hope.

645 132 8
                                    

Esperanza: es un estado de fe y ánimo optimista basado en la expectativa de resultados favorables relacionados con eventos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto.​

—Lo siento, no tengo los mismos sentimientos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Lo siento, no tengo los mismos sentimientos.— Intentó sonreír pero pareció más una mueca.— Toma.

Le extendió el pequeño regalo que hace unos momentos le había dado la chica, estaba hecha una piedra. Pasaron unos segundos antes que las lágrimas corrieran por sus mejillas, murmuró algo y tomó la pequeña caja. El coreano rascó su nuca nervioso, pronunció unas disculpas más, cuando se dio la vuelta para regresar a su asiento, la chica corrió fuera del salón de clases.

—¿Por qué no sales con una chica, Tae?— El japonés se encontraba recostado sobre el pupitre.—Son lindas.

—El amor no funciona así, Yuta.— El castaño suspiró cansado.—No te enamoras de alguien porque es lindo.

—¿Cómo te enamoras?

La orejas del mayor se tornaron levemente de un color carmesí que pasó desapercibido por los ojos del contrario.—No hay manera de explicarlo, sólo lo sientes.

—No me gusta esa respuesta.

—Pues no hay otra.— Revolvió el cabello del más alto antes de tomar asiento frente a él.—¿Nunca has querido a alguien?

Hizo el amago de pensar un poco, negó con la cabeza un poco después.

—¿No me quieres?— TaeYong se colocó una mano en el pecho, como si le hubieran herido.—¡No lo puedo creer!

La cara en blanco del japonés lo hirió.

—¿En serio no me quieres?— Sólo recibió un parpadeo de respuesta.—¿De verdad? ¿Luego de tantos años?

Yuta meditó un poco antes de responder. Era cierto que su vida sería mucho más difícil sin TaeYong, así que podía decir que le tenía un poco de afecto por ser el único que estuviera en su vida.

—Te tengo afecto.

—¿Sólo eso?

—Te quiero... Pero sólo un poco.— La sonrisa en el rostro del mayor le hizo sonreír también.—No sé porqué te emocionas tanto.

—Tengo esperanza de que un día me puedas querer completamente.

—No seas dramático.— Se acomodó cuando observó al profesor entrar por la puerta.—Realmente no te entiendo.

—Lo sé.

(...)

El camino a casa fue apacible, habían hecho una pequeña parada en una tienda para comprar un par de paletas, por lo que encontraban bastante entretenidos como para hablar. El sonido de las olas golpeando la arena daba un contexto etéreo a la situación.

Un muelle a lo lejos abrió paso a una conversación.

—¿Recuerdas cuando querías ser pescador?—Rió un poco antes de seguir.—¿Todavía tienes la caña?

—Claro que la tengo.—Espetó orgulloso de su mismo.—Aunque ese ya no sea mi sueño, tiene valor sentimental.

—Estabas muy emocionado con eso cuando éramos pequeños.

—Me gusta bastante el mar.—Una pequeña sonrisa se instaló en su cara.—Quería descubrir todas las cosas que escondía y entenderlo, pero es prácticamente imposible.

—No seas tan dramático.—Terminó su paleta y guardó el plástico en su mochila.—No tienes que entenderlo, tienes que sentirlo.

—A veces llegas a ser molesto, ¿Sabes?

El menor se alzó de hombros, acto seguido estaba frente a la puerta de la casa del japonés. Habían quedado en hacer una pequeña «Noche de chicos» porque decirle pijamada era demasiado para ellos.

El tiempo se fue volando entre algunos juegos, unas cuantas maldiciones y litros de gaseosa. Eran totalmente unos adolescentes promedio, nada era diferente, simplemente eran dos amigos que vivían en una pequeña costa donde el océano era parte importante de su vida.

Temor para uno y amor para el otro.

Con las piernas en la pared y la espalda contra el colchón, los dos chicos miraban el techo mientras que una pequeña melodía caminaba entre ellos, dando un paseo alrededor de su silencio. Nadie quería romperlo, estaba perfectamente así como estaba.

Pero nada es perfecto.

—Yuta.— el mayor rompió el silencio con ese llamado.—¿Alguna vez hasta esta ilusionado?

—¿Ilusionado?

—Ya sabes, tener esperanza de que algo va a pasar.— Volteó su cabeza hacia la ventana del cuarto, el melancólico cielo acunaba algunas nubes.—Es como creer en algo aunque haya pocas posibilidades de que sea cierto. 

—¿Es como tener un amor platónico?— El japonés miro el perfil de su amigo, que era iluminado por la luz del exterior.—Las personas se enamoran aún sabiendo que es imposible.

—Sí, algo así.

—¿Tienes un amor platónico, Tae?— El sonrojo en su rostro se vió opacado por la oscuridad.—¿Es eso?

—¿Por que piensas eso?

—Estás hablando sobre amor y esas cosas, así que me lo imaginé.— Tomó su teléfono para cambiar la canción que sonaba de fondo.—No tienes que decirme, es tu asunto.

—No tengo ningún amor platónico.— Suspiro nuevamente por milésima vez en el día.—Incluso si lo tuviera, no pensaría que es platónico.

Dejó el aparato nuevamente sobre la mesita de noche. —¿Por qué?

—Tendría la esperanza de que algo podría pasar, así que no sería imposible.

—¿No es eso un poco iluso?

—Esa es la intención de estar ilusionado.

—Suena triste.

—Lo es.— Tomó asiento en la cama emocionado.—¿Quieres otra ronda de «Smash»?

El japonés imitó su acción y asintió con la cabeza.

Tenía 15 años cuando aprendió que era la esperanza.

ocean. ; YuTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora