Culpa: Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado.
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El viento jugaba con sus cabellos, moviéndolos de aquí para allá sin compasión. Se dejó hacer mientras movía los pies de atrás en adelante en el viejo columpio que decoraba el parque.
—Entonces, ¿Tu padre está planeando llevarte a la capital?
—Sí.
—¿Es lo que quieres?
—No lo sé.— Su mirada estaba clavada en el piso, no podía permitirse ver los ojos del contrario.—Realmente, no tengo idea.
El silencio se tomó un tiempo para estar junto a ellos en su apretada agenda. El mayor dio unos pasos antes de sentarse en el columpio vacío que yacía a su lado, escucho como suspiraba a la vez empezaba a balancearse.
—Quiero quedarme aquí, me gusta este lugar.— Empezó con un tono tranquilo, calmado.—Pero no quiero decepcionarlo, ¿Puedes entenderlo?
El mayor meditó un poco antes de soltar una palabra. —¿Qué es más importante?
—¿Ah?
—¿Qué es más importante? ¿Su felicidad o la tuya?
El japonés se colocó las manos en la cara mientras su cabeza daba la impresión de estar a segundos de explotar. Le gustaba este lugar, le hacía feliz. Todas las cosas que había pasado junto a TaeYong albergaban en su memoria, haciéndolo sonreír por un momento.
—Quiero ser feliz, pero no entiendo como.— Dejó caer sus manos sobre sus muslos cansado. —Quisiera ser como tú, Tae.
—¿Cómo yo?— El mayor detuvo su balanceado mientras miraba al japonés.—No tengo nada especial.
—Claro que lo tienes, eres bueno en cualquier cosa que te propongas.— TaeYong se puso de pie mientras estiraba su espalda, Yuta lo siguió con la mirada.—¡Incluso eres atractivo!
Una ancha sonrisa se posó en el rostro del coreano.—También eres atractivo, Yuta. Dime quien te ha dicho lo contrario y lo golpearé.
—¿Estas seguro de eso?
—Bien, puede que pierda, pero lucharé por tu honor.
—Qué esperanza.
El castaño dio unos pasos hasta quedar frente a Yuta, tomó su rostro con sus manos y apretó sus mejillas.
—Deja de preocuparte por el asunto con tu padre, si no quieres hacerlo, no puede obligarte.— Su mirada se perdió en algún sitio de los orbes del contrario.—Es tu vida, Yuta, tú decides.
Acto seguido, dejó un pequeño beso en la frente del japonés. Yuta estaba acostumbrado a las raras muestras de afecto provenientes del coreano, por lo que no le sorprendió demasiado.
