La estatua

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Ustedes creen que estoy loco, que lo que hice solo lo hace alguien con algún tipo de psicosis, un esquizofrénico. Les aseguro que no es así. Estoy lo bastante cuerdo como para saber dónde me encuentro y por qué es que estoy aquí. Repetiré mi nombre, para la señora que está con la grabadora y la libreta...

¿Estenógrafa? No, no sé lo que significa.

Ya veo. Supongo que debe ser una ardua tarea estar escribiendo todo lo que digo... pobrecita. Letra por letra, palabra por palabra.

Bueno. Vamos al grano. Soy Tadeo Kooper, un puma como pueden ver, a como lo fue mi madre y a como lo fue mi abuelo. Antes de que me apresaran trabajaba en una fábrica donde era supervisor, ya saben el hombre malvado que hace que los demás trabajen como esclavos.

Les relataré cómo es que llegué a asesinar a mi esposa y mi hija.... Las extraño mucho. Ambas eran tigresas muy hermosas de pelaje vivo y brillante.

En fin, tengo mi vaso con agua, una silla cómoda dentro de lo que cabe y unos interesantes oyentes. Antes que nada me gustaría saber sus nombres.

Con que te llamas Ralf. Veo que eres un ciervo muy apuesto y joven. Me imagino que no estás acostumbrado a este tipo de cosas. Se te nota en tus gestos y tu mirada. Por lo general nuestra ciudad es muy tranquila, así que te comprendo. Un gusto en conocerte, Ralf, aunque estas circunstancias no son las más propicias para entablar una buena amistad.

¿Y tú?

¿Erika? Lindo nombre, querida. Por cierto, perdón por llamarte señora antes, ahora que me fijo mejor eres una loba muy linda y joven. Me gustaría que la juventud se contagiara, no es que sea tan viejo, apenas tengo treinta y ocho, pero créanme que los años pesan mucho. También lamento estas circunstancias y espero no incomodarte mucho por todo lo que te voy a hacer escribir. Avísame si crees que estoy hablando muy rápido o si necesitas que te espere.

Bueno, comenzaré por el hecho que ustedes mismos saben: maté a mi mujer y a mi hija. Fue cerca de las tres de la tarde de ayer. Vaya que si era una tarde plomiza, pero debo admitir que ese hecho no fue el comienzo, si no la culminación de algo más grande, algo más... siniestro.

No me miren con esos ojos, sé que parece una locura, pero todo lo que les voy a relatar de verdad sucedió.

Hace tres meses me encontraba conduciendo por la carretera 89, la que parte de la Carretera Sur, esa misma que conecta a todos las ciudades y pueblos. Iba a un seminario de trabajo en Mozonte, un pueblo que está cerca de Riverdele, ya saben, de esos seminarios que no puedes evadir porque si no te despiden. Recuerdo muy bien esa carretera porque pasaba por un extenso bosque, algo sombrío a mi parecer. Después de determinado trayecto una hilera de casas empezó a aparecer, ya había llegado a Mozonte, un gran letrero lo avisaba. Conduje por un rato más ya que todavía había tiempo, eran apenas las ocho de la mañana y el seminario comenzaba a las once. De pronto algo captó mi atención. Vi una venta de patio, o de garaje o como quieran llamarle.

Debo admitir que me siento atraído por toda venta de garaje que miro y si el tiempo lo permite doy un vistazo para ver qué chucherías puedo encontrar que valgan la pena, por lo general solo encuentro mierda, pero una que otras veces me he encontrado con auténticas joyas. Una vez encontré un disco de vinil de Pink Floyd firmado por los miembros de la Banda fue su primer álbum: The Pipper at the Gates of Dawn. Buena música a mi parecer. Deberían escucharla...

¿Qué?

Sí, sí. Vuelvo al tema. Erika, querida, si gustas puedes obviar esa parte.

¿No?

Bueno, supongo que es tu trabajo escribir incluso palabrerías sin ningún valor.

¿En qué parte me quedé?

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