Ridiculo.

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Jon era, sin lugar a dudas, un idiota.

Es decir, ¿Quien se enamora tan rápido como él?

Y para colmo, ¿De quién se enamoró?

Aún así, no había duda en su ser en el simple hecho de qué, Damian Wayne, no era realmente un hijo de puta como todos piensas.

No, no, no, no.

Solo era un chico con una fuerte coraza en su alma y corazón para que nadie pudiera dañarlo.

Al despertar, lo primero que hizo fue saltar de su cama con una sonrisa algo nerviosa.

— Muy bien, Jonathan. — se dijo a sí mismo mirándose en el espejo.
— Hagamos el ridículo aún más. — soltó una risita mientras cambiaba su ropa para ir a la escuela.

[...]


Comenzó el trayecto para ir a la institución donde estudiaba, se había acostumbrado tanto a ese horario que despertar con mal humor era cosa del pasado.

¿Que más podía hacer?

Mirando el paisaje, soltó un suspiro.

— Alfred... —

— ¿Si, amo Damian?— cuestionó el mayordomo.

— ¿Cómo... — apretó sus manos en un puño, sintiéndose débil al preguntar aquello.
— ¿Como se siente el amor? — esa pregunta sin duda sorprendió al mayor, sonrió de manera leve mirando a lo lejos la escuela.

— Eso depende que tipo de amor del que estemos hablando, Joven Damián, el amor materno, paterno, fraternal... — contesto con clara tranquilidad, escuchando el chasquido del menor.

— Tal vez incluso este enamorado, Joven Damián. —

— ¡No! ¡Eso es imposible! — cruzó sus brazos con algo de enojo, no sabía ni que respuesta esperar.

— No es tan sencillo... — susurro abrazando sus piernas en el helicóptero hablando con la única persona de confianza que había en la mansión.

— Lo sé joven Damián, pero entre más lo niegue, aquellos sentimientos crecerán con más audacia. — respondió con su voz calmada.

El helicóptero aterrizó, el de ojos verdes bajo de aquel gran objeto, despidiéndose de Alfred sin quejas hacia su padre.

— ¡Dami! — escuchó detrás de él provocando que un escalofrío recorriera todo su cuerpo.
— ¡Que no me digas así! — golpeó la cabeza de aquel chico.

— ¿Por qué? — cuestionó el de ojos azules, mirando los de Damián, el d tez morena retrocedió.
— Eh, p-pues, y-yo... — una chica de cabellera negra llego abrazando el cuerpo del mayor, salvando su trasero de ese incómodo momento.

— ¡Damian! — saludo la presente, provocando un gruñido en el más gruñón, quien se cruzó de brazos.
— Hola, Maya. — poco después llegó Kathy, una amiga de Jon, saludando al pequeño grupo con una sonrisa.

— Hola. — contesto de la misma manera el de cabellera negra mirando a la rubia con su misma faceta de siempre.
— Tengo que ir a clases, si llego tarde no podré entregar la tarea que probablemente nadie hizo. —

— ¿Nos vemos en receso? — cuestionó el chico con lentes.
— No. —

— ¡Te veo en gradas! — gritó ignorando las palabras del contrario.

[...]

Damián fue empujado bruscamente hacia la pared, siendo el cuello de su camisa tomado por uno de los chicos de su salón, más alto que el.
— Muy buena, Wayne, no estás en tu maldita ciudad para que vengas a arruinarnos la nuestra, ¿Por qué no vas de regreso? —

— La falta de base en tu insulto me da asco. — respondió con tranquilidad el moreno, intentaba calmarse, era de esperarse pues si él quisiera, los dejaría en el suelo a todos sin esfuerzo.
— Si claro, sigue ocultando su miedo, mi padre puede sacarte de esta escuela si así lo quiero, así que será mejor que empieces a pensar con quien-

— Vaya niño estúpido. — respondió el de ojos verdes con frustración en su voz, el receso comenzaría en unos dos minutos y no quería dejar plantado a su molestó amigo kriptoniano.
— Veo que has decidido hacerme enojar. — este levanto su mano listo para golpearlo.

— Pero que desesperación, no tengo tiempo para esto. — Damián estaba fastidiado de la actitud tan infantil que la mayoría en la escuela tenía.

Empujó al muchacho quien cayó al suelo por la fuerza que utilizo, no pasó mucho cuando sus otros dos amigos intentaran atacar al menor en estatura, quien simplemente evitaba sus golpes con gracia en su rostro.

Un maestro pasaba por ahí cuando vio el alboroto.

— ¡Ustedes cuatro! — Damián soltó un respingo y literalmente huyó del lugar, lo último que quería era que su padre viniera por sus estupideces de nuevo.

Poco después, encontró a sus amigos, miró fijamente como Jonathan jugaba fútbol con aquella sonrisa idiota de siempre, fue a sentarse en las gradas lejos de la gente para estar tranquilo, cosa que no duró.

— ¿Damian? ¿Que le pasó a tu camisa? — cuestionó la chica de cabellera negra mirando a su amigo.
— No importa. — respondió con su voz de siempre.

Tomo un libro que tenía en mano y comenzó a leer tranquilamente, sintiendo como Kathy y Maya tomaban asiento a su lado, poco después, llego el de lentes.

— Damián. — hablo el chico mirándolo leer, el mencionado dejo de leer y lo miro.
— ¿Hmm? — contesto esperando que dijera algo.
— ¿Ahora que hiciste? — el de cabellera azabache lo miro a los ojos, sabía que por la manera en como estaba algo había sucedido.

— ¿Eso importa?—

— Si. —

— ¿Tienes el sábado libre? — volvió a su libro, causando una sonrisa confundida en el menor.
— Si, ¿Por? — las chicas estaban muy ocupadas hablando de sus cosas que no les importaba nada más, cosa que Damián agradeció.

— ¿Quieres ir al cine? No sé. — paso de hija rápidamente, aún cuando no había terminado la anterior.
— ¿Estás bromeando? —

— Pues si no querés ir esta bien, puedo invitar a Garfield o a Raven de todos-

— Si. — contesto a su pregunta.
— Estoy libre el sábado.

Enamorando a un Wayne «JonDami»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora