[ Epílogo ]

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El para siempre está hecho de muchos ahoras.

[ Emily Dickinson ]

Iguro Obanai se despertó un jueves con el sonido de su teléfono y se incorporó en la cama

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Iguro Obanai se despertó un jueves con el sonido de su teléfono y se incorporó en la cama. Al mirar a su lado, no se sorprendió de encontrar el espacio vacío, Mitsuri, se había marchado ya hace seis meses.

Y como todas las mañanas se alegró de que Kae estuviera allí. Cuando se separó de Mitsuri, él le prometió que no dejarían de tener contacto, pero en los tres días que llevaba fuera de Japón, había recibido al menos una docena de llamadas que había provocaron más de un dolor de cabeza.

Agradecía su preocupación, pero se estaba desesperando.

—¿Te he dicho cuánto te amo?—preguntó, una voz al mismo tiempo que le privaba de la vista.
—Cada día, cariño.
—Cásate conmigo, Iguro.—soltó de repente.

Mi boca se abrió, formando un grito silencioso. Esperé miles de segundos hasta que sus labios se curvaron hacia arriba, y unió su boca con la mía. Su beso gritaba mil emociones diferentes. Mi cerebro se sentía hinchado con pensamientos beligerantes de alivio y pánico.
¿Esto iba a funcionar?
Nos casaríamos, y todo estaría bien.

Oh, demonios.

Maldición.

No puede ser.

No me lo creo.

Me voy a casar.

Y este es el final, lamento profundamente si no era lo que esperaban

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Y este es el final, lamento profundamente si no era lo que esperaban.
Pero es mejor dejar ir los malos recuerdos que aferrarse a ellos e Iguro lo sabía.
Si tienen alguna pregunta, pueden hacerla aquí.

Y en el especial resolveré sus dudas.

El Murmullo De Los ÁrbolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora