[ 11 ] Iguro

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El verdadero amor es como una bonita canción.
Si no es especial, lo olvidas, pero si te enamora de verdad, te gustará el resto de tu vida, porque se habrá instalado en tu corazón.

[ Megan Maxwell ]

Cuanto más intentaba ignorarlo, más insoportable se hacía: un latido que necesitaba ser escuchado, un grito desesperado saliendo a la superficie

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Cuanto más intentaba ignorarlo, más insoportable se hacía: un latido que necesitaba ser escuchado, un grito desesperado saliendo a la superficie. Rika-san decía que era la necesidad urgente de huir cuando las cosas estaban a punto de salir mal, era como un tic, un mecanismo de defensa de los Rengonku. Lo sentí momentos antes de escapar, y lo estaba sintiendo ahora.

Sentado en la sala de la casa, justo horas antes de su llegada, mi corazón se aceleró y mis músculos se contrajeron.

Mi instinto me llevó a la puerta.
Me decía que me fuera; que me alejara, a cualquier lugar menos este. Pero por primera vez en mi vida, no quería irme solo. Apenas podía concentrarme en esa voz que amaba tanto describiendo lo asustada que estaba de perderme, y cuán cerca estaba de escapar cuando corrió en la dirección opuesta, lejos de mí.

Era una pesadilla.

A pesar de mi lucha por concentrarme, lo único que escuché decir fue.
—De la única cosa de la que estoy asustada es de una vida sin Sanemi.

Nuestra relación había soportado tantas cosas, pero Kanroji negaba haber hecho algo mal. Incluso aunque no lo sabía aún, ella era el único obstáculo que podía separarnos.
El único obstáculo sobre el que no teníamos control.

—Entonces, no tienes nada de qué estar asustada—dije—. Eres libre, estarán juntos para siempre.
Suspiró, y luego presionó sus labios contra mi cabello. No creía que fuera posible sentir tanto por una persona. Ella me había protegido. Era mi turno de protegerla.
—Esto es...—dijo.
—¿Qué?
—Supe en el momento en que te conocí que había algo en ti que yo necesitaba. Resulta que no era algo sobre ti. Eras sólo tú.

Mis corazón se contrajo. La amaba. La amaba tanto, y tenía que hacer lo que fuera para mantener su felicidad. Lo que fuera, sin importar cuán loco y doloroso fuese. Todo lo que tenía que hacer era dejarla ir.
Me incliné contra ella, presionando mi mejilla contra su pecho.
—Somos nosotros, Mitsuri. Nada tiene sentido a menos que estemos separados. ¿No has notado eso?
—¿Notarlo? ¡No sabía como decírtelo! Somos ignorantes... peleas, rompimientos, Sanemi, Kanae… nuestra relación ya no puede soportar cualquier cosa.
—¿Kanae?—pregunté.

En ese momento, me di cuenta, pero la idea tenía más que sentido mientras miraba sus cálidos ojos verdes. Esos ojos hacían que todo tuviera sentido. Su rostro y cuello aún estaban cubiertos de lágrimas mezcladas con sudor, un recordatorio pacífico de que acabábamos de perderlo todo y la vez nada.
—Perdóname Iguro, pero ya no eres mío.—Y se terminó en una noche de jueves, era todo lo que necesitaba. Tan sólo necesitábamos ser honestos el uno con el otro.
—Se feliz cariño.—solté.

—solté

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El Murmullo De Los ÁrbolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora