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Izuku se apresuró en entrar al palacio en dirección a donde sentía que su hermano se aproximaba, y así, fingir un encuentro casual. Cuando al fin lo vió, se le acercó a paso rápido.

-¡H-hola, Sho-chan! -dijo nervioso el peliverde, regañándose internamente por ese saludo tan sospechoso.

-¿Qué hacías ahí afuera? Escuché ruidos -indagó mirando de arriba a abajo a su hermanito. Se veía agitado.

-Yo... Me ejercitaba un poco, como siempre -respondió el pecoso, usando su siempre fiel excusa.

Shoto no parecía convencido con su respuesta. Pero prefirió no preguntar más. Sabía que algo ocultaba, y lo descubriría.

Se limitó a dar media vuelta, alejándose del lugar. Intentar sacarle información a Izuku sería inútil.

-¡Sho-chan! ¿Dónde vas? -preguntó haciendo todo aún más extraño a los heterocromáticos ojos del mayor. Pero no obtuvo respuesta, simplemente observó como la figura de su hermano se alejaba hasta perderse en el largo pasillo.

Shoto no era estúpido, y mucho menos sordo. Él había escuchado gritos provenientes del jardín, o de un lugar cercano. Sin embargo Izuku estaba sólo.

Caminó hasta la puerta principal del palacio, abandonando el suelo real, recibiendo reverencias de los plebeyos que trabajaban cerca. A lo lejos, vió a su obesa hermana con muchas bolsas de supermercado.

Katsuki y Kirishima no detuvieron su fuga hasta encontrarse a tan solo unas cuadras de su departamento

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Katsuki y Kirishima no detuvieron su fuga hasta encontrarse a tan solo unas cuadras de su departamento.

-¡Pero que adrenalina llevo dentro! -gritó agitado el pequeño demonio posándose sobre la cabeza rubia de su amigo para descansar un poco.

El rubio no respondió. Se limitó a observar su propia mano, para luego tocarse la cara.

-Su piel... Era muy caliente -dijo Katsuki recordando la cálida sensación que desprendía aquella pecosa mejilla. Tenía una calidez diferente a la suya.

-B-bueno, eso es por su naturaleza -respondió Kirishima algo avergonzado -¡Pero no puedes volver a tocarlo! Él es un príncipe y tú un maldito pervertido -dijo entre risas con la intención de molestarlo. Y funcionó.

Siguieron camino entre gritos de uno y risas del otro, hasta llegar al poco tiempo a su hogar, donde Katsuki se desplomó sobre el sofá. Tenía el cuerpo agotado, había sido un día largo, pero valió la pena absolutamente.

Repasó en su cabeza todos los momentos en los que interactuó con Izuku, y podía asegurar que ya lo tendría a sus pies. Tarde o temprano, lo tendría.

-¡En tus sueños! -dijo en voz muy alta Kirishima interrumpiendo la sonrisa que se había formado en el rostro del rubio.

-¡Ya cállate maldito mosquito, eres un dolor de culo -gritó el rubio moviendo sus manos, intentando alejar al demonio como si de un insecto se tratase.

•DEMON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora