendo sus ganas de llorar y acarició al perro que se removía contento en su regazo.

- Lo he hecho mal, Ddami, lo sé. Pero no puede estar enfadado conmigo por siempre ¿no?

El perro lo miró moviendo su cola, en sus ojos podía ver que el animal realmente no comprendía lo que estaba diciendo, tan solo lo miraba feliz por volver a verlo. Suspiró y continuó acariciando al animal escuchando los sollozos provenientes del que solía ser su cuarto. No podía hacer nada para hacer sentir mejor a su Jimin porque él era el motivo por el que lloraba y nunca había tenido la oportunidad de saber cómo se sentía aquello, era la primera vez que hacía llorar a Jimin y ardía cómo él puto infierno.

- Cariño...

- ¡No te atrevas a llamarme así, no tienes él puñetero derecho de llamarme así!

- Pero Jimin yo...

La puerta de madera amortiguaba él sonido de sus voces y de los sollozos e hipidos de Park Jimin.

- ¿Qué coño haces aquí? Vete, no quiero verte en mi vida yo...

Fue entonces cuando Yoongi se hartó de aquel llanto que no lo iba a dejar explicarse y entró en la habitación con una velocidad extrema, Jimin no fue capaz de reaccionar ante sus movimientos cuando Yoongi lo tomó entre sus brazos y sujetó su cabeza con su mano dejando que llorara desconsoladamente sobre su pecho.

- Lo siento tanto, Jimin. Sé que no tengo excusa pero por favor, perdóname.

Jimin negaba, débil y pequeño entre sus brazos, con sus lágrimas empapando la camisa del mayor. No pasó mucho tiempo cuando se dejó caer, se dejó abrazar y acurrucar por Yoongi. Cayó dormido entre sus brazos, y fue cuando el pelinegro realmente se dio cuenta del grandísimo error que había cometido al dejarlo de esa manera, tenía que hacerlo, tenía que quedarse allí para poder darle una vida mejor a su pequeño novio y por fin lo había conseguido. Lo tenía todo planeado, todo excepto aquello.

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- Te he preparado el desayuno, por favor tienes que comer un poco.

Jimin estaba realmente débil aquella mañana, apenas y era capaz de levantarse de la cama. Llamó a SoAh para pedirle que cancelara su agenda pues evidentemente no sería capaz de llegar sano y consciente al trabajo.

- Yoongi...

- Cariño... Yo de verdad que lo siento tanto, pero no puedo decirte por qué me quedé allí, no todavía.

Yoongi acarició el cabello del menor, sintiéndose extremadamente sorprendido por la manera en que este se dejaba acariciar e incluso se apoyaba en aquella caricia con sus ojos cerrados.

- Te he echado mucho de menos, no puedes hacer esto así como así.

- Escuchame, te he traído un regalo y necesito... Necesito que lo tengas.

- ¿Enserio crees que este es momento de darme tu puto regalo? Min Yoongi, eres de lo que no hay.

- Por favor, acéptalo.

Yoongi salió corriendo hacia el comedor y regresó con una caja de cartón de color azul pastel envuelta en un lazo blanco.
Se lo entregó a Jimin, quien lo miró con escepticismo al tomar la Caja entre sus manos y deshacer el lazo poco a poco.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de lo que realmente tenía ante sus ojos: dos billetes de avión de Corea hacia California y una pequeña cajita con el logo de una joyería.
Tomó la cajita negra con lágrimas amenazando por desbordarse de sus ojos y la abrió encontrando un fino anillo de plata, era realmente precioso.

- ¿Yoongi?

El mayor tomó las manos de su chico entre las suyas con la sonrisa más amplia que alguna vez hubo atravesado su rostro.

- Park Jimin, cásate conmigo.

FIN

~¡No Estoy Loco, Hyung!~ ·Yoonmin·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora