Capitulo 4

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Cuando Jane y Elizabeth se quedaron solas, la primera, que hasta el momento se había mostrado cauta a la hora de elogiar al señor Bingley, manifestó a su hermana lo mucho que le admiraba.

-Es tal como debería ser un joven -dijo-, sensato, jovial, alegre. ¡Nunca he conocido a nadie con mejores modales! ¡Qué desenvoltura, qué educación más exquisita!

-Sí -respondió Elizabeth-, pero en el fragor de la batalla, no le vi ni a él ni al señor Darcy empuñar un cuchillo o un palo.

-Me sentí muy halagada cuando me sacó a bailar por segunda vez. No esperaba semejante honor.

-Es ciertamente un joven muy agradable, y comprendo que te guste, pese a su falta de valor. Te han gustado muchos jóvenes mentecatos.

-¡Querida Lizzy!

-Sabes que tienes tendencia a que todo el mundo te caiga bien. Nunca ves un defecto en nadie. Jamás te he oído hablar mal de ningún ser humano.

-No me gusta precipitarme en criticar a nadie.

-Me choca que con tu buen juicio seas tan ciega ante los desatinos y las estupideces de los demás. ¿También te han caído bien las hermanas de ese joven? No tienen sus modales.

Lo cierto es que eran unas damas muy distinguidas, que sabían mostrarse agradables cuando querían, aunque eran orgullosas y engreídas. Eran bastante agraciadas, habían sido educadas en uno de los mejores colegios privados de la ciudad, pero apenas sabían nada sobre las artes mortales en las que Jane y sus hermanas habían sido perfectamente adiestradas, tanto en Inglaterra como durante sus viajes a Oriente.

En cuanto al señor Bingley, entre él y Darcy existía una buena amistad, pese a lo distintos que eran de carácter. Bingley no era estúpido, pero Darcy era muy inteligente, al tiempo que era altivo, reservado y quisquilloso, y su talante, aunque era bien educado, no resultaba agradable. Bingley sabía que caía bien en todas partes; Darcy, por el contrario, ofendía siempre a todo el mundo.

Pero lo que nadie sabía -ni siquiera el señor Bingley- era el motivo que se ocultaba detrás del frío talante de Darcy. Hasta hacía poco, había sido la viva imagen de la simpatía; un joven de temperamento alegre y extremada amabilidad. Pero una traición sobre la que se negaba a hablar había alterado su carácter para siempre.

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Elizabeth Bennet en multimedia

Orgullo y Prejuicio y ZombisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora