Sopresa: Es un estado de alteración emocional, resultado de un evento inesperado o imprevisto.
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Yuta se había ido.
Y con él, su corazón.
Era algo difícil pasar por alto sus sentimientos, estaba enamorado de Yuta desde que tenía consciencia. De pequeño, le gustaba estar a su alrededor, en un adolescencia descubrió que le quería más que a un amigo y en su adultez, estaba perdidamente enamorado del fantasma creado por su mente. Incontables veces su mente se tomaba el tiempo de crear escenarios que jamás sucederían, sentir el calor de sus manos, los latidos de su corazón.
La partida del japonés hacia todo más complicado, su corazón sollozaba por las noches angustiado al ritmo de canciones que nunca tuvo el valor de dedicarle. Las olas del mar eran un constante recordatorio de su amor, se preguntaba si Yuta iría a las piscinas de la ciudad con sus nuevos amigos, quizás con una novia. O habría escondido su miedo al océano, declinando cualquier invitación que involucraba el mar.
Dejó la libreta de dibujo a un lado de la cama, se sentó en la misma y pensó un poco antes de ponerse de pie. Sus pies se arrastraban por el piso cansados, las notas musicales aceleraban su corazón y su piel se erizó debido a la fría brisa que entró por la ventana de la habitación. Se dejó caer en una silla de madera rústica, la luz lunar iluminó sus facciones dejando ver unas cuantas marcas por el cansancio.
—Ya han pasado cuatro años.— Subió sus piernas y dejó caer su cabeza sobre sus rodillas, su mirada se fijó en el satélite que flotaba en el espacio.—¿Cuándo dejará de doler?
Rió por lo bajo, ¿Cómo iba la luna a responderle?
Habían pasado cuatro años desde que se había ido, donde la comunicación se había apagado lentamente. Se sentía como si estuviera pasando por una ruptura, sólo qué, nunca fueron algo. La nostalgia era algo habitual en su vida, el camino a casa se hacia difícil, ayudar a su padre era difícil, asistir a la universidad era difícil.
Vivir era difícil.
La extraña mezcla entre las olas, la luna y la música lo llevaba a revivir los momentos de su infancia, una parte la tenía su familia, otra la tenía JaeHyun y la gran parte que quedaba, la tenía Yuta.
Guío sus ojos hacia el mar, calmado y tranquilo. Aún así, tenía la fuerza necesaria para lanzarte a la arena, su parte más profunda, podía matarte. Pero ahí dentro, existían las criaturas más hermosas, los secretos más intrigantes. No le importaba llegar a la fosa hadal solo para descubrirlo.
Yuta era como el océano.
Y él estaba dispuesto a sumergirse en cualquier momento.
Agitó su cabeza para sacar ese pensamiento de su cabeza, su corazón le había pedido que se detuviera. Se puso de pie con pereza, caminando hasta su cama nuevamente, donde tomo su libreta y siguió trazando el rostro que conocía de memoria.
