Capitulo 18

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Hasta que Elizabeth entró en el salón de Netherfield y buscó en vano al señor Wickham entre el numeroso grupo de oficiales que se había reunido allí, no había dudado de que asistiría al baile. La joven se había vestido con más esmero delo habitual, y se sentía optimista y dispuesta a conquistar los recovecos del corazón del caballero que aún no se hubieran rendido a ella, confiando en que la empresa no resultara más ardua de lo que fuera capaz de conseguir en el transcurso de una velada. Pero de pronto la asaltó la angustiosa sospecha de que Bingley hubiera omitido invitar al señor Wickham para complacer a Darcy; y aunque ese no era el caso, el motivo de su ausencia fue aclarada por Denny, el amigo de Wickham, que les explicó que éste se había visto obligado a partir el día anterior a la ciudad para asistir a la demostración de un nuevo carruaje que ostentaba la ventaja de ser inmune a los ataques de los infames monstruos. Eso aseguró a Elizabeth que Darcy no era responsable de la ausencia de Wickham, y la inquina que sentía hacia el primero se vio intensificada por su profundo desengaño. La joven decidió abstenerse de conversar con él.

Tras relatar sus cuitas a Charlotte Lucas, a quien no había visto desde hacía una semana, no tardó en abandonar voluntariamente su tristeza y entretenerse señalando a su amiga las rarezas de su primo. Los dos primeros bailes, sin embargo, sumieron de nuevo a Elizabeth en la desolación, pues fueron humillantes. El señor Collins, patoso y exageradamente obeso, le produjo tanta vergüenza y congoja como puede proporcionarlas una desagradable pareja durante un par de bailes. El momento en que logró librarse de él le produjo una intensa alegría.

A continuación, bailó con un oficial, y tuvo la satisfacción de hablar de Wickham y de enterarse de que sus compañeros sentían gran simpatía por él. Cuando esos bailes concluyeron, regresó junto a Charlotte Lucas, con quien se hallaba conversando cuando se le acercó el señor Darcy, que sorprendió a la joven pidiéndole que bailara con él. Sin darse cuenta de lo que hacía, Elizabeth aceptó. Posteriormente el señor Darcy se alejó de inmediato, dejando a Elizabeth preocupada por su falta de presencia de ánimo. «¡Si el maestro Liu hubiera presenciado ese desliz...! —pensó—. ¡Me habría propinado al menos veinte azotes y me habría obligado a subir y bajar veinte veces los mil escalones de KwanHsi!»

—Estoy segura de que acabarás comprobando que el señor Darcy es muy agradable —comentó Charlotte para consolar a su amiga.

—¡Dios me libre! —replicó Elizabeth—. ¡Esa sería la peor desgracia

No obstante, cuando el baile recomenzó y Darcy se acercó de nuevo para sacarla a bailar, Charlotte no pudo por menos de advertir a Elizabeth en voz baja que no fuera boba y dejara que su atracción por Wickhamla hiciera parecer antipática a los ojos de un hombre diez veces más distinguido que éste. Elizabeth no respondió, y ocupó su lugar en la pista de baile. Durante un rato ni Darcy ni ella dijeron una palabra. Elizabeth empezó a pensar que su silencio se prolongaría durante los dos bailes. Al principio decidió no romperlo; hasta que pensando que para su pareja sería un mayor castigo verse obligado a hablar, hizo una observación intrascendente sobre el baile. Tras responder, Darcy volvió a guardar silencio. Al cabo de unos minutos, se dirigió de nuevo a él diciendo:

—Ahora le toca hablara usted, señor Darcy. Yo he hablado sobre el baile, y usted debería hacer un comentario sobre el tamaño del salón, o el número de parejas.

Darcy sonrió y le aseguró que estaba dispuesto a decir lo que Elizabeth deseara que dijese.

—Muy bien. De momento me conformo con esa respuesta. Quizá dentro de un rato yo decida observar que los bailes privados son infinitamente más agradables que los públicos.

—Por el contrario, a mi entender los bailes son más divertidos cuando no son privados. Elizabeth no pudo por menos de sonrojarse, pero estaba decidida a evitar que su rostro revelara el más mínimo indicio de regocijo. En lugar de ello, respondió secamente:

Orgullo y Prejuicio y ZombisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora