El estigma de la perfección
Si bien la familia real compartía el distinguido rasgo de tener llamas azules en sus extremidades demoníacas, no necesariamente compartían sangre.
Un hijo del diablo nacía de dos formas. La primera y más común; la seducción del diablo a un mortal para que enjendrase un hijo junto a otro humano, bajo el potente estímulo de un pecado capital específico. Una vez el niño nacía, los demonios se encargaban de arrancarlos de las manos de sus padres bajo las órdenes del rey del infierno, quien se haría cargo del niño a partir de ese momento.
La segunda, más rara y caso de shoto, ocurría cuando el mismísimo diablo participaba en la concepción de la futura criatura, que heredaría parte de sus genes, consiguiendo inevitablemente un gran poder, un gran don.
Ante la evidencia de que este hijo sería prometedor, las expectativas en él eran muy grandes. Debía ser el mejor en cualquier cosa que hiciera, jamás debía fallar, un heredero de la genética real no podía fallar. Debía ser perfecto. Pero el resto no lo reconocía como tal, la pequeña mierdecita de Izuku se burlaba de él, su padre solamente le exigía más, más y más, sin reconocer sus presentes logros y su esfuerzo por realizarlos. Shoto se sentía perfecto, nadie lo veía así, pero todo cambiaría cuando tomase el trono.
Salió de la habitación de su hermanito a pasó rápido sintiéndose humillado. El estrés, el sentirse insuficiente y su enfermiza atracción por Izuku lo hacían caer ante él cada vez que el pecoso lo permitiese, ya sea por aburrimiento o para después poder burlarse de su debilidad. Demostrando con esa traviesa sonrisa que no era 'don perfección'.
—Shoto —. Se escuchó decir por la grave voz de su padre, que retumbó en el vacío pasillo del palacio. Enji, también conocido como el diablo, el rey del infierno, era un sujeto con una presencia autoritaria. Su gran musculatura y porte perfecto intimidarían a cualquiera. Su rostro era serio, y estaba rodeado de llamas azules, que mostraban el más alto estatus.
El aludido se limitó solo a mirar al gran hombre frente a él sin decir nada, esperando a que prosiguiera.
—Tú e Izuku participarán como desafío a vencer en la exhibición de dones ofensivos, pero sobre todo tú. Tu hermano participará solo si en ese momento decide hacerlo —. Dijo para luego irse sin esperar respuesta, una negativa no era una opción.
Como siempre, se hacía presente el favoritismo a su hermanito que cegaba a su padre sobre su evidente perfección genética. Pero en esta nueva convocatoria de dones Shoto lograría demostrar lo mucho que valía, cualquiera que pelease con él volvería llorando de miedo a su casa y verían su rostro en pesadillas.
Por otro lado Enji se dirigía a comunicar el mismo mensaje a su hijo menor, quién suponía estaba en su habitación. Cuando estuvo frente a la puerta esta simplemente se abrió ante él, dándole a entender que Izuku siempre lo observaba. Se adentró con el ceño fruncido por sentir su intimidad violada ¿Realmente jamás dejaba de vigilarlo?
—¿Si? —atinó a decir el pecoso, pues su padre se había quedado en el marco de su puerta en silencio.
El mayor lo observó. Llevaba puesta una toalla a la cadera, al parecer estaba a punto de bañarse. Se adentró un poco más al cuarto y frunció la nariz al percatarse de un extraño olor en el ambiente. Acto seguido, sospechosamente el peliverde apuntó la ventana, abriéndola desde la distancia rápidamente con su don.
—¿Algo para decir? —preguntó inquisitivamente Enji.
—Sin ninguna novedad dentro de los muros, padre —respondió casi en automático el peliverde, acostumbrado a reportar el estado del palacio—. Fuera no lo sé, no me dejas ver ni salir —reprochó como lo había hecho miles de veces en otras ocasiones. Pero como siempre, el mayor lo ignoró, atribuyendo su réplica a un capricho persistente.
—Cuando sea la exhibición de dones ofensivos puedes participar si quieres, sino déjale el trabajo a Shoto —. Y así como entró a la habitación, salió sin decir más, dejando sólo a Izuku, quien optó por ir a ducharse de una vez.
Dentro del baño arrojó la toalla que luego usaría al piso, y ya desnudo se adentró a la ducha.
Las tibias gotas de agua se deslizaban agradablemente por su esbelto cuerpo, quitando cada rastro de suciedad, haciéndolo sentir fresco. Se reclinó hacía adelante, para que así sentir la presión del agua en su espalda, recordándole que él tampoco era perfecto y dos profundas cicatrices en su cuerpo lo perseguirían toda la vida, siempre detrás de él.
Su mente se inundó de recuerdos amargos, de los cuales su padre era protagonista. Llevó la mano a su espalda, sintiendo la herida hace años cerrada y el agua resbalar por ella. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus hermosos ojos verdes, mojando sus mejillas al mismo tiempo que la ducha lo hacía. Ciertamente él era un pequeño pajarillo enjaulado quien nunca podría volar libre nuevamente, no con las alas cortadas. Su padre hizo y haría cualquier cosa con tal de mantener a Izuku dentro del palacio para siempre. Era su pequeño hijo, su arma más poderosa y su única debilidad.
El peliverde podía recordar perfectamente aquel momento tan doloroso en su vida. La sangre fluía de su desgarrada espalda, y sus alas destruidas yacían inertes en el piso. Intentaba desesperadamente levantar vuelo para huir de esos muros como tenía planeado, pero no importaba que tanto moviese los músculos, sus pies seguían pegados al suelo.
El descenso de la temperatura del agua lo hizo salir de su ensoñación, congelando su cuerpo. Usó su don para darse cuenta de que su hermana había abierto el grifo del otro lado del palacio, claramente en la cocina. Movió su mano, haciendo círculos con sus dedos, ocacionando que la llave de agua frente a su hermana se cierre, dándole a entender que estaba molestándolo.
El pecoso bufó molesto, preguntándose cuando tendría por fin un momento de tranquilidad.
Optó por dar fin a su interrumpido baño, se envolvió con la toalla y aún bastante mojado se tiró contra su cama intentando olvidar lo que pasó en la ducha, imaginando tiempos mejores en el futuro.
⭐⭐⭐
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¡ Saludos !
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•DEMON•
FanfictionKatsuki es sentenciado a pudrirse en el infierno eternamente. Allí recibirá su castigo; todos sus pensamientos serán expuestos y jamás volverá a conocer la privacidad. Lejos de enloquecer, decide continuar con su vida. Hasta que un buen día descub...